Por Gonzalo Durán, economista Fundación SOL
Desde fines del 2009, Chile pertenece a las grandes ligas de las estadísticas del trabajo, luego de que -como requisito para ser miembro de la OECD- nuestro país reemplazara el instrumento base para las mediciones de empleo y desempleo. Como resultado, surgió la Nueva Encuesta Nacional de Empleo (NENE), uno de los cuestionarios más completos a nivel mundial: 5 módulos, 64 preguntas y $1.500 millones al año de costo, casi el doble que antes.
Una de las particularidades de la NENE, es que permite capturar el fenómeno del subempleo, también llamado "desempleo de tiempo parcial". Gracias a ello, es posible identificar una franja importante de trabajadores que se encuentran con serios problemas de inserción laboral. De hecho, muchos de ellos son desempleados estructurales, aunque sólo por haber realizado pequeños trabajos de una o dos horas al día, no figuran como personas desempleadas.
Conceptualmente, la Organización Internacional del Trabajo, define el subempleo visible como una situación de precariedad, bajo la cual, una persona que se ocupa a tiempo parcial, desea y está disponible para trabajar más horas. Otros autores, como Susan Ek y Bertil Holmlund, lo llaman desempleo a tiempo parcial (Ek y Holmlund 2011). Para la OECD, se trata de trabajo a tiempo parcial "involuntario".
A la fecha, en Chile los subempleados/as suman 710.000 personas, donde la mayoría trabaja menos de medio tiempo. De hecho, cerca de un 11% de este total trabaja cinco horas o menos a la semana. Más importante aún, la encuesta arroja que un 50% trabaja en promedio 2,6 horas al día.
El problema del subempleo tiene una conexión directa con la desigualdad de ingresos. De acuerdo al informe de la OECD "Less income inequality and more growth - Are they compatible" (2012), las diferencias en el número promedio de horas trabajadas determinan parte importante de la desigualdad de ingresos entre trabajadores.
En este punto, es muy importante evidenciar que la creación de empleos por la vía del subempleo -y la invisibilización de este dato en la discusión pública- es una práctica muy peligrosa, o al menos impropia, para un país que busca el desarrollo a toda costa. Una persona que trabaja una o dos horas a la semana, y que luego permanece todo el resto desocupada, no puede quedar ajena de los planes de contingencia ante la crisis, ni de la política de seguro de cesantía, así como no debiese excluirse del grupo de afectados por los criterios de la Ficha de Protección Social.
Finalmente, el Informe Global de la OIT prevé que para el 2012 la economía mundial entrará en una fase de desaceleración y Chile no será la excepción. Ahora veremos si el flamante instrumento que mide el pulso en materia laboral, será usado en pos de buscar soluciones para el buen vivir de todos los chilenos, o si continuarán beneficiando a una pequeña elite.
Publicado en La Tercera