Un país donde la mayoría de sus habitantes vive para trabajar y se endeuda para sobrevivir, da cuenta de una sociedad enferma, que va por mal camino. Más aún cuando, en el mismo territorio, un grupo pequeño tiene un estándar de vida de otro planeta y acumula billones de pesos que no le alcanzará la vida para gastarlos (en Chile, el 1% de mayores ingresos concentra el 33% de los ingresos totales). Estos temas, sin embargo, no resultan prioritarios para ser tratados con urgencia y profundidad en un debate o entrevista presidencial. Más bien, quedan en la categoría misceláneos u "otros".
Publicado en El Mostrador el 27 de junio de 2017
Marco Kremerman, investigador Fundación SOL.
En las últimas semanas, y en el marco de las primarias presidenciales que se llevarán a cabo el próximo 2 de julio en Chile Vamos y el Frente Amplio, los medios de comunicación han realizado entrevistas a cada uno de los candidatos y han propiciado algunos debates dentro de cada coalición política.
Por ejemplo, el pasado 24 de mayo, el programa "El Informante", de Televisión Nacional, nos mostró un debate entre Beatriz Sánchez y Alberto Mayol, del Frente Amplio; el 15 de junio, Radio ADN, en conjunto con las radios Cooperativa, Digital, Agricultura y Universidad de Chile, realizó un debate entre Sebastián Piñera, Manuel José Ossandón y Felipe Kast, de Chile Vamos; y entre el 5 y el 13 de junio, el programa "Aquí está Chile", de Chilevisión, en transmisión conjunta con CNN Chile, entrevistó a cada uno de los 5 candidatos por separado.
En los 3 programas, si sumamos las preguntas de los periodistas, las del público y aquellas que se hicieron entre los candidatos (en el caso de los debates), se contabilizan 96 en total. El 21% de estas estuvieron enfocadas en temas vinculados con la delincuencia, la violencia y la discriminación (pasando por el narcotráfico, los robos "sin cuello y corbata", el conflicto en La Araucanía, la situación de los presos de Punta Peuco y la inmigración). Un 19% se centró en definiciones o estrategias políticas de los candidatos (si usted no gana, ¿votaría por el ganador en primera vuelta?, ¿con quién va a gobernar si gana?, ¿su candidatura es o no de izquierda?, entre otras), un 8,4% se dedicó a las propuestas en Educación, el 8,3% de las preguntas se enfocó en los mal denominados temas "valóricos", tales como el matrimonio igualitario con adopción, el aborto o la compleja situación de la infancia trans, un 8,3% en Salud y Pensiones y un 3,1% abordó las clásicas preguntas sobre la relación con Bolivia y la opinión en torno a lo que sucede en Venezuela.
El resto de las preguntas correspondió a diversos temas que van desde la posibilidad de privatizar Codelco, qué hacer con el Transantiago, la situación de los guetos verticales o la Ley de Medios de Comunicación hasta la elección de los gobernadores, la revisión de los contratos con autopistas y estacionamientos, cuán preparados estamos ante las catástrofes, la pertinencia del gasto en Defensa o la falta de democracia que se registra en los procesos cuando Chile firma Tratados de Libre Comercio.
En relación con los niveles de endeudamiento que padece la mayoría de los chilenos, salvo una breve pregunta sobre la condonación del CAE que Alberto Mayol formuló a Beatriz Sánchez en el programa "El Informante", no fue un tema que se considerara relevante en los distintos espacios periodísticos.
Con respecto a la situación de los trabajadores en Chile, solo se realizaron 2 preguntas: una en el programa "El Informante" sobre el monto al que debería llegar el Salario Mínimo; y otra sobre cuál debería ser la relación entre trabajadores y empresarios en Chile, formulada en el programa "Aquí está Chile", sobre la base de la pregunta de un mediano empresario, en cuya compañía no hay sindicato, pero que ha sido premiada por buenas relaciones laborales y porque entrega el 20% de las utilidades a los trabajadores (un caso muy poco representativo de la realidad chilena).
Como anécdota, cabe resaltar que, en este mismo programa, se realizó una pregunta sobre meritocracia al candidato Felipe Kast, pero la persona del público que hacía la pregunta (el docente de la Universidad Austral, Fernando Muñoz) menciona que: "A pesar de que este es un tema de meritocracia, ¿qué le diría a la mayor parte de los chilenos que son trabajadores que no pueden negociar colectivamente ni recurrir a la huelga? ¿Estaría dispuesto a eliminar las trabas que existen a la negociación colectiva y al derecho a huelga?". Kast, en su respuesta, en ningún momento habló de sindicatos, negociación colectiva ni derecho a huelga. Daniel Matamala, periodista que estaba a cargo de ese bloque, tampoco.
