Por Gonzalo Durán/Investigador Fundación SOL
¿Quién crece cuando Chile crece?, es una pregunta que debe cobrar relevancia cada vez que aparece una nueva cifra del Imacec.
Se han dado a conocer los últimos datos y Chile ha crecido un 8,4% en el primer semestre de 2011. Como bien lo señala el ministro Larraín, se ha superado la baja base de comparación de los meses terremoteados y ahora el crecimiento es más exigente, más robusto.
El dato, muy alentador como dirán los analistas, deja entrever, no obstante, un panorama gris: la torta en Chile crece, pero no se reparte. O si se quiere: se reparte, pero entre los mismos de siempre. Eso se refleja en datos de la encuesta CASEN 2009, que muestra que las personas que pertenecen al 5% más rico ganan 833 veces lo que obtiene el 5% más pobre.
Misma cosa sucede en Estados Unidos. En efecto, según datos del Economic Policy Institute, entre 1990 y 2008 el 10% más rico se llevó el 95% del crecimiento del país. De hecho, durante la administración de George W. Bush, entre 2002 y 2008, la totalidad del crecimiento fue a dar al 10% más rico (Fuente: “When income grows, who gains?”).
La desregulación de los sistemas financieros unido a una pérdida progresiva del rol de las instituciones que apuntan a distribuir los ingresos generados en el seno de la relación laboral, suenan como los elementos más potentes a la hora de explicar aberrante realidad.
Chile, experimento neo-liberal en la década de los 80’, sembró esa realidad que hoy palpamos como nuestra. Y es que no importa que el país crezca al 6%, al 8% o al 10%, quienes se apropian de ese excedente son un puñado de familias que no representan a más allá del 5% de la población. De hecho, y haciendo una analogía con los análisis del Economic Policy Institute, si tuviésemos que estimar cuanto de este 8,4% de crecimiento interanual llega al chileno medio, nos encontraríamos que al menos las ¾ partes de ese crecimiento se va al bolsillo de los más ricos de este país. Del 10% más rico. La inmensa mayoría de los chilenos no lo palpa.
La vieja teoría de Simon Kuzntes que hablaba del chorreo, y que la desigualdad era buena en los primeros estadios del desarrollo, provocando luego que los ingresos chorrearan hacia las clases menos acomodadas, nunca llegó, falló. Pero, todavía hay quienes creen que con el simple hecho de generar más empleos la desigualdad se extinguiría, aunque la evidencia diga todo lo contrario.
En las economías más avanzadas, ni el pleno empleo ni el crecimiento sostenido han podido hacer de las sociedades, lugares más igualitarios. Chile con un gini de 55 antes de impuestos y transferencias, avanza tan solo 1,5 o a lo más 2 puntos con política fiscal. Las economías desarrolladas y casi la totalidad de los países de la OECD lo reducen en más de un 40%. Basta ver lo que pasa en Alemania, Portugal e Inglaterra. En el primero, el gini pasa de 55,9 a 29,9. Portugal tiene un gini bruto de 59 y lo deja en 35,8 luego de impuestos y transferencias.
En otros casos, como los países escandinavos, la incidencia de los sindicatos y la negociación colectiva unida a políticas redistributivas inducidas por impuestos, logran igualmente, bajar el gini de niveles cercano al 60, para dejarlo entre los más bajos del mundo en rangos entre 25 y 30 [1].
Por tanto, como se ve, no basta con crecer, Chile necesita una política nacional contra la desigualdad, que explicite de manera realista, con acciones concretas, qué se debe hacer para que cuando se escuche una bonita cifra de Imacec, no sean solo los políticos de turno y la alta clase empresarial los que se bañen en felicidad.
[1] Todos los datos para los coeficientes de gini correspoden a actualizaciones entre 2006 y 2008. La fuente es la base de datos de la Southern Illinois University.
Columna publicada en Blog del autor en La Tercera