Las mujeres y el trabajo
Fotografía de Tripp

En el Día de la Mujer quisimos revelar cifras que dan cuenta de los cambios que urge realizar para lograr igualdad de derechos de género. En un país donde el 81% de la población siente que el trabajo es el espacio donde más se expresa el machismo, invitamos a distintas pensadoras a reflexionar acerca de los números que dan cuenta del camino que aún falta por recorrer.

Publicada por: Paula.cl

1. Trabajo doméstico

El 50% de las mujeres en edad de trabajar se encuentran inactivas (Encuesta Nacional de Empleo, INE, 2018).

36% de las mujeres que se encuentran fuera de la fuerza de trabajo están en esta situación por razones familiares permanentes (Encuesta Nacional de Empleo, INE, 2018).

Desde 2010, más del 97% de quieres se declaran fuera de la fuerza del trabajo por razones familiares permanentes son mujeres (Encuesta Nacional de Empleo, INE, 2018).

Las mujeres destinan en promedio 3 horas más que los hombres diariamente al trabajo no remunerado, que incluye actividades domésticas, de cuidados, apoyo a otros hogares, la comunidad y trabajo voluntario (Encuesta Nacional de Uso de Tiempo, INE, 2015).

¿Cómo enfrentarse al trabajo doméstico no remunerado?
“Una política pública que se haga cargo del trabajo no remunerado es esencial, no solo para la no discriminación de la mujer, sino también para que podamos empezar a comprender el trabajo en su gran ciclo, que es el trabajo doméstico y el trabajo asalariado. Actualmente, solo se considera la mitad del trabajo como tal.

El Estado debería ser garante de los cuidados para niños y niñas, tarea que ha sido relegada históricamente a las mujeres. Eso puede solucionarse con mecanismos de cuidado en los espacios de trabajo y también avanzando en cuestiones básicas como el pre y post natal parental, para que así se establezcan leyes que resguarden el proceso de maternaje de las mujeres. Hoy día las mujeres en edad fértil no sólo somos víctimas de las Isapres, sino que también somos víctimas de nuestros propios espacios de trabajo. Muchas veces no se nos contrata por ser mujeres en periodo fértil, o simplemente se nos contrata en condiciones de flexibilidad, sin un resguardo hacia la mujer ni a la maternidad.

Pero la solución no tiene que ver exclusivamente con políticas públicas, sino con cómo como comunidad consideramos el trabajo doméstico fundamental no solo para la producción de bienes y servicios, sino también para la reproducción de la vida. Es necesario hacer un proceso de socialización de los cuidados: que los hogares, las familias, las comunidades y los barrios podamos ejercer un trabajo mucho más comunitario en torno a la colectivización de los cuidados. Los cuidados son la base de la construcción social. La crianza, los cuidados de personas dependientes, los cuidados de ancianos y ancianas es un trabajo social y no tiene que estar únicamente vinculado a la labor femenina”.

Andrea Sato, historiadora y magíster en sociología, investigadora de Fundación Sol especializada en trabajo flexible y precarización femenina. 

2. La mujer en el mercado laboral

El ingreso del mercado laboral femenino contribuyó con el 30% de la reducción de la pobreza extrema en América Latina (El efecto del poder económico de las mujeres en América Latina y el Caribe, Banco Mundial 2012).

El 66,2% de las mujeres ocupadas corresponderían a asalariadas (Encuesta Nacional de Empleo, INE, 2018.

a) Sueldos

Las mujeres ganan un 29,3% menos que los hombres, lo que equivale en promedio a $187.000 mensuales (Los verdaderos sueldos de Chile, Fundación Sol, 2018).

En 2015 las mujeres ganaban $137.000 menos que los hombres. De esta brecha, $43.000 se explicaban por nivel de educación, experiencia laboral, oficio, cargo, tamaño de la empresa y rama económica en la que trabajan. Los $94.000 restantes no tienen otra explicación que discriminación (Casen 2015).

3 de cada 4 mujeres perciben ingresos líquidos menores a $550.000 (Los verdaderos sueldos de Chile, Fundación Sol, 2018) y en 2015 el 50% recibía menos de $270.000 (Casen 2015).
Solamente un 8,1% de las mujeres percibe más de $1.000.000, cifra que sube a 13,8% en el caso de los hombres (Los verdaderos sueldos de Chile, Fundación Sol, 2018).

b) Cargos y rubros

97 % de quienes trabajan en el servicio doméstico y 72% de quienes lo hacen en servicios sociales y de salud son mujeres (Mujeres trabajando, Fundación Sol, 2015).

