Columna de opinión publicada en Ojalá México el 7 de noviembre de 2024
Por Andrea Sato, investigadora Fundación SOL
Lo que parece ser una casa común en un barrio residencial de Santiago de Chile es un excuartel en el que la Dirección Nacional de Inteligencia practicaba la tortura política sexual contra jóvenes mujeres militantes. Se le llamaba de manera informal “venda sexy” o “discoteque” por el alto volumen de la música que sonaba todo el día para ocultar los ruidos de las torturas a lxs prisionerxs.
La casa operó como un centro de tortura entre 1974 y 1977 y está ubicada sobre la calle Irán de la comuna de Macul en la ciudad de Santiago de Chile. La mayoría de las mujeres torturadas dentro eran del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), organización de izquierda radical que promovía la lucha armada y fue el espacio político más perseguido en el primer periodo de la dictadura cívico militar.
Al cuartel llegaban personas detenidas que iban a ser asesinadas o desaparecidas: era un centro clandestino de exterminio. Lxs detenidxs estaban durante todo el tiempo con la vista vendada en las habitaciones. Solo eran llevados a otros lugares cuando debían ir al baño o a las sesiones de tortura por medio de golpes, simulacros de fusilamientos, ahogamiento, aplicación de electricidad, que se daban en el horario de oficina. Después de ese horario, la tortura sexual se acentuaba.
Las torturas sexuales se daban principalmente en el subterráneo. Ahí fue donde Ingrid Olderock, la ex oficial de carabineros, entrenó a su perro para violar prisioneras. La violencia sexual sistemática significó un daño profundo a las prisioneras, en especial sobre la relación con su sexualidad. Pero también se logró construir una intimidad y confianza entre ellas. La construcción de este tejido permitió que muchas de ellas sobrevivieran y pudieran buscar justicia por todas.
Las mujeres sobrevivientes siempre resistentes
Hace 10 años se fundó el Colectivo de Mujeres Sobrevivientes Siempre Resistentes (MSSR) como una organización política central en cuanto a la visibilización de la violencia política sexual. Este colectivo de mujeres mayores sobrevivientes de distintos centros clandestinos de torturas, incluida Venda Sexy, ha mantenido una memoria viva para el presente y el futuro. Ellas han posicionado el concepto de violencia política sexual en distintas esferas: la calle, el debate público y también en los tribunales. Posicionaron un concepto que el Estado había omitido en el marco de las investigaciones por violaciones sistemáticas de los derechos humanos en la dictadura cívico-militar.
“La violencia político sexual sigue vigente, los pacos manosean a las estudiantes”, explica Beatriz Bataszew, mujer de 70 años, exmilitante del MIR y sobreviviente de tortura polìtico sexual en la Venda Sexy. “En las comisarías pasa cualquier cosa”. Bataszew evidencia la correa de transmisión del horror que se extiende desde la dictadura hasta las movilizaciones actuales.
Las compañeras de MSSR lograron que la Venda Sexy fuera declarado monumento histórico el año 2016. El proceso que ha tenido ese centro clandestino de tortura ha sido complejo.
Bataszew reconoce que la recuperación de la venda sexy ha sido un deseo por parte de las sobrevivientes, pero es tajante en decir que la recuperación de la casa debía ser bajo los términos de las sobrevivientes y no del Estado ni del gobierno de turno.
La recuperación de la memoria
En un principio las compañeras de MSSR habían buscado la expropiación del inmueble y que este pasara a manos de organizaciones sociales y de derechos humanos como sitio de memoria. Pero dado el carácter privado de la propiedad se le solicitaba al Estado una suma exorbitante por la venta del excentro de tortura.
Las compañeras, tras una profunda reflexión, decidieron que no buscaban la expropiación, ya que no querían enriquecer a las personas propietarias del inmueble. La familia que vivió en la Venda Sexy estaba vinculada a carabineros y acosaba a quienes llegaban a presentar sus respetos a las víctimas fuera de la casa. Destruyeron memoriales, mojaban a las personas y llamaban a la fuerza policial cuando se reunía un número importante de gente.
