Publicado por Economía y Negocios el 05 de noviembre de 2017.
Un estudio evidencia que las trabajadoras textiles en domicilio están produciendo para intermediarios que abastecen a la industria textil mayorista y que las condiciones laborales en que trabajan son de alta precariedad.
La producción textil y de vestuario en Chile ha bajado fuertemente durante las últimas décadas, lo que causó la salida del mercado de gran parte de las empresas formales del rubro, mientras que la actividad de pequeños talleres a domicilio sigue vigente en la cadena de suministro de la industria textil y del vestuario como forma de aumentar los ingresos.
Según el "Estudio del trabajo en domicilio en la cadena del vestuario en Chile y de la creación de organizaciones sindicales territoriales de las trabajadoras involucradas", realizado por la Fundación Sol en conjunto con la OIT, señala que las trabajadoras textiles en domicilio, que antiguamente arreglaban cierres o ajustaban bastas, están produciendo para intermediarios que abastecen a la industria textil mayorista y que las condiciones laborales en las que esta dinámica se desarrolla son de alta precariedad, con bajas remuneraciones y sin acceso a la seguridad social.
"Si bien el trabajo remunerado realizado en el domicilio no es nuevo, los cambios en la matriz productiva del país han llevado a una reorganización de la producción y al surgimiento de nuevos escenarios, en los que muchas trabajadoras han quedado en un 'área gris' que les impide poder acceder en plenitud a sus derechos", dice Gerhard Reinecke, especialista en Políticas de Empleo de OIT.
El problema es que parecen trabajadoras independientes, pero en realidad están insertas en una cadena de relaciones de dependencia a través de la cual, por ejemplo, el nivel superior de la cadena -en este caso el retai l - logra vender las prendas a precios mucho más altos que el costo real. "De ahí que la ganancia se sostenga no en el valor intrínseco del producto, sino en las bajas remuneraciones pagadas a los eslabones inferiores de la cadena, representadas por las mujeres trabajadores textiles y sus hogares", agrega Alexander Páez, investigador de Fundación SOL y coordinador del estudio.
Como temporeras
Las trayectorias de las trabajadoras están marcadas por la estacionalidad, de manera que estos perfiles no son necesariamente únicos, excluyentes ni permanentes.
Lo difuso de este trabajo dificulta el empadronamiento, ya que no hay cifras exactas de cuántas son, dónde están ni en qué condiciones trabajan. También es difuso el "para quiénes o quién".
"Sabemos lo que hacen y tenemos certeza de las condiciones de precariedad laboral en las que viven, pero aún no sabemos cuántas son", dice Alexander Páez.
Otra dimensión crítica es que el trabajo textil en domicilio es invisible. Las mujeres en muchas ocasiones no se consideran "trabajadoras" (como productoras de ingresos) dada la inestabilidad, las bajas remuneraciones que suelen percibir y el no formar parte de un espacio físico como una fