Por Gonzalo Durán y Marco Kremerman/Investigadores Fundación SOL
Dentro de los caballitos de batalla de la campaña presidencial de Sebastián Piñera, se prometió crear 1 millón de empleos de calidad bajo los 4 años que dura su administración. A la fecha, la variación acumulada entre los trimestres enero-marzo 2010 y marzo-mayo 2011 equivale a 518 mil ocupados. Vale decir, se habría cumplido un poco más de la mitad de la meta en sólo 14 meses.
Por primera vez, Chile cuenta con una herramienta que permite caracterizar la calidad de los empleos. A diferencia de la encuesta antigua, con la Nueva Encuesta de Empleo (NENE) se puede indagar sobre el tipo de empleos que se están creando y por ello resulta frustrante que el Gobierno no esté incorporando estos elementos en su análisis y en la información que entrega a la ciudadanía.
La tasa de desempleo que se comunicó la semana pasada llegó a 7,2%. Algunos se atreven a hablar de que estamos cerca del pleno empleo y otros transmiten una señal de conformidad en base a una economía que crece y genera cientos de empleos. No obstante detrás de esta cifra se esconde un serio problema, que podría explicar el malestar de los trabajadores y la caída en las expectativas de encontrar un empleo, de acuerdo a datos de Libertad y Desarrollo.
Al revisar en detalle los 518 mil empleos (lo cual también podía hacer el Gobierno o cualquier persona que pida la base de datos al INE, con cuya información construimos el gráfico que encabeza esta entrada), nos encontramos que el 60% corresponde a trabajo por cuenta propia, familiar no remunerado, personal del servicio doméstico o empleador de menos de empresas de menos de 5 trabajadores, es decir, que no están vinculados necesariamente a políticas o planes de empleo del gobierno y que no están cubiertos por los sistemas de protección clásicos del trabajo.
Y los cuenta propia no son precisamente emprendimientos robustos ni trabajadores independientes de alta calificación, como nos quieren hacer creer, sino que el 80% corresponde a jornada parcial de 1 hora, 5, 10 o 20 horas y oficios de muy baja calificación, el típico empleo informal para parar la olla.
Bueno, al menos nos queda un 40% de empleos asalariados, podría decir el lector, donde debería observarse mayores niveles de protección y estabilidad. Lamentablemente aquí también hay malas noticias: el 100% de los 209 mil empleos asalariados acumulados en el período son tercerizados, vale decir, subcontratación, suministro de trabajadores o enganche.
Aún más, el fenómeno del subempleo (personas que trabajan tiempo parcial, desean trabajar tiempo completo, pero no encuentran este tipo de empleo) ha alcanzado los valores más altos desde que es posible medirlo, llegando a 712 mil personas subempleadas, principalmente mujeres y zonas afectadas por el terremoto. ¿Este el país que queremos reconstruir?
Chile arrastra un problema severo en el mundo del trabajo, que puede estallar en cualquier momento si no se toman los resguardos que posibiliten avanzar en la creación de empleos de calidad, en donde se respeten los derechos de los trabajadores. No podemos seguir ocultando información a la ciudadanía, es urgente instalar un debate nacional sobre el tipo de empleos que se están creando.
Hace unos meses se nos prometió que la tendencia iría cambiando y se reemplazarían los trabajos precarios por otros con mayor protección; algo así como la teoría del chorreo laboral. Sin embargo, pasan y pasan los meses y en vez de mejorar, la situación empeora y nadie dice nada porque la tasa de desempleo es de 7,2%. Hemos sido especialistas en diseñar bonitas fachadas para Chile, con buenos datos macroeconómicos, pero con graves deficiencias a nivel micro.
Ya ha sido suficiente con el caso de La Polar y con la crisis en el sistema educacional; la población ya no está en condiciones de aceptar más publicidad engañosa, se había prometido que el millón de empleos sería de calidad…¨
Columna publicada en El Quinto Poder