Las compañeras optaron por hacer las actividades de conmemoración fuera de la casa. Velatones, música, baile, propaganda, discursos políticos y poesía son las acciones que se realizan en la calle Irán cada conmemoración del golpe militar. Ocupar el espacio público, no dejar que la memoria se encierre en paredes. En la esquina de la casa se instaló un memorial que de vez en cuando hay que volver a reconstruir porque sufre ataques periódicamente. A unos metros del excuartel hay una plaza, allí durante los últimos cinco años se hicieron actividades públicas de alta convocatoria. Mientras las MSSR optan por la vinculación social, en el gobierno encabezado por Gabriel Boric se insistía en la expropiación de la casa.
Es así como el 1 de septiembre del año 2023, a 10 días de cumplirse el 50 aniversario del golpe de estado en Chile, se publicó en el diario oficial un decreto de expropiación del inmueble. La propiedad fue transferida al Servicio de Vivienda y Urbanización Metropolitano.
El excentro de tortura fue totalmente modificado por las personas que vivieron en la postdictadura en el inmueble. La casa de memoria, hoy vinculada al Ministerio de Bienes Nacionales, sigue estando como la habían dejado sus antiguos habitantes. MSSR ya había hecho notar que las alteraciones arquitectónicas del inmueble eran profundas, esto, para ellas, era una razón más para no insistir en la expropiación de la casa.
Bataszew ha comentado que ellas se han querido marginar de todo espectáculo mediático vinculado a la expropiación y construcción del sitio de memoria. Considera que el mismo hecho de que hoy el sitio de memoria se llame Irán 3037 es un intento de higienizar la memoria lo que se convierte en negacionismo, ya que se busca ocultar lo que evoca el nombre Venda Sexy.
La militante alerta que este tipo de espacios se puedan convertir en centros de gestión cultural con “emprendedores” de la memoria que van construyendo su carrera a partir de los derechos humanos desde una mirada complaciente con el Estado, como ya ha pasado con otros espacios de memoria administrados por el Estado. Hoy, dice, los sitios de memorias se estructuran como empresas con directorios donde se fomentan formas empresariales de gestión. Bataszew enfatiza en que las prácticas de apropiación de una memoria reconciliada responden a una matriz capitalista bajo lógicas de un gobierno social demócrata.
Sanar en medio del negacionismo
Existe el negacionismo y el borramiento por parte del Estado porque incomoda evidenciar que el Estado es el que sigue ejerciendo violencia sobre los cuerpos feminizados.
La memoria subversiva incomoda porque es una memoria militante que muestra los hilos del terror en estos días. Querer enterrar la memoria del periodo dictatorial es olvidar que hoy todo el sistema político, social y económico es herencia del régimen militar y esa herencia se cimenta sobre los cuerpos de tantxs compañerxs.
Bataszew, por teléfono, se escucha ofuscada por el devenir que ha tomado el inmueble.
Pero a mí me impresiona la fuerza con la que sigue luchando. Días antes de esta conversación había sido sometida a una operación y atendió cariñosamente mi llamada mientras esperaba que sus amigas la pasaran a buscar para irse a la costa. Ver el océano Pacífico siempre es una gran medicina.
Junto con sus compañeras de MSSR, Bataszew sigue haciendo pedagogía en las calles. Con la casa vacía se puede quedar el Estado. “Que ellos se queden con las paredes, nosotras tenemos la calle”, me dice con una risa. “El feminismo autónomo está fuera y la institucionalidad adentro”. Nuestra conversación termina con una reflexión sobre la calle como el lugar de la pedagogía popular y la construcción de la memoria como nuestra reparación. Nos reparamos entre nosotres. No necesitamos de sus políticas deslavadas de reconciliación, la construcción de un futuro mejor es nuestra justicia.