Por Gonzalo Durán/Investigador Fundación SOL
Como todos los meses de junio, el Gobierno junto a la CUT intercambian puntos de vista sobre incrementos en el sueldo mínimo, para luego dejar en manos del parlamento la decisión final. Ese es el sistema de fijación de salarios mínimos que se usa en Chile y dentro de la tipología mundial se conoce como el modelo de decisión parlamentaria.
Las otras dos alternativas de fijación de salarios mínimos existentes en el mundo son: a través de un proceso de negociación colectiva en mesas bi o tripartitas, o, a través de un modelo de decisión gubernamental con participación vinculante de los actores sociales (mediante procesos de consulta nacional, por cierto, sideralmente diferentes al comité de expertos convocado el pasado año por el Presidente Piñera).
Al respecto, los datos muestran, de manera irrefutable, que los mejores resultados se obtienen con sistemas de consulta tipo negociación colectiva. Les siguen los procesos de consulta a los actores sociales y en último lugar, aquellos sistemas dónde la decisión final cae en manos de los legisladores. Las diferencias son evidentes, de acuerdo a un estudio internacional del economista italiano Tito Boeri, publicado en 2009, el sistema de fijación de salarios mínimos basado en negociación colectiva obtiene en promedio casi un 50% más de efectividad que aquel basado en los legisladores. De hecho, de acuerdo a Boeri, en Chile el salario mínimo como proporción del salario promedio es de 33,2%, mientras que los países que fijan sus salarios mínimos vía negociación colectiva obtienen, en promedio, un índice de 45%. Contundente conclusión de Boeri.
Claramente, nuestro sistema de fijación de salarios mínimos no es sino otro triste ejemplo del piloto automático que se hace presente en ciertas instituciones laborales claves, como sindicalismo, negociación colectiva y gratificaciones, donde jamás se cuestiona si hay otras alternativas, sin reflexión de su antidemocrático o ya obsoleto origen.
Convendría pues, que la decisión del incremento en el salario mínimo volviese a los trabajadores y dejara de ser una discusión sin sustancia, que al final queda al arbitrio de los parlamentarios. En ese clan, en la llamada clase política, tan alejada de la realidad laboral, tan alejada de los $172.000 pesos mensuales, difícilmente se le dará la importancia que merece.
No es aceptable bajo ningún punto de vista, que debamos bajar la cabeza y acomodarnos al sistema de fijación de salarios mínimos que entrega los peores resultados. Se debe ir más allá y superar la mediocridad que abunda cuando se trata de derechos laborales.
Cuestionemos las instituciones, no las naturalicemos, dudemos de las decisiones del pasado, Chile puede y debe avanzar hacia un sistema más democrático en la fijación del salario mínimo. Busquemos nuevos modelos y detengamos ese piloto automático que tanto daño le hace a la clase trabajadora.
Columna publicada en Blog de La Tercera