Por Ruth Sánchez/Fundación SOL
Inagotables han sido las justificaciones que realizan nuestras autoridades para no aumentar el salario mínimo. Argumentos como: que las pequeñas empresas se verán al borde del colapso, que deberán despedir trabajadores, que podrían llevarlos a la quiebra, etc.
¿De qué estamos hablando?
Se recurre otra vez a la vieja estrategia del miedo, herramienta utilizada por la dictadura para someternos e imponernos este modelo económico que tiene a gran parte de los chilenos endeudados. Este año se utiliza a las empresas de menor tamaño para causar el miedo, años anteriores, fue alguna crisis económica que desde algún país lejano podía llegar a afectarnos, causada por los excesos de los mismos empresarios.
Pues bien, analicemos a las pequeñas empresas: tienen un máximo de 49 trabajadores y generalmente son administradas por sus dueños, quienes conviven día a día con sus trabajadores/as, saben de sus necesidades y pesares y por lo tanto los cuidan. De verdad el trabajador es su máximo capital.
Y ¿las grandes empresas? Con más de 200 trabajadores son las que obviamente más utilidades obtienen pero también donde mayor desigualdad salarial se produce. Es aquí donde se contratan administradores y gerentes intermedios cuya labor principal, administrar el capital humano (trabajadores), les genera sueldos que fácilmente superan las 100 veces en relación a los trabajadores comunes y corrientes. Para estos ejecutivos, la productividad es la ley, da lo mismo como se consiga, el máximo exponente de esta escuela, es lo que pasó con Fra-Fra y que bien retrató el programa televisivo “Contacto”. Para estos hombres, las negociaciones del salario mínimo tienen mucha relevancia, ya que por el número de trabajadores que poseen se les hará más significativo el aumento, dejarán de darse un pequeño lujo. Hay que considerar además que en estas grandes empresas se paga muy frecuentemente sueldo mínimo, tienen casi un 12% del total de los trabajadores que reciben ese sueldo, no lejos de las pequeñas y microempresas (con un 22%).
Ahora bien, ¿qué es el Salario Mínimo?, según el Código Laboral (Art 249º) tiene que ser el suficiente para satisfacer las necesidades normales de la vida del trabajador y su familia consistente en: Alimentación, Habitación, Vestuario, Transporte, Previsión y Cultura y Recreación. ¿Podemos cubrir todas estas necesidades con los $172.000 que ahora tenemos?
En una familia de 4 personas, donde sólo una persona trabaje y 2 hijos estudian (como sucede normalmente en las familias más vulnerables), el gasto mensual sería de: Transporte $46.400, Luz $20.000, Agua $10.000, Gas 30.000, Alimentación si sólo consideramos el pan $36.000, allí sumamos $142.400, le quedan $30.000.
¿Qué harán? ¿Almorzarán? ¿Desayunarán? ¿Tomarán onces? ¿Necesitarán materiales para estudiar sus hijos?, ¿Cómo adquieren su vestuario?, ¿Como capearán este frío invierno? ¿Cuál de estas necesidades básicas priorizarán con los $30.000? ¿Y si se enferma alguno de ellos? ¿Y si no tienen casa propia o tienen que pagar dividendos? para qué hablar de cultura y recreación, para eso nunca alcanzará.
Cómo pueden nuestros gobernantes, tener moral para seguir hablando de salario mínimo, si no saben lo que es una necesidad básica, no saben de retorcijones de guata cuando tienes hambre, del dolor desgarrador de una madre cuando no tiene para darle de comer a sus hijos, o de acostarlos bien temprano, para que no sientan frio o porque no le alcanzó el dinero para pagar la cuenta de la luz, de lo vulnerable que se sienten estas familias ante una autoridad que sólo los visualiza cuando necesita de su voto. Esas son las únicas necesidades que nuestros gobernantes conocen además de la de reconocimiento y de realización. ¿Cómo pueden votar por un aumento de $1.000 o de $1.500 en el salario mínimo?, si ellos perciben un sueldo aproximado de $7.000.000
Los trabajadores mueven la economía de este país y crean su riqueza. No obstante, son cada día pasados a llevar. Por ejemplo, pasa con los ahorros previsionales, entregados por la dictadura a las AFP para su administración, las cuales prestan estas platas a las grandes empresas, arriesgando sólo el futuro del trabajador. Ellas no arriesgan ni $1 y obteniendo grandes ganancias que aumentan sus capitales, y si eventualmente parte del negocio fracasara, como ocurrió con el caso “La Polar”, la consecuencia es clara, tal como señalaron los medios de comunicación: “Fraude le costará a los cotizantes 76 mil pesos” ¿Y las AFP, qué perdieron? Nada. Como siempre, pierden los trabajadores.
¿No sería más justo que los trabajadores participaran de las decisiones que directamente los afectan y no que decidan quienes no los representan?
Columna publicada en el sitio elquintopoder