Por Loreto Soto, Radio Universidad de Chile
Mientras en Aysén miles de familias están postulando a la entrega del bono para la leña anunciado por el Gobierno, que corresponderá a un subsidio de 100 mil pesos, sólo cuatro hogares acaparan una fortuna que llega a los 40 mil millones de dólares, es decir, cerca del 20 por ciento del Producto Interno Bruto nacional (PIB).
Así lo confirmó a principios de este mes, el conteo realizado por la revista Forbes que ubicó a los grupos económicos liderados por los Luksic, Matte, Paulmann y Angelini, dentro de los más acaudalados del mundo.
Un contraste que da cuenta de las profundas inequidades en las que se encuentra sumido el país, cuyos síntomas ya han sido confirmados por distintas cifras. Y es que mientras Chile sólo genera cerca del 0,3 por ciento del PIB mundial, se ubica en el noveno lugar en relación a la producción de multimillonarios, sólo superado por países como Estados Unidos, Rusia, Alemania, Brasil y Francia.
De hecho, el monto total de las fortunas producidas los multimillonarios nacionales equivale al gasto proyectado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para atender las emergencias por desastres naturales en el mundo. Además, corresponde a todos los recursos ofrecidos por la Unión Europa para la recuperación de los países de la Primavera Árabe.
Las diferencias son tan abismantes que, según datos de la Fundación Sol, el 60 por ciento de los chilenos tiene un ingreso per cápita anual de 3 mil 500 dólares, al nivel de Filipinas, Indias y Mongolia y muy por debajo de los 16 mil dólares que se estiman para nuestro país para el 2012. En el otro extremo, el 1 por ciento más rico posee ingresos per cápita de 64 mil dólares anuales, como Singapur o Noruega, mientras que el 0,1 por ciento de mayores recursos llega a un per cápita de 112 mil dólares.
Según los investigadores de la organización, este escenario se explicaría por el sistema de AFP que logró inyectar recursos frescos para capitalizar a las grandes empresas. Por otro lado, el régimen tributario vigente en la actualidad permite a las grandes compañías pagar menos impuestos en términos relativos que sus propios empleados, a través de de créditos y exenciones. A esto se suma la privatización de los servicios públicos y de la explotación de recursos naturales como el cobre y, finalmente, un modelo de relaciones laborales que consagra los bajos salarios e impide a los trabajadores la disputa de las utilidades a través de mecanismos como la negociación colectiva.
Por lo mismo, especialistas advierten sobre la necesidad de establecer una reforma tributaria real, que ayude a una mayor recaudación para financiar beneficios sociales, además de emparejar la cancha a respecto de la distribución de los ingresos.