Entrevista publicada en Rel-UITA el 22 de junio de 2018
Si bien fue la dictadura la que realizó las reformas estructurales que hicieron de Chile uno de los países más desiguales de América Latina, los gobiernos democráticos que la siguieron mantuvieron ese modelo, que apenas ha sido corregido, dice en esta entrevista Marco Kremerman, de la Fundación Sol.
-¿Cómo describirías la situación actual en Chile?
– Este es un país que tiene dos caras.
Por un lado su economía ha crecido bastante en las últimas décadas y tenemos el PBI per cápita más alto de América Latina, pero por otro se cobran salarios muy bajos y el nivel de endeudamiento de la gente es muy alto.
En Chile, la mitad de los trabajadores obtiene menos de 350.000 pesos líquidos (unos 570 dólares), mientras el costo de vida es equivalente al de muchos países de Europa occidental con un PBI de al menos el doble que el nuestro.
Sólo del 15 al 20 por ciento tiene salarios superiores a los 650.000 pesos líquidos (1.070 dólares).
-¿Cuánto necesita una familia tipo hoy para vivir en un país donde para cualquier servicio se pasa por caja?
-Mínimo un millón de pesos (1.650 dólares) para no tener que endeudarse.
Pero incluso trabajando una persona no tiene aquí medios para salir de la pobreza.
De hecho, Chile cambió la forma de medir la pobreza: no sólo toma los ingresos sino también el acceso a bienes y servicios y la calidad de la misma.
Hoy, de acuerdo a esa forma multidimensional de medición, la línea de la pobreza para una familia tipo está establecida en 420.000 pesos chilenos (690 dólares).
Hay allí un problema gigantesco, porque para superar esa línea la mayoría de los trabajadores necesita dos o tres empleos, lo que repercute en una muy mala calidad de vida.
Resultado: 11.300.000 de los 14 millones de chilenos mayores de 18 años están endeudados, el 81 por ciento del total. Y de ellos, 4.400.000 no pueden pagar las deudas, permanecen como morosos.
Es una situación gravísima porque esos niveles de endeudamiento aumentan todos los trimestres.
Endeudamiento, el problema mayor: Una de las principales explicaciones de la desigualdad.
-¿Quién crece entonces?
-El crecimiento queda concentrado en muy pequeños segmentos de la población. De todas maneras hay una demanda interna, hay movimiento económico.
Para nosotros, de todas maneras, el tema central es el de la deuda.
Junto a México, Chile es hoy el país más desigual dentro de la OCDE, y en América Latina, el continente más desigual del mundo, compite con Brasil, Colombia y Paraguay.
Aquí, el 1 por ciento más rico de la población acapara el 33 por ciento de los ingresos globales.
A título de comparación, en Holanda ese 1 por ciento se lleva el 6, y en Estados Unidos, el país más desigual del mundo capitalista de ingresos altos, el 1 más rico se lleva el 19.
-La situación de los jubilados es aún peor…
-Sí. De las 650.000 personas que reciben una pensión de vejez, la mitad cobra menos de 150.000 pesos (245 dólares).
-Pero las AFP, las administradoras de fondos de pensión, gozan de muy buena salud.
-Exactamente.
Las AFP están administrando unos 220.000 millones de dólares, el 75 por ciento del PBI chileno. Y pagan salarios miserables a aquellos que más necesitan en un país en el que no hay un salario social.
-En esas condiciones, sin embargo, Chile se ha convertido en un país receptor importante de migrantes colombianos, venezolanos, haitianos…
-Uno puede concluir que el costo de vida en esos países es aún más alto. Hay que tener en cuenta que esos migrantes, que soñaban con encontrar en Chile mejores condiciones de vida, viven acá muy mal, pero mandan importantes cantidades de dinero a sus países, y ese dinero allá rinde.
-La desigualdad se explica también en que las convenciones colectivas apenas cubren a un 8 por ciento de los trabajadores.
-Sí. Y esa es otra explicación del alto nivel de desigualdad existente. La posibilidad de organizarse sindicalmente, las convenciones colectivas y el derecho de huelga son tres instancias que aquí están mermadas.
No más del 15 por ciento de los trabajadores están sindicalizados y hoy es más difícil que antes formar un sindicato.
Paralelamente, no se puede negociar a nivel de sector económico, sólo se lo puede hacer a nivel de empresa.
Más allá de la dictadura: Un modelo que perdura.
-¿Los gobiernos de la Concertación han sido cómplices de este modelo?
-De hecho sí. Las grandes reformas estructurales de la dictadura remontan a los años ochenta, pero luego el modelo se mantuvo en los más de 20 años que siguieron.
La Concertación no modificó esas pautas, y esa fue la excusa que tomaron las instituciones multilaterales para colocar a Chile como un modelo a seguir.
Lo que ha hecho la Concertación fue crear algunos mecanismos asistenciales, pero no un nuevo sistema de derechos, un plano en el que apenas se ha avanzado.
Probablemente venga incluso ahora una nueva oleada represiva que va de la mano con una ola financiadora del capital que requiere de esos niveles de violencia.
De todas maneras, hay aquí flujos de movilización. Hubo uno en 2011 con los estudiantes, otro en 2016 con el movimiento de “No más AFP”, que se está reorganizando.
Bajo el gobierno de derecha de Sebastián Piñera que acaba de empezar tal vez se produzcan cambios a contrapelo, como sucedió en Hungría, donde una administración de ultraderecha tuvo que volver a un sistema de reparto en la seguridad social, por presión de la gente y porque el sistema de fondos de pensión ya no daba más.
Tengo un optimismo mesurado: a pesar de todas esas dinámicas materiales que hemos descrito, siempre hay fuerzas trabajando por el cambio que pueden llegar a tener una importancia mayor en los próximos años si aprovechan el resurgir de lo colectivo que se ha podido ver, aunque aún sea débil.