Vouchers, segregación y deserción
Nota de Prensa en El Cohete a la Luna (Argentina)

Nota de prensa publicada el 10 de septiembre 2023 en El Cohete a la Luna (Argentina) 

La propuesta de Milei pone en peligro la educación pública como derecho

Por Laura Guarinoni

El “sistema de vouchers cheque educativos” aparece como el primer punto en el apartado de educación en la plataforma electoral de Javier Milei, el candidato a Presidente más votado en las elecciones Primarias de agosto. Desarrollado en la década del ‘60 por el economista estadounidense Milton Friedman, referente de Milei y por quien bautizó a uno de sus cinco perros, el sistema tiene como principal directriz que el Estado no financie directamente a las escuelas, sino que entregue a cada alumno un bono o voucher para que se matricule en la institución que prefiera, de gestión pública o privada. El modelo supone que la “libre elección” de las familias hace que las escuelas mejoren su competitividad y ofrezcan mejores servicios y contenidos para atraer una mayor cantidad de estudiantes. En palabras de Friedman: “Si subsidiamos al estudiante, conseguirías competencia: el estudiante podría elegir a qué escuela prefiere ir y eso forzaría a las escuelas a mejorar los medios para ser más atractivas para los estudiantes. Tomen el dinero que ahora gastamos en educación, divídanlo por el número de niños y denle ese monto de dinero a cada padre”.

Durante una entrevista en abril con La Nación+, el candidato de La Libertad Avanza explicó: “Yo te lleno una tarjeta para que vos pagues la institución a la que quieras ir. Podés ir a una de gestión estatal o privada. Elegís la que te dé la gana. Así se crean competencias y la calidad del servicio es mucho mejor”. Pero no explicó la letra chica de la política.

Como la mayoría de las propuestas liberales, en el terreno teórico se ve muy atractiva pero en la práctica se topa con múltiples dificultades para ser implementada. Frente a la disconformidad reinante sobre el actual sistema educativo, en particular sobre el funcionamiento de la escuela pública, la libertad de que cada familia pueda elegir el colegio para sus hijos se presenta como una solución. Sin embargo, si analizamos la aplicación de la medida vemos que tal libertad es una entelequia y el sistema solo implica una profundización de la inequidad y la segregación.

Tan sólo con dividir el presupuesto educativo por la cantidad de alumnos vemos que el monto que se destinaría a cada uno estaría muy por debajo de lo que sale una escuela privada. Se da allí una primera limitación para un segmento de la sociedad que no podría pagar la diferencia, o el copago. Para pasarlo a números, en la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, el Estado gasta hoy 34.943 pesos mensuales por estudiante de nivel inicial y primario –según detalló un informe del Observatorio de Argentinos por la Educación– y las instituciones privadas de ese nivel cobran en promedio entre 70.000 y 100.000 pesos. Las familias deberían pagar, al menos, la misma suma que aporta el Estado para acceder a una institución de gestión privada. En el país hay más de 11 millones de estudiantes, más de 8 millones asisten a la educación pública y sólo 3 millones acuden a la privada.

Dinamitar el Estado

Hace pocos días un video del candidato a Presidente por La Libertad Avanza se fijó en nuestras retinas. La imagen, que tuvo más de dos millones de reproducciones, muestra a Milei frente a una pizarra sacando los nombres de los ministerios que desaparecerían si llega al gobierno. Cuando llega el momento del Ministerio de Educación, sin dudarlo dice: “Adoctrinamiento, ¡afuera!”, y lo descarta de plano. Según explicó, la Educación quedaría bajo la órbita de un nuevo ministerio: de Capital Humano.

En una entrevista con el canal Todo Noticias, habló sobre el supuesto adoctrinamiento “marxista” que hoy realizan las escuelas estatales. “Si vos querés estudiar, vas a tener la posibilidad de estudiar. La diferencia es que vas a dejar de ser rehén del sistema de adoctrinamiento del Estado”, dijo sobre el sistema que desea implementar. También cargó contra la obligatoriedad de la educación, poniendo el acento en el Estado como policía y no como garante del derecho de los niños a educarse.

