Columna de opinión publicada el 17 de junio 2011 en Red Seca
Por Gonzalo Durán, investigador Fundación SOL
El mes de junio es el mes del salario mínimo. O al menos debería serlo. Lo cierto es que de discusión es poco lo que se ve, y año tras año se repite un ritual que pide a gritos ser más participativo. En esta idea, desde la Fundación SOL, ha comenzado una campaña por un salario mínimo que permita alcanzar el desarrollo. Como parte de ella, la presente columna, aborda un tema específico, pero muy manoseado por estos días: “En términos comparados, ¿es alto el salario mínimo en Chile?”. Veamos que sucede.
A nivel internacional, existen al menos tres indicadores: salario mínimo nominal en dólares y ajustado por poder de compra, salario mínimo como proporción de la línea de pobreza y el Índice de Kaitz con sus tres derivaciones (respecto al salario promedio, salario mediano y valor agregado por trabajador). Dependiendo de las particularidades de cada país la OCDE recomienda seguirlos complementariamente. Repasemos que pasa en nuestro país:
1.- El salario mínimo nominal en dólares
Es un indicador que da información de fácil comprensión. Para controlar por capacidad adquisitiva, la medida se ajusta por Paridad de Poder de Compra (PPP). Según los datos del Informe Mundial de los Salarios de la OIT (2010/2011), los países industrializados tienen un salario mínimo promedio de US$ 1.306 (cerca de $653 mil pesos chilenos a un tipo de cambio de $500). En los países que tienen un PIB per cápita mayor a US$20.000 el promedio de su salario mínimo es US$ 1.250. Si nos concentramos en la cola inferior de este grupo de países (los que tienen un PIB per cápita entre 25 mil y 20 mil dólares), podemos observar el caso de Portugal (país al cual Chile ha colocado como benchmark para alcanzar el desarrollo en el año 2018), con un salario mínimo de US$ 618. En tanto, Eslovaquia con US$ 21.000 de PIB per cápita, tiene un salario mínimo de US$ 855.
Nuestro país, para acercarse a estos valores debería aumentar su salario mínimo en más de un 75% en un mediano plazo, considerando que actualmente registra un mínimo de 400 dólares ajustado por poder de compra.
2.- Salario mínimo como proporción de la línea de la pobreza
Se trata de una medida que intenta reflejar el poder de compra que tiene el salario mínimo en término de canastas de necesidades básicas. Este indicador suele utilizarse en países donde existe línea de pobreza absoluta (como es el caso de la mayoría de los países subdesarrollados o de ingresos medios). Sin embargo, no es posible tener el dato comparativo en el caso de los países industrializados, pues en ellos, la pobreza se mide en términos relativos. No obstante, al realizar un ejercicio de simulación se concluye que en dichos países el monto del salario mínimo cubre holgadamente la cesta de necesidades básicas para una familia promedio.
En el caso chileno, de acuerdo a los datos de la encuesta CASEN 2006, el salario mínimo cubría 2,9 veces la línea de la pobreza. En ese entonces, comparando con los países de la región, el indicador se situaba entre los más altos. Con datos de CASEN 2009, la proporción cae a 2,54 líneas de pobreza. En el caso específico de este indicador, el punto débil se encuentra en la medición de la línea de pobreza, que como se ha visto se encuentra sub-estimada en Chile. Al respecto, el propio Ministro de Hacienda Felipe Larraín proponía en 2008 un cambio sustantivo en el cálculo de la línea de pobreza (Larraín, 2008).
3.- Índice de Kaitz
Este indicador es uno de los más conocidos y su versión más clásica es cuando se computa de acuerdo al salario promedio, esto es, cuál es el salario mínimo como proporción al salario promedio. Chile, de acuerdo a los datos CASEN 2009, tendría un Kaitz a salario promedio de 0,32. Bastante menor a los ratios de los países industrializados dónde el promedio superaría a 0,5. En Boeri (2009), se muestran los casos de Francia (0,6), Australia (0,58) y Portugal (0,56) entre otros.
El Índice de Kaitz en su versión salario promedio, tiene la debilidad que no controla por la dispersión en la distribución de ingresos. En este sentido, países con mucha desigualdad económica tendrían un alto valor en el salario promedio. En estos casos el Índice de Kaitz ajustado por salarios medianos es más adecuado.
En la versión salarios medianos, el índice de Kaitz para Chile utilizando los datos de la Encuesta CASEN 2009, llega a 0,55. De acuerdo a este indicador se dice que Chile tendría uno de los salarios más altos de los países de la OCDE. Sin embargo, el talón de Aquiles del Kaitz, versión salarios medianos, es precisamente la situación que se da cuando los países enfrentan salarios medianos muy bajos. Este es el caso de Chile dónde por ejemplo la diferencia entre salario promedio y salario mediano es de casi un 75%, con un nivel de salarios que se concentra en los $221.000 en el caso de los asalariados de empresas privadas (Fundación SOL).
Sin embargo, Saget (2008) entrega valiosos aportes al debate mediante el uso de una tercera derivada del indicador de Kaitz. En este caso, es el salario mínimo como proporción del PIB per cápita mensual, todo ajustado por poder de compra (el ratio también es conocido como la razón salario mínimo a valor agregado por trabajador). De acuerdo al documento, los salarios mínimos son incorrectamente fijados, cuando los países obtienen ratios inferiores a 0,3 (mini-salario mínimo) o superiores a 0,6 (maxi-salarios mínimo). Entre ambas cotas, existe espacio de movimiento para la fijación. De acuerdo a dicho indicador, Chile tendría 0,34 ajustando por los resultados de la última encuesta CASEN 2009. Es decir, se ubicaría en el extremo inferior del rango de movimiento recomendado por la OIT.
Comparando con otros países, en esta versión del Índice de Kaitz, Chile tendría un ratio muy por debajo de otros países, y de la mayoría de los países industrializados miembros de la OCDE (Alemania (0,64), Francia (0,61), Noruega (0,6), Suecia (0,56) y Bélgica (0,6) por nombrar algunos).
Para la autora, los salarios mínimos muy altos (maxi-salarios mínimos), son aquellos que superan el 60% del valor agregado por trabajador. Países que fijan sus salarios mínimos en un rango superior, fracasan o tienen muchas dificultades con el incumplimiento de la ley al tiempo que perjudica el desarrollo de la negociación colectiva.
Por otra parte y tomando los resultados de Saget (2008), pasar bruscamente a un nivel de maxi-salario mínimo aumenta la probabilidad de tener una elasticidad empleo-salario mínimo negativa, es decir, resultan peligrosos en cuanto podrían afectar los niveles de empleo en la economía, a través de la clásica línea de transmisión dónde mayor salario mínimo afecta a los empleos menos calificados (defendida por Hammermesh, 1993). Este razonamiento para el índice de Kaitz es presentado por Castro (2009).
En conclusión, nuestro país tiene amplio espacio para avanzar en cuanto al salario mínimo. Existe evidencia (expuesta en otras opiniones de la misma Fundación SOL), dónde se desdramatiza los supuestos impactos en materia de empleo y presiones inflacionarias. En lo relativo a compararnos con los países OCDE, aún estamos muy rezagados, aún queda mucho por hacer. En cuanto al salario mínimo no es momento de celebrar, Chile requiere un plan riguroso para lograr el anhelado desarrollo que incluya a todas y a todos, en especial a los que menos tienen.