70% de los cargos del poder Ejecutivo, Cuerpos legislativos y directivos públicos y privados los ocupan hombres (Encuesta Nacional de Empleo, INE, 2018).

El 76% de los empleadores son hombres (Encuesta Nacional de Empleo, INE, 2018).

La tasa de sindicalización de mujeres superó a la de los hombres con un 17,6% versus un 16,6%. Sin embargo, el 70,4 de las dirigencias son ocupadas por hombres (Compendio estadístico, Dirección del Trabajo, 2017).

¿Por qué las mujeres no tienen cargos dirigenciales?

“Tiene que ver con que la comprensión que tenemos de liderazgo, es masculina. ¿Cuántas veces mandaron a la Bachelet a “ponerse los pantalones”? Si vas a una definición de liderazgo en un libro texto y en medios, o ves las imágenes asociadas al liderazgo, tienen características masculinas, que están mucho menos presentes en las mujeres: agresividad, conflictividad, individualismo, pragmatismo, no emocionalidad. Incluso en los campos laborales donde hay mayoría de mujeres, como en educación, quienes lo dirigen son varones. Las mujeres entran a puestos de subordinación.

Para acceder a campos de liderazgo, muchas mujeres tienen que pasar por procesos de masculinización. No es una opción consciente, es el modo de llegar arriba porque todas aquellas características que se asocian con lo femenino no son atractivas para este modelo. Y cuando una mujer llega a esas posiciones destacadas, es fuertemente criticada, se les exige mucho más que a los hombres, se hacen unos análisis tremendamente duros, se critica incluso su apariencia física y su vida personal: si son o no son madres, si tienen o no pareja, si por dedicarse a su carrera dejan a su familia de lado, cómo se visten, el pelo que usan. Pareciera que hay que justificarse en un ambiente en el que se aparece como una intrusa.

Toda esta discriminación está invisibilizada, porque está disfrazada de natural. Pero hoy día se están cuestionando los supuestos que hay detrás de esa naturalización. ¿Cuál es el perfil de selección para cargos? ¿Qué conductas son premiadas en una organización? ¿Cuál es la distribución física en el trabajo? ¿Cómo se les exige ir vestidas al trabajo? Todas esas pequeñas cosas que parecieran ser neutrales al género, no lo son”.

Marcela Mandiola, sicóloga Ph.D en gestión de aprendizaje, académica de la Facultad de Economía y negocios de la UAH e investigadora especializada en organizaciones sociales y género.

c) Condiciones

El 60,9 % del total del empleo femenino se crea en la economía informal, mientras que un 47,8 % en el caso de los hombres (Mujeres trabajando, Fundación Sol 2015).

En el primer trimestre de 2018 la tasa de ocupación informal de las mujeres se situó en 30,5%, mientras que la de los hombres en 28,1% (Género e informalidad laboral, INE, 2018)

Entre enero de 2010 y enero de 2019 se han creado 879.456 nuevos empleos para mujeres. De ellos, el 62,5% corresponden a empleos expuestos a condiciones de precariedad: sin contrato indefinido ni cotizaciones de seguro de cesantía, salud y pensiones. (Encuesta Nacional de Empleo, INE, 2018).

d) Pensiones

El 94,3% de las mujeres tiene una pensión menor de $158.000 (Superintendencia de Pensiones, 2017).

3. Acoso laboral y sexual en el trabajo

En el primer semestre 2018 la Dirección del Trabajo recibió 234 denuncias por acoso sexual en ambientes laborales, que representa un aumento del 51% respecto al año anterior.

¿Qué impacto ha tenido la reforma laboral en las condiciones de trabajo de las mujeres?

“Tengo un juicio bastante negativo de la reforma laboral. Mi gran crítica es que mantuvo las negociaciones a nivel de unidades económicas, en vez de permitir la negociación por ramas. Eso es una brutalidad, porque se revierte en aquellos sectores que tienen más dificultad de inserción y que una vez que se insertan sufren discriminación vertical y horizontal. Ellos quedan con menos posibilidad de negociación y derecho a huelga. Y en esos sectores, la mayoría son mujeres.

