Por Gonzalo Durán / Marco Kremerman, Fundación SOL
Cada vez que uno revisa las instituciones y las políticas públicas en Chile, da la impresión que más nos parecemos a una gran hacienda o a un fundo que a un país plenamente democrático e inclusivo. Este es el caso del Sistema Tributario Chileno, una institución que se configura luego de sendas reformas llevadas a cabo en 1974 y 1984 en plena dictadura militar y que obedece a la filosofía de que pagar impuestos es una molestia y casi un robo por parte del Estado. Más bien cada uno debe batírselas como pueda en el mercado y los frutos del éxito individual deben ser capitalizados individualmente.
Por tanto no es de extrañar que hoy nos encontremos con un sistema tributario capturado completamente por la elite (en línea con los aportes de los economistas Daron Acemoglu y James Robinson en su reciente libro Why Nations Fail), lleno de espacios y posibilidades para que, quienes ganan más, paguen lo menos posible.
En este sentido, no nos sorprende la información que entrega la excelente investigación de The Clinic, que nos muestra como la elite nacional utilizó el resquicio de la compra de empresas con pérdidas con el sólo objeto de no pagar impuestos o pagar lo menos posible.
Si bien el año 2001 el Servicio de Impuestos Internos restringió la norma que posibilitaba este tipo de prácticas, hoy en día, son múltiples las formas que tienen los dueños de las grandes empresas para postergar el pago de impuestos hasta la eternidad o simplemente realizar gimnasia tributaria para que su carga impositiva sea menor. El famoso (pero jamás modificado) Fondo de Utilidades Tributables (FUT), el Global Complementario que permite que los impuestos que pagan las empresas sirvan como crédito para los dueños de estas, los precios de transferencias que utilizan los grandes holdings para la compra y venta de bienes y servicios entre sus distintas empresas o razones sociales, o préstamos especiales para los dueños y/o accionistas son un fiel reflejo de ello.
Veamos el siguiente caso: Dos empresas: “A” y “B”, tienen dueños distintos, “A” tiene ganancias, “B” tiene pérdidas. “A” paga impuestos de un 20% de las utilidades. “B” al tener pérdida está eximida del pago de impuestos, incluso, puede recuperar, esto es, que el fisco le entregue dinero. Si ahora suponemos que “A” y “B” son del mismo dueño, y “A” tiene ganancias y “B” pérdidas, las pérdidas de “B” sirven de crédito para “A” e incluso se pueden compensar completamente, eximiendo de pago de impuestos al grupo de empresas: las pérdidas se comen las ganancias. Es un elemento que se debe tomar en cuenta.
Otra situación: Generar un préstamo o crédito a una sociedad perteneciente al dueño o socio, o un préstamo directo, a tasa de interés “cero” y pago en cuotas. El préstamo se puede pagar o no pagar. En el primer caso, todo el rendimiento del dinero es ganancia para el dueño, es decir, se dispone de capital de trabajo fresco para invertir en un depósito a plazo (por ejemplo). Si el préstamo no se paga, la ganancia es triple: reduce la base para el pago de impuestos, gana por el rendimiento del dinero en una inversión paralela y tercero, retira el dinero a la usanza de una Zona Franca: Tax Free.
La propuesta del Gobierno no apunta a corregir ninguno de estos temas de fondo y el sistema tributario sigue siendo un traje hecho a la medida para la elite, la cual prefiere la entrega de bonos focalizados y puntuales en vez de pagar impuestos que permitan financiar y construir un sistema universal de derechos (educación, salud, previsión) de calidad. De esta forma tal como hoy ocurre, Chile seguirá siendo tan desigual, antes como después de impuestos (Su coeficiente de Gini se mantiene en 55), mientras los países de la OECD logran reducir su desigualdad hasta en un 50% (El Gini de Alemania, por ejemplo, después de impuestos baja de 55 a 30). ¿Estamos de acuerdo con esto?
@lafundacionsol
Publicada en The Clinic