Por Gonzalo Durán/Investigador Fundación SOL
Parece raro hablar de sobre-educación en Chile. Justo considerando la compleja situación estudiantil, y cuándo desde diversos sectores se exige incrementar los niveles de escolaridad.
Pero, tal como tenemos un problema en la calidad de la educación, también existe uno al momento de hacer el match entre educación y empleo. Son muchas las personas que luego de haber salido de la educación superior, sólo consiguen puestos de trabajo que requieren una formación menor.
En efecto, hoy son más de 570 mil (casi la misma cantidad que la totalidad de las personas desempleadas), las personas que se encuentran sobre calificadas para sus trabajos y que en el caso de ser asalariados, se traduce en un obsequio de productividad extra para las empresas. Estas, la consumen, pero no la remuneran. Son los llamados subempleados profesionales, y van en aumento.
Ejemplos sobran: el abogado que termina trabajando de taxista, la socióloga que trabaja de mesera, el informático que trabaja sacando fotocopias, el dentista que vende seguros médicos, el ingeniero comercial que trabaja como cajero del metro, etc.
Es el subempleo profesional, ampliamente estudiando en Estados Unidos, México, los países OECD e incluso en Perú, más no en Chile. Valdría la pena entonces, señalarles (recordarles) a nuestras autoridades que la encuesta de empleo del INE, aquella que nos cuesta $1.500 millones al año ($700 millones más que la antigua versión), permite medir la no adecuación entre educación y empleo [1].
¿Qué pasa, que hoy este tipo de preocupaciones no se visualizan en las agendas ministeriales?, lamentablemente hace meses, nuestras autoridades reducen el análisis a la ya poco novedosa frase “hemos creado X puestos de empleo”. Se olvidan de la calidad, del subempleo visible, del desaliento, de la inadecuación entre escolaridad y trabajo, de los jóvenes que no estudian ni trabajan, se olvidan también que la encuesta del INE, fue modificada precisamente para medir y adoptar políticas públicas respecto a fenómenos como los anteriores, una exigencia de la OECD.
La no adecuación entre empleo y educación es un fenómeno creciente en los últimos meses y devela un problema de asimetría de información. Exhibe también una deriva en la estrategia laboral. Dan lo mismo qué profesionales necesita el país.
Genera también insatisfacción y en casos extremos la necesidad de migrar a otros países dónde efectivamente se pueda producir el “matrimonio” entre el nivel de educación alcanzado y los requerimientos del trabajo. Las banana republics, son famosas por practicar la fuga de cerebros.
Al revisar algunos datos sobre el perfil de la no adecuación empleo-trabajo en Chile, se aprecia mayor vulnerabilidad en el sector terciario. En efecto, trabajar en el sector financiero, aumenta la probabilidad en casi un 20% de padecer de subempleo profesional [2] (todo lo demás constante), mientras que trabajar en servicios sociales y de salud, provoca un aumento cercano al 15% de caer en condición de subempleo profesional.
La reforma educacional requiere también de garantías que doten mayor coherencia entre educación y oportunidades de ejercerla.
Se necesita que educación y trabajo busquen mejoras en perspectiva. En esta tarea, la coordinación entre trabajadores y estudiantes es crucial. No nos olvidemos que educación y trabajo son las puntas de lanzas para la transformación social.
Columna publicada en el blog de La Tercera
NOTAS:
1] El do file en STATA que permite hacerlo es una adaptación del método de Clogg, C., y J., Shockey (1984) “Mismatch Between Occupation and Schooling: A Prevalence Measure, Recent Trends and Demographic Analysis”, Demography, Vol.21, N° 2 (May, 1984), pp. 235-257. Se realiza la siguiente instrucción para cada categoría ocupacional. La fuente del do file es Fundación SOL:
egen prom1=mean(esc) if B1==1 /// egen desv1=sd(esc) if B1==1 ///tab B1 [iw=FACT] if B1==1 & esc>=prom1+desv1
[2] Basado en un modelo Probit, donde la variable dependiente es 1 si es subempleado profesional y 0 si no.