Columna de opinión publicada en CNN Chile el 6 de septiembre de 2023
Por Andrea Sato, investigadora Fundación SOL
La investigadora de Fundación SOL rescata la experiencia de los cordones industriales como evidencia del "avance de la clase trabajadora y la respuesta sólida que tuvo ante la urgencia de garantizar la reproducción de los hogares populares" cuando "se buscó acorralar al gobierno de la Unidad Popular".
A 50 años del golpe cívico militar, el ejercicio de hacer memoria es fundamental. Los procesos de auto organización, coordinación territorial y construcción de poder desde los y las trabajadoras son propuestas que hoy son urgentes recuperar ante discursos negacionistas que buscan desmantelar los proyectos sociales y colectivos que se desarrollaron en el periodo de la Unidad Popular.
Los cordones industriales fueron experiencias de auto organización basados en la coordinación territorial de una determinada zona geográfica. La mayoría se concentraron en la capital y los demás se extendieron por las distintas zonas, principalmente, industriales del país. Cada cordón estaba conformado por industrias, fábricas o empresas emplazadas en una misma zona, las que mantenían una coordinación central. Para septiembre de 1973 se contabilizaban 31 cordones industriales en Chile. Los cordones industriales fueron clave para frenar la guerra económica que impuso la burguesía y Estados Unidos contra el gobierno de la Unidad Popular en el año 1972.
Durante la “huelga patronal” de 1972, catalizada por el paro de camioneros que implicó desabastecimiento de alimentos y materiales, el cierre de fábricas y el retiro de los ahorros de los bancos por el pánico del período, coyuntura fraguada por la derecha nacional y financiada por la CIA, los trabajadores y trabajadoras tomaron protagonismo garantizando que los bienes -especialmente los alimentos- llegaran a la población. Para que esto se llevara a cabo, las organizaciones populares, especialmente quienes componían los cordones industriales, se organizaron para vender a precio justo desde las empresas los productos y que así llegaran directamente a la población; se tomaron autos y camiones para cuidar la línea de abastecimiento; y se buscaron mecanismos para que la producción no se detuviera a pesar del boicot fascista.
Los sindicatos y cordones industriales respondieron con fuerza al paro patronal y se coordinaron para producir y distribuir los bienes que necesitaba la población, a pesar de la crisis de desabastecimiento y acaparamiento. Estos procesos de auto organización que se cimentan en las memorias populares que hoy la derecha intenta desconocer, son parte de la urdimbre de estrategias que los y las trabajadoras crearon para protegerse ante el ataque de los sectores reaccionarios. La clase trabajadora no solo es y ha sido el motor de la producción nacional, también garantizó el bienestar de la sociedad en su conjunto cuando, a partir del ahogamiento económico, se buscó acorralar al gobierno de la Unidad Popular.
La experiencia de los cordones industriales evidencia el avance de la clase trabajadora y la respuesta sólida que tuvo ante la urgencia de garantizar la reproducción de los hogares populares. Hoy, en un periodo de alta inflación, bajo valor del trabajo, endeudamiento sistemático y alto costo de la vida, son también los trabajadores/as los llamados a la unidad para defender las conquistas de la clase. Retomar una iniciativa que priorice el bienestar de los hogares por sobre la acumulación del capital y que construya una memoria viva ante los discursos de una derecha negacionista, que hoy como hace 50 años, es indiferente a las necesidades de los hogares que viven del trabajo.