Columna de Publicada en Ciper
Según la Universidad San Sebastián, a partir de la información proveniente de DICOM-Equifax, el número de endeudados a marzo 2015 en Chile es de 10,6 millones de personas. Si comparamos ese número con los 7,9 millones de ocupados que indica la Nueva Encuesta Nacional de Empleo del INE (en su trimestre enero-marzo 2015), nos encontramos con que existen 1,3 endeudados por cada ocupado. En septiembre 2011, según la misma fuente, el número de endeudados era de 9,5 millones y se daba el mismo indicador de 1,3 endeudados por cada ocupado.
Además, el número de endeudados creció en un 12%, mientras que el número de ocupados lo hizo en un 6,5%. En el mismo período la desocupación disminuyó en un 13,2%. Es decir, el crecimiento de deudores no guarda relación con los niveles de desocupación, o, en otras palabras no necesariamente disminuye el número de deudores si crece la ocupación.
Estos dos datos no son exhaustivos en cuanto a definir causas de endeudamiento, pero dan pistas del rendimiento social de la economía nacional, acercándose a lo que Mauricio Lazzarato ha denominado la “economía de la deuda”. Ésta, en términos simples, indica que los mecanismos de integración y reproducción social, de antaño definidos en relación a la inserción laboral, hoy se definen en relación al consumo y su medio favorito de sujeción, la deuda.
Es cuestión de observar el relevante referéndum de Grecia, sobre la aprobación o no de la propuesta de reajuste para el pago de la deuda griega por parte de la troika europea (compuesto por la Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). Si bien uno de los focos estuvo puesto en los altísimos niveles de gasto de los hogares y de los efectos perversos que habría generado el Estado de Bienestar europeo, lo cierto es que los argumentos se vuelven casi insostenibles al observarse que el patrón mundial supera con creces idiosincrasias culturales y políticas particulares; Estados Unidos, el mayor consumidor del mundo y ejemplo del modelo liberal-anglosajón, tiene una relación deuda-ingreso de los hogares del 115% y Suecia, paladín del modelo social europeo, muestra una relación aún más alta de 171,8%[1].
Ambos, se suponen, son ejemplos “opuestos” de modelos de desarrollo: culturas políticas diferentes y modelos de relaciones laborales muy distintos. El modelo anglosajón clásico de Estados Unidos, con baja sindicalización (10,8%[2]) y baja cobertura de negociación colectiva (14%), y el gran modelo escandinavo, protector del trabajo, redistribuidor por excelencia, altas tasas de sindicalización (67,7%) y de cobertura de negociación colectiva (88%). Entre ambos modelos, también podemos considerar el holandés, como un caso que se encuentra “a medio camino”, donde la relación deuda-ingreso es de 311%, tiene similar cobertura de negociación colectiva que Suecia (81%) pero una tasa de sindicalización más cercana a la estadounidense (17,6%).
Los tres ejemplos, a su vez, obedecen a países de altos ingresos, con PIB per cápita que duplican el nacional. Estados Unidos con US$ PPA 54.597, Holanda US$ PPA 47.355 y Suecia US$ PPA 45.986[3]. Se podría sostener que la crisis económica de Europa (originada en la crisis subprime de Estados Unidos) produjo un aumento explosivo del endeudamiento de los hogares, indiferente al modelo de Estado que cada país tenía y casi indiferente incluso a los ingresos y modelo de relaciones laborales de cada país. Al parece a la banca le resulta algo indiferente los mecanismos de regulación social que tienen los distintos Estados.