Por Valentina Doniez, antropóloga Fundación SOL
Publicada en El Desconcierto
En el marco de la discusión sobre la Reforma Laboral, que está en su segundo trámite constitucional en el Senado, urge preguntarse por el contexto de las condiciones de trabajo en Chile y por casos emblemáticos que están sucediendo en estos momentos.
No deja de ser contradictorio que el proyecto enviado por el gobierno se denomine de “modernización” de las Relaciones Laborales pero hace algunos días hayamos presenciado la salvaje represión a una protesta laboral, donde fue muerto por Fuerzas Especiales un trabajador subcontratado de CODELCO: Nelson Quichillao. Lejos de la modernización, este hecho hace recordar a fines del siglo XIX cuando los trabajadores comenzaban a formar sus sindicatos que se alzaban contra las paupérrimas condiciones que los capitalistas querían imponerles. Los patrones contrataban guardias privados como la Agencia Pinckerton para infiltrarse y enfrentarse con armas. Muchos trabajadores en el mundo fueron asesinados en esa época, pero también se conquistaron muchos derechos.
El gobierno, entonces, por un lado tiene un discurso de fortalecimiento de los derechos colectivos de los trabajadores y la modernización de las relaciones laborales, pero por otro, envía a Carabineros como si fueran guardias de una empresa, para abatir a los trabajadores.
El contexto en el que ocurrió este hecho es la movilización de los trabajadores subcontratados de CODELCO, organizados mayoritariamente en la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC). Éstos plantean legítimamente que la empresa mandante se siente en una mesa de negociación para conversar sobre sus condiciones laborales. Como antecedente, CODELCO suscribió, junto con la asociación de empresas subcontratistas (AGEMA), un Acuerdo Marco en 2007 para mejorar las condiciones de dichos trabajadores, el cual se encuentra amparado en los Convenios de la OIT suscritos por Chile. Este Acuerdo fue renovado en 2009, 2011 y 2013.
Lamentablemente, ni en 2007 ni hoy la situación ha sido fácil para los trabajadores ya que la empresa mandante ha hecho todo por eludir su responsabilidad. Tiene, por supuesto, las leyes del trabajo a su favor, ya que sólo garantizan la negociación por empresa, además del uso de la policía.
Cabe notar que la violencia policial al servicio de las empresas no es nada nuevo ni un hecho aislado, sino que responde a una política de Estado. Hace días que las faenas mineras se encuentran rodeadas de Fuerzas Especiales, amedrentando a los trabajadores. Tanto es así que el día anterior del asesinato de Quichillao un bus de Carabineros chocó un transporte con subcontratistas, dejando varios lesionados. Tampoco podemos olvidar la muerte de Rodrigo Cisterna el año 2007, en las mismas circunstancias, cuando participaba de movilizaciones de los trabajadores subcontratistas forestales.
Pero ha sido la unidad de los trabajadores y la legitimidad de sus demandas lo que ha permitido en el pasado doblarle la mano a las normas. En este proceso, la intransigencia de las empresas ha sido combatida con acciones directas. Es por esto que, luego que la CTC solicitara formalmente la mesa de negociación el 6 de julio y que no recibieran más que negativas, recién el 21 de julio hicieron un llamado a movilizarse en las distintas divisiones, realizando marchas, mítines y también ocupaciones, haciendo uso de su derecho a huelga laboral. Porque finalmente ese es el último recurso al que pueden acceder los trabajadores para negociar con su empleador. Frente a la violencia de la negación, la fuerza del paro.
Pero las tomas de carretera y paros, que pueden ser fuertemente criticados por algunos, deben ponerse en el contexto más amplio de la violencia cotidiana a la que son sometidos los trabajadores.
Lo que tenemos hoy en Chile es un contexto de profunda desigualdad y de precariedad generalizada de las condiciones laborales: el 74% de los trabajadores gana menos de $400.000 líquidos mientras que el 1% de la población se lleva el 30,5% de los ingresos totales del país.
Por otro lado, existen casi 1 millón de asalariados externos (subcontratación y suministro) que en promedio, ganan 20% menos que los trabajadores contratados directamente, brecha que supera el 50% en sectores como Minería, Comercio e Intermediación Financiera, entre otros. En la Minería cerca del 60% de sus trabajadores es subcontratado, lo que se asocia a peores condiciones de trabajo y menores posibilidades de organización. Para el caso de CODELCO, el 71% de sus trabajadores son externos, quienes ganan cerca de la mitad (según señala el mismo Gerente de CODELCO) y no cuentan con los mismos beneficios. Los gerentes de la empresa, por su lado, ganan entre $126 y $271 millones líquidos anuales cada uno.
La negociación de 2007 de la CTC fue, entre otras cosas, para garantizar que los trabajadores subcontratistas subieran en buses y no agolpados en camiones, tuvieran una mejor alimentación y vestuario y pudieran acceder a bonos según resultados. Fue para conseguir condiciones mínimas dignas para los trabajadores y hoy se espera seguir ampliando y mejorando ese Acuerdo Marco.
Esto nos muestra que, en un contexto adverso como el chileno, sin la paralización o afectación de la producción, los trabajadores tienen casi nulas herramientas para demostrar al empresario su relevancia. Sin la negociación más allá de la empresa, que permite que trabajadores de un mismo rubro se organicen de manera conjunta para exigir mejoras, la fuerza de los trabajadores es menor.
Pero las tomas de carretera y paros, que pueden ser fuertemente criticados por algunos, deben ponerse en el contexto más amplio de la violencia cotidiana a la que son sometidos los trabajadores.
Cuando hablamos de huelga o negociación ramal es importante alejarse de las caricaturas que quieren montar los gremios empresariales, muy difundidas por diversos canales de comunicación. Para ellos, los dirigentes sindicales son movidos por intereses personales, alejados de las bases, y fuerzan negociaciones por sobre de las condiciones reales de la empresa que las llevan a quebrar. El único sindicato que se permite es aquel que se encierra en la empresa y colabora con el empresario. Pero si se repasa el discurso de muchos dirigentes, por ejemplo de la CTC, no hay en ellos el odio o el deseo de destruir la empresa sino la lucha por condiciones dignas y por la distribución de la riqueza producida.
En estos días CODELCO ha difundido su disposición a formar una mesa de diálogo con 3 organizaciones sindicales y las empresas subcontratistas. Pero este no deja de ser un golpe más a los subcontratistas ya que se niega a reconocer que se trata de una negociación colectiva real para definir un nuevo Acuerdo Marco, lo cual ha sido denunciado por los mismos trabajadores.
Lo que evidencian los hechos es que hay un espacio demasiado grande para la arbitrariedad empresarial que ha permitido la extrema acumulación a costa de los trabajadores. En este contexto, la violencia cotidiana de los bajos salarios, de la alta desigualdad, de las precarias condiciones de higiene y seguridad, sumada a la violencia física ejercida por la fuerza pública no puede quedar sin respuesta de parte de las organizaciones de trabajadores. Hoy su lucha es por mayor justicia y no por destrucción.
Si el gobierno no es capaz de entender estas cuestiones tan básicas, tendremos nuevamente una reforma laboral a la medida de los empresarios y los trabajadores seguirán recibiendo los golpes y las balas.