Para lograr una comprensión adecuada del deterioro de la formalidad del empleo no basta el empleo por cuenta propia, así como no basta observar el conjunto del empleo informal para dar cuenta de las condiciones materiales de la fuerza de trabajo. Se requiere de una mirada pormenorizada sobre las estrategias de los hogares para mantener su vida material en distintos espacios, incorporando aspectos clave como el acceso al crédito o la capacidad de producción para el autoconsumo en el mundo rural.
La incidencia de los empleos por cuenta propia sobre el total de puestos de trabajo creados en la economía es una de las cifras más comentadas por la prensa y los analistas del mundo del trabajo. La última entrega de las cifras oficiales de empleo, correspondiente al trimestre Febrero-Abril de 2017 no fue la excepción, al registrarse un aumento de 5% en el empleo por cuenta propia respecto al mismo trimestre de 2016. Pero, más allá de esta cifra, ¿qué significa un incremento de las y los “cuentapropistas”?
Un primer aspecto a considerar dice relación con la asociación entre empleo por cuenta propia e informalidad. Los datos de la cuarta Encuesta de Micro Emprendimiento (EME4, realizada el año 2015 por el Ministerio de Economía) señalan que de cada 10 trabajadores por cuenta propia, aproximadamente 6 trabajan en la informalidad. Los empleos por cuenta propia son en su mayoría empleos relacionados con la economía de los hogares: un 31,7% de quienes se emplean por cuenta propia trabaja en su propia vivienda (de los cuales un 17% lo hace sin una instalación especial), un 23,8% trabaja en el hogar del cliente, un 11,4% se ocupa en la calle y un 10% lo hace en un vehículo. Como contrapartida, sólo un 14,6% del total de trabajadores/as por cuenta propia a nivel nacional trabaja en una oficina, fábrica, local o taller.
Se trata además de ocupaciones que generan bajos ingresos. Un 54,7% de quienes se empleaban por cuenta propia al momento de aplicación de la encuesta, declararon obtener ingresos de $225.000 o menos. En definitiva, son de emprendimientos endebles, con escasa capacidad de proyección en el tiempo y difíciles condiciones de trabajo.
De ahí que en la mayoría de los análisis sobre el empleo por cuenta propia ponderen su aumento o disminución en directa relación con la formalidad del mundo del trabajo. Sin embargo, hace más de una década que organismos internacionales y estadísticos del trabajo advierten sobre la relevancia de mirar más allá del “sector informal” para abarcar la real magnitud del empleo calificado como tal. Esto, pues se reconoce que incluso en los sectores más productivos de la economía es posible encontrar las características del empleo informal, sobre todo en el actual contexto económico mundial.
Actualmente en Chile cerca de un 21,3% de las personas ocupadas trabaja como cuenta propia, lo que equivale –aproximadamente- a 1.751.760 personas a nivel nacional. De ellas, 1.431.135 corresponden a trabajadores por cuenta propia no profesionales que, de acuerdo al criterio más extendido para definir el sector informal*, corresponden a empleos informales. A estos trabajadores del mundo independiente, se agregan las múltiples formas de trabajo asalariado en que no se respetan las disposiciones del estatuto formal del empleo. Por ejemplo, actualmente, cerca de 1.071.783 personas trabajan como subordinadas independientes, es decir, como trabajadores que, empleándose como asalariados, o no tienen un contrato de trabajo o boletean, relacionándose con su empleador mediante un contrato comercial. La categoría de subordinados independientes o falsos asalariados alcanza aproximadamente un 13% del total de los ocupados.
A este grupo se agregan otros tipos de empleos informales, como el subcontrato. Actualmente unas 964.775 personas se emplean en este tipo de relaciones triangulares de trabajo, abarcando un 16,9% del total de personas asalariadas a nivel nacional. Considerando estas formas de empleo, además de las categorías de familiar no remunerado, empleadores del sector informal, independientes encadenados (trabajadores independientes “enganchados” a una gran empresa que determina aspectos clave de la producción, como el qué y cómo producir) y aquellos trabajadores con contrato pero sin cobertura en prestaciones laborales básicas, se tiene que prácticamente la mitad de la fuerza de trabajo se emplea en la economía informal.
Desde esta perspectiva, tiene sentido asociar el aumento del empleo por cuenta propia con un deterioro de la formalidad del empleo. No obstante, reducir el análisis de la informalidad a la fluctuación del empleo por cuenta propia resulta un ejercicio extemporáneo y reduccionista, que oculta la real dimensión de la economía informal en Chile.
Un segundo aspecto clave, desde una perspectiva histórica, tiene que ver con la tendencia de asalarización de la fuerza de trabajo que, junto con el mayor dinamismo del empleo femenino, caracteriza la fisonomía de los empleos creados en décadas recientes. Así, entre 1990 y 2016 la proporción de asalariados sobre la población económicamente activa (PEA) creció un 26,4%. Esta salarización ha ido de la mano del incremento de los empleos en la economía informal, que en el caso de las mujeres representan 6 de cada 10 empleos creados en los últimos 7 años.
Un tercer aspecto determinante para ponderar el impacto del empleo por cuenta propia tiene que ver con la baja tasa de participación laboral que se observa en el mundo del trabajo. Actualmente, del total de personas en edad de trabajar, sólo 6 de cada 10 participan de la actividad económica. La tasa de ocupación se sitúa en torno a un 55,5%, lo que significa que si reunimos a 100 personas en edad de trabajar, sólo 56 de ellas están ocupadas. Este dato es significativo para interpretar el comportamiento del mundo del trabajo, que representa sólo una de las formas en que los hogares reproducen su vida material cotidiana. Basta recordar que en el país, la cantidad de personas endeudadas (11.207.665, de acuerdo a DICOM-Equifax) supera con creces la estimación de las personas que tienen un empleo (8.207.860 de acuerdo a la última versión de la Encuesta Nacional de Empleo).
De esta forma, para lograr una comprensión adecuada del deterioro de la formalidad del empleo no basta el empleo por cuenta propia, así como no basta observar el conjunto del empleo informal para dar cuenta de las condiciones materiales de la fuerza de trabajo. Se requiere de una mirada pormenorizada sobre las estrategias de los hogares para mantener su vida material en distintos espacios, incorporando aspectos clave como el acceso al crédito o la capacidad de producción para el autoconsumo en el mundo rural. Despejar el clima setentero del debate sobre los trabajos por cuenta propia y el sector informal, contribuiría a avanzar en esta dirección.
*Actualmente la Encuesta de Micro Emprendimiento permite observar el porcentaje de estas empresas que pertenece al sector informal al no completar los registros del SII. Como esta variable no existe en la Encuesta Nacional de Empleo, se utiliza el método más extendido a nivel mundial, que consiste en considerar como informales al conjunto de trabajadores por cuenta propia no profesionales.