Por Gonzalo Durán y Marco Kremerman/Investigadores Fundación SOL
Cambio en el equipo en el Ministerio de Economía, entra Pablo Longueira, sale Juan Andrés Fontaine.
La cartera de economía, aunque venida a menos en los últimos 15 años por la colonización de las decisiones por parte del Ministerio de Hacienda, le corresponden tareas fundamentales para un país como Chile que se ubica entre las 15 naciones con peor distribución del ingreso en el mundo y es el alumno más inequitativo de la OCDE.
Bajo el alero del Ministerio de Economía están: la división de empresas de menor tamaño, la CORFO, el INE con su Encuesta de Empleo, el SERNAC, la Fiscalía Nacional Económica, entre otros servicios. Aquí se concentran varias herramientas que podrían generar los urgentes cambios que se necesitan a nivel microeconómico, dado que el modelo de la hermosa fachada (la macroeconomía) con alto PIB, inflación controlada (aunque de la inflación de los alimentos sea el doble), bajos niveles de deuda pública y baja tasa oficial de desempleo (aunque el subempleo haya alcanzado los más altos niveles desde que es posible medirlo) no está dando el ancho, ya que no se ha traducido en mayor bienestar para toda la población y reducción de nuestra escandalosa desigualdad.
La pregunta central que debería contestar el nuevo ministro Longueira para que podamos advertir cuál será el sello de su gestión, es: ¿Qué entiende usted por desarrollo?
Su jefe, el presidente Piñera, ya diseñó su hoja de ruta, bajo la agenda Chile país desarrollado al 2018. Su modelo es Portugal y su definición de desarrollo es alcanzar en 6 o 7 años el PIB por persona de este país europeo, cercano a los US$ 22 mil. Corresponde a una definición muy pobre y totalmente desalineada con lo que se está discutiendo a nivel mundial, donde incluso el propio presidente Sarkozy de Francia hace un par de años encargó una investigación a los premios Nobel de Economía Amartya Sen y Joseph Stiglitz (no muy estudiados en las escuelas de economía chilenas) para que diseñaran nuevos indicadores que midieran bienestar y calidad de vida.
Lo mismo ha sucedido después de la crisis financiera mundial originada por los especuladores en Estados Unidos, ya que, por seguir observando los indicadores convencionales como el PIB, no se pudo advertir a tiempo la catástrofe de proporciones que hubiesen mostrado otros indicadores vinculados al desarrollo humano, el endeudamiento, la contaminación del medio ambiente o los índices de desigualdad.
A Pablo Longueira le corresponde definir si seguirá adoptando la estrecha definición de desarrollo del presidente Piñera (que tiene pendiendo en un hilo a la clase política y su credibilidad y ha ayudado a acumular un justificado malestar en la ciudadanía) o si se pondrá en sintonía con el mundo y con las urgentes transformaciones que necesita este país.
En esta columna al menos planteamos 6 desafíos y/o interrogantes para el nuevo ministro:
1) De una vez por todas, ¿se diseñará una estrategia de desarrollo en donde la pequeña empresa sea el motor y no el último vagón de la cola, para que no tengan que seguir soportando las draconianas condiciones que las grandes empresas les colocan?
2) ¿Se utilizará la CORFO para avanzar parcialmente en algún proceso de industrialización del país y mejoramiento tecnológico, para que no dependamos siempre de la exportación de materias primas con bajo valor agregado, proceso que ha ayudado a mantener las enormes desigualdades, considerando que los beneficios de los términos de intercambio (cuando sube el precio del cobre por ejemplo) sólo son captados por los empresarios.
3) ¿Aplicará un sistema racional de regulaciones a los distintos mercados, para evitar los excesivos niveles de concentración, los cobros abusivos y la desprotección de los consumidores?
4) ¿Le dirá de una vez por todas a su Gobierno que la Nueva Encuesta de Empleo del INE, sirve para monitorear la calidad de los empleos y que el viejo análisis de sólo informar sobre la tasa oficial de desempleo y la variación de ocupados mes a mes está obsoleto? ¿Le dirá a la ministra del Trabajo que de los 518 mil empleos “creados” en los primeros 14 meses de gobierno, el 60% es por cuenta propia, familiar no remunerado, servicio doméstico o empleadores de empresas de menos de 5 trabajadores y del resto, el 100% del empleo asalariado es mercerizado? Finalmente, ¿le dirá a su gobierno que en la última medición marzo-mayo 2011, se llegó a la cifra récord de 712 mil subempleados?
Columna publicada en el blog de La Tercera