Por Alexander Páez/Investigador Fundación SOL
En su boletín correspondiente al último trimestre móvil marzo-mayo 2011, el INE recalca como positivo el 47,4% de participación económica de las mujeres en el mundo del trabajo. Destaca “el dinamismo” de la ocupación y de la participación en los últimos doce meses con un aumento del 10,2% y 8,2% respectivamente. Mucho más alto que el de los hombres sólo fue de un 4,6% de variación de la ocupación y un 2,7% de la participación.
Las conclusiones serían que las mujeres están dinamizando la economía laboral, vía aumento de la ocupación y la participación. Por lo tanto, las cifras, nos dice el gobierno, son excelentes: más mujeres se están integrando a producir ingresos.
Aún así, en una economía como la chilena, altamente concentrada en sus “mercados laborales”, segmentada productivamente y desprotegida laboralmente ¿cuál será la realidad si indagamos en los atributos de sus puestos de trabajo?
Para responder tal pregunta, tenemos la Nueva Encuesta Nacional del Empleo, que permite indagar en indicadores más complejos y detallados que den cuenta de la complejidad de los trabajos en economías e instituciones laborales como la nuestra. Es la encuesta oficial de la nación, la misma que permite las alegrías por tales cifras, al parecer muestra también datos negros si entramos al detalle de los análisis.
Para el trimestre móvil marzo-mayo 2011, sólo el 38% del total de ocupadas mujeres tiene un contrato escrito indefinido, con protección y derechos laborales. Si tomamos sólo en cuenta a las mujeres asalariadas, las cuales suponen todos estos derechos y protecciones, encontramos que un 34% de ellas, está completamente desprotegida frente a un 27% de hombres. La mayor parte de tal desprotección corresponde a mujeres que tiene una subordinación independiente, es decir, sujeción a una jornada laboral con obligaciones de un asalariado típico, pero sin ningún tipo de regulación laboral que vele por sus derechos.
El 85% de las mujeres bajo subordinación en condición de independiente se desempeña en el sector servicios, principalmente en comercio, servicios personales y del hogar. El 37% de las mujeres que se dedica a personal de servicio doméstico no tiene ningún tipo de contrato laboral, ni nada que asegure los beneficios de contar con una dependencia económica de un empleador.
Incluso, tales cifras podrían estar matizadas, ya que se podría argumentar que son “ingresos complementarios” al hogar, que siempre suman y ayudan. Pero para corroborar ello, observemos la composición de las mujeres que son proveedoras principales en el hogar. El INE define esta condición, como toda persona de 15 años y más que los últimos 6 meses haya contribuido con la mayor cantidad de los ingresos del hogar. Por lo tanto, supone una jefatura de hogar económica central para la mantención de las familias.
Según el último trimestre revisado, el 76% de las mujeres de la población en edad de trabajar declara ser proveedora principal. Más de 1 millón 300 mil, no están trabajando. Esta realidad que de por sí ya es grave, es aún más preocupante si observamos la composición de las que sí están trabajando.
El 26% de las mujeres que son proveedoras principales que trabajan como asalariadas están totalmente desprotegidas. Un 23% trabaja por cuenta propia o familiar de manera no remunerada. Por lo tanto, aproximadamente 4 de cada 10 mujeres que son proveedoras principales que trabajan, no tienen protección ni derechos laborales de ningún tipo.
Sólo 1 de cada 3 mujeres que son las principales proveedoras del hogar de la población en edad de trabajar, están plenamente protegidas e integradas a la producción de ingresos. El 70% restante, o no trabaja, o no encuentra o no está lo suficientemente protegida. En los últimos 14 meses, desde el inicio del nuevo gobierno la variación de las cuenta propia mujeres fue en un 80% de jornada parcial.
Así es como, el dinamismo del empleo femenino, no da cuenta de una inserción plena, digna y suficiente. Más bien sigue dando fuerza al argumento que la variación de los empleos da cuenta de ocupaciones de subsistencia, más que de una efectiva relación laboral de producción de ingresos.
Se debe seguir ocultando estas cifras y felicitarnos por algo tan precario y deficiente?
Columna publicada en el sitio elquintopoder