Esta reforma tampoco considera el trabajo doméstico, que actualmente no tiene una valoración real con respecto, por ejemplo, al PIB. No se contabiliza lo que ese trabajo femenino implica para la economía. A eso se suma que todo lo que se está haciendo para flexibilizar las relaciones de trabajo y fomentar de esa forma el empleo de las mujeres, es para que ellas puedan conciliar su trabajo en las familias. Están mandando un discurso subliminal: “Para que las mujeres no se mueran de hambre, tienen que trabajar. Ya, busquemos y démosle oportunidades a los empresarios para que las contraten, pero hagámoslo de forma tal que ella pueda cumplir las tareas en su casa como madre y cuidadora y además las tareas del mercado”. Toda esta desigualdad económica es violencia.

Yo fui directora del trabajo porque creí que se podían hacer cosas. Fuimos logrando pequeños cambiecitos, pero de alguna forma la Concertación se fue entrampando en los planteamientos neoliberales. Se avanzó en muchos aspectos, pero no en los aspectos duros del modelo, que se ha ido consolidando. Más que por el impacto de cualquier política pública, lo que se está avanzando es por la fuerza de los movimientos sociales. Por eso me hace tanto sentido el movimiento feminista. Esta enorme marea, que yo creo que va a seguir creciendo con el tiempo, es la gran esperanza para cambiar este sistema. No se puede abolir el patriarcado sin al menos revisar -otras dicen acabar- la forma en que está funcionando la economía capitalista. Humanizándola. Haciéndola acorde con los derechos fundamentales de las personas, entre ellas las mujeres”.

María Ester Feres, directora del Trabajo en los gobiernos de Eduardo Frei y Ricardo Lagos, anterior directora del Centro de Estudios y Asesorías en Trabajo, Relaciones Laborales y Diálogo Social (CRL) de la facultad de Ciencias Económicas y Administrativa de la Universidad Central, donde también ejerció como docente.

¿Qué cambio exigen las mujeres trabajadoras?

“En el encuentro plurinacional de mujeres que luchan, de diciembre de 2018, nos reunimos cientos de mujeres de todo Chile a conversar y acordar las demandas del movimiento feminista. Una de las mesas de discusión fue de trabajo y seguridad social, donde creamos el comité sindical para la huelga feminista del 8 de marzo, en el que ya participan casi 30 sindicatos del espacio público y privado. A las reuniones vamos solamente dirigentas mujeres. Entre todas acordamos tres demandas principales.

La primera es el trabajo digno, estable y seguro. Queremos igualdad de sueldos, fin al acoso laboral y sexual, acceso a salas cuna, fin a la discriminación por estar en edad fértil o ser madres, terminar con el subcontrato y el contrato a honorarios en el sistema público. La segunda demanda es un sistema de seguridad social que termine con las AFPs y no contemple solo pensiones, sino también seguro de desempleo, salud digna y un sistema nacional único de cuidados que se haga cargo del cuidado de niños, niñas, personas de la tercera edad y personas enfermas. Ese trabajo lo hacemos las mujeres y no queda tiempo para tener un empleo remunerado. La independencia económica es fundamental. Es un factor protector: muchas mujeres soportan situaciones de violencia en su hogar porque al no tener ingresos no tienen la capacidad de independizarse. Por cuidar no estudiaron, no trabajaron, tienen una mala cobertura de salud. Es un círculo de precarización. El tercer punto es un llamado a las mujeres a organizarnos para luchar por nuestros derechos. A las que tienen contrato estable, trabajo precario o se dedican al trabajo doméstico no remunerado. Queremos que haya un reconocimiento social e institucional al trabajo doméstico para que las mujeres que se dedican al cuidado de su hogar y su familia tengan, por ejemplo, pensiones dignas. A las mujeres que se han dedicado toda su vida al trabajo doméstico se les paga la pensión solidaria, que son 80 mil pesos.

Por eso, a la huelga del 8 de marzo no llamamos solo las trabajadoras asalariadas, sino también a las trabajadoras domésticas no remuneradas. En ese sentido es una huelga general: queremos paralizar todas nuestras actividades. Es algo que nunca se ha hecho, porque mientras un hombre estaba en huelga, siempre había una mujer trabajando en su casa”.

Moreen Ramos, nutricionista, dirigenta de la Confederación Nacional de Funcionarios de Salud Municipalizada (Confusam) y vocera del comité sindical de la Coordinadora Feminista 8M.