Una segunda "anécdota" ocurrió en el debate radial de Chile Vamos, cuando la periodista Pilar Molina, de Radio Agricultura, formula una pregunta al candidato Sebastián Piñera acerca de su propuesta para derrotar la pobreza y reducir la desigualdad. Piñera responde que se pueden hacer ambas cosas al mismo tiempo, creando empleos para todos y volviendo al "Pleno Empleo", tal como se había conseguido en su Gobierno. El problema de aquella respuesta es que, a pesar de que se hayan registrado tasas de 5,5% o 6% de Desempleo, en los últimos 7 años Chile jamás ha registrado menos de 600 mil Subempleados, por tanto, estamos muy lejos del Pleno Empleo, y la Tasa de Desempleo integral que ajusta por subempleo y desempleo oculto nunca ha estado por debajo del 10%.
En resumen, parece que el trabajo y la deuda no fuesen temas prioritarios que debiesen ser tratados con urgencia y profundidad en un debate o entrevista presidencial. Más bien, quedan en la categoría misceláneos u "otros".
Sin embargo, la fuente principal de ingresos de la mayoría de los hogares chilenos es el trabajo. En la "pega", las personas pasan entre un 50% y un 80% de su tiempo (descontando las horas de sueño). En este espacio, las personas despliegan su potencial, se estresan, construyen su identidad, se relacionan con otras personas y piensan su proyecto de vida. Todo lo que pasa o no pasa en el trabajo determina nuestras vidas de manera crucial.
Si nos pagan poco o generamos bajos ingresos, para llegar a fin de mes, tendremos que hacer horas extras, buscar otros trabajos para complementar salario o endeudarnos permanente y sistémicamente. Esto reduce nuestros niveles de libertad, ya que nuestras decisiones presentes y futuras se atan con las consecuencias que genera esta espiral. El endeudamiento nos disciplina y afecta nuestra salud mental. La jornada excesiva de trabajo nos quita tiempo para estar con la familia y amigos y para llevar a cabo otras actividades que generalmente se desarrollan en los momentos de tiempo libre.
Un país donde la mayoría de sus habitantes vive para trabajar y se endeuda para sobrevivir, da cuenta de una sociedad enferma, que va por mal camino. Más aún cuando, en el mismo territorio, un grupo pequeño tiene un estándar de vida de otro planeta y acumula billones de pesos que no le alcanzará la vida para gastarlos (en Chile, el 1% de mayores ingresos concentra el 33% de los ingresos totales).
Por tanto, al igual que cuando uno se enferma, un país que arrastra este flagelo debe detenerse, reconocer la enfermedad, explorar sus causas y buscar las soluciones más adecuadas. Si el diagnóstico es errado, no podremos sanarnos. Si nos escondemos de nuestra enfermedad y no hablamos de ella en el espacio público, la enfermedad se invisibiliza y seguimos funcionando con el piloto automático como si no pasara nada.
Justamente, este parece ser el escenario que se ha dado en Chile en las últimas décadas y que no presenta muchas diferencias en la actual coyuntura electoral.
En Chile, el 53% de los trabajadores y trabajadoras gana menos de $300.000 líquidos en su ocupación principal, y solo el 22% gana más de $500.000. Un dato que refleja una realidad gravísima: la mayoría de los sueldos que se pagan en Chile no alcanzan para vivir en Chile.
Este atraso salarial –que podría ser explicado por la combinación de diversos factores, tales como el nulo poder que tienen los trabajadores en Chile para negociar colectivamente, nuestro minisalario mínimo de $264.000 que ni siquiera permite superar la línea de la "extrema" pobreza para una familia promedio de 4 personas, o una matriz productiva anclada en el extractivismo y el rentismo que no logra generar incrementos de productividad sostenibles–tiene como correlato el endeudamiento al por mayor.
De esta forma, el dinamismo presentado por la economía chilena durante las últimas décadas, dado que los salarios son tan escuálidos, se ha apoyado fundamentalmente en el acceso al crédito de la mayoría de la población, ya sea a través de los bancos o el retail. Actualmente, se estima que en Chile 11,3 millones de personas están endeudadas, lo que equivale al 80% de los mayores de 18 años, de las cuales, 4,3 millones están morosos, vale decir, ni siquiera pueden pagar las deudas que han contraído. Se trata de un fenómeno que ha tomado características estructurales. De hecho, para el tramo de edad entre 25 y 44 años, mientras se contabilizan 3,1 millones de ocupados (tienen trabajo), se registran 2,3 millones de morosos, lo que equivale a casi un 75%. Además, el 64% de los morosos a nivel general, registra más de 1 documento impago.
¿No será el momento de que esta realidad que atraviesa nuestro país, y que explica gran parte de los vergonzosos niveles de desigualdad existentes, se saque de debajo de la alfombra, se discuta, se reflexione y sepamos la opinión de cada uno de los candidatos y sus coaliciones que aspiran a gobernar Chile? En caso contrario, seguirá siendo (al menos para los medios de comunicación masivos y la realidad que desde allí se crea) una miscelánea, un tema de segundo orden o una simple discusión temática invisibilizada.