El sistema de vouchers plantea el corrimiento del Estado Nacional para dar paso al mercado. Se sostiene en la demanda educativa, no en la oferta de los establecimientos. Consultado por El Cohete a la Luna, el licenciado en Ciencias de la Educación y especialista en Gestión y Conducción de Sistema Educativo Gabriel Brener explicó: “La irrupción de este nuevo sector político plantea algo que ya conocemos: el modelo más descarado del mercado. Es necesario enaltecer, robustecer, sacralizar la condición de existencia del mercado y, al mismo tiempo, como una operación complementaria, demonizar y dinamitar el Estado”. Para Brener, “Milei interpreta el hastío, el cansancio y el enojo de buena parte de la población con políticas públicas de la política más tradicional y propone el confinamiento del Estado a una dimensión mínima”.

Con la retirada del Estado aparece la seductora idea de libertad, que termina siendo falsa. “Se traspasa la responsabilidad del Estado, de la familia, al mercado. Dinamitar el Estado no solamente es un suicidio colectivo, sino que es tirar por la borda una tradición, que no es exclusiva de ningún sector político particular en la Argentina, que implica a la educación pública como patrimonio de la sociedad. El voucher puede transformarse en una rifa que sortee la historia centenaria de la escuela pública argentina, e incluso de su propia universidad”.

Con el nuevo modelo los estudiantes pasan a ser meros consumidores. Al respecto, en diálogo con El Cohete a la Luna, Angélica Graciano, secretaria general de Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) y de la Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA), apuntó: “Los chicos dejan de ser sujetos de derecho, con un Estado que garantiza la educación en todos los niveles, para pasar a ser clientes. Hay un desplazamiento que compromete el ejercicio ciudadano”.

CTERA alertó que en la contrapartida de la “elección” se encuentra la permanencia o cierre de escuelas. La propia existencia de cada escuela dependerá de ser “elegida”, ya que si un niño deja de asistir, con él se va también su financiamiento. Las instituciones con menor matrícula correrán el riesgo de cerrar sus puertas, entre ellas las pequeñas escuelas rurales o en parajes alejados de los centros urbanos.

Experiencias previas

En las décadas del ‘80 y el ‘90 se implementó el sistema de vouchers en un puñado de países. El ejemplo más cercano es el de Chile. Friedman es uno de los fundadores de la Escuela de Chicago, donde se formaron los economistas chilenos conocidos como Chicago Boys, que comandaron esa área durante la dictadura de Augusto Pinochet. En 1981 se implementó el sistema de vouchers en el país vecino. Allí la educación dejó de depender directamente del Ministerio de Educación y el financiamiento quedó a cargo de los Estados municipales, que otorgan vouchers a cada estudiante. Funciona además un sistema de copago para las instituciones privadas. En Chile, del total de niños y jóvenes matriculados en el sistema escolar, 54,4% asiste a un establecimiento particular subvencionado, 35,2% a uno público (municipal), 9,1% a uno particular pagado y 1,3% a un liceo de administración delegada.

Más de 30.000 alumnos chilenos abandonaron sus estudios el último año.

“Lo que hemos observado en estas décadas es que este sistema ha producido una segregación relevante a nivel escolar y también a nivel universitario, privilegiando proyectos educativos del sector privado”, explica Benjamín Sáez, sociólogo e investigador chileno de Fundación Sol, en diálogo con El Cohete. Los establecimientos donde no hay matrícula tienen grandes dificultades de financiamiento. En el sector municipal público se ve una fusión de establecimientos que no logran completar la cantidad de cursos, ni siquiera para justificar las horas docentes en algunos casos.

“Lejos del escenario ideal, casi mitológico, que plantea que va a haber competencia entre las escuelas y que las personas eligen con información la mejor opción para sus hijos, educarse se convirtió en algo similar a comprarse un par de zapatos. La educación se mercantilizó”, opinó Sáez.

Una de las dificultades que se presenta en Chile es que algunos municipios no utilizan los recursos para el gasto educativo, sino que lo redistribuyen a otras áreas y esto amplía la brecha educativa. Además, el sistema de vouchers no logró garantizar la calidad educativa. “Los indicadores evaluados por los exámenes internacionales PISA muestran que el 40% de los niños chilenos tiene problemas de lectoescritura. Vemos que en las pruebas estandarizadas hay significativas diferencias por nivel socioeconómico, que pueden llegar a superar los 87 puntos entre estudiantes de menores y mayores ingresos a nivel nacional”, dijo Sáez, y añadió: “El sistema educativo, lejos de mejorar, más bien está mostrando un deterioro, se observa un estancamiento”. En los últimos años, también enfrentan tasas preocupantes de deserción escolar, que se agudizó con la pandemia. Más de 30.000 estudiantes abandonaron sus estudios en el último año.

Si bien la implementación es distinta, en Suecia también se observa mayor segregación a partir de la implementación del sistema de vouchers desde fines de los ‘90. David Mesa Noack, analista económico y autor del artículo “¿Funciona el sistema de vouchers en Suecia?”, explicó que allí el voucher puede ser utilizado tanto en centros educativos estatales como en los gestionados de forma privada. Estos últimos no pueden cobrar una cuota extra a las familias, tienen un cupo y los estudiantes entran por orden de inscripción.

La segregación se da por varios factores. Uno es el demográfico. Hay un gran porcentaje de inmigrantes que llegaron por la crisis sanitaria que solo acceden a escuelas de determinados barrios. Otro factor es la información a la que acceden las familias. Para acceder a las mejores escuelas, anotan a sus hijos con mucho tiempo de anticipación. Los padres con más educación suelen entender mejor cómo funciona el sistema y anotan a sus hijos en una lista de espera. Así los niños de determinado estrato social suelen reunirse en las mismas escuelas. “Milei argumenta que la competencia entre escuelas permitirá a los padres elegir la mejor opción educativa para sus hijos. Sin embargo, la experiencia en Suecia muestra que las mejores escuelas suelen tener largas listas de espera. Esto sugiere que, en realidad, son los alumnos los que compiten por un lugar en las mejores escuelas, y no al revés. En otras palabras, parece que las escuelas seleccionan a los mejores estudiantes, en lugar de competir entre ellas para atraer a más alumnos”, explicó Mesa Noack.

Otros estudios muestran que en Suecia la segregación reduce la movilidad social. “A diferencia de los vecinos Finlandia o Noruega, en donde en tres generaciones los chicos tienen oportunidades de salir de la pobreza, en Suecia está aumentando la cantidad de generaciones” para lograr ese avance, dijo Mesa Noack.

En los resultados de los exámenes PISA de 2018, Suecia sufrió el más brusco descenso en sus calificaciones entre todos los países evaluados de la región. El índice de inclusión académica cayó más que en el resto de los países miembros de la OCDE.

De difícil aplicación

Desde 1993, con la implementación de la llamada Ley Federal de Educación (Ley 24.195) el sistema educativo de nuestro país es financiado mayoritariamente por los Estados provinciales. Asimismo, el artículo quinto de la Constitución determina que la educación depende de cada una las provincias y no del gobierno nacional. Por lo tanto, para instalar un sistema de vouchers como el que pretende Milei se debería modificar la Carta Magna y cambiar el esquema de coparticipación federal. Graciano explicó: “Tenemos un sistema educativo muy grande, amplio e integrado, organizado de modo tal que llega a todos los rincones de nuestro país. El sistema de cheques es impracticable”.

Aplicar una política de vouchers en un país como la Argentina, en donde seis de cada diez niños menores de 17 años son pobres, podría ser una catástrofe, profundizar aún más la desigualdad y tomaría años poder revertirla. Como aseguró Brener, “son procesos sociales y culturales que suponen costos importantes para la sociedad, para la historia de un montón de familias y generaciones. Hoy está en juego la educación pública como derecho, que en nuestro país es un estandarte.” No la demos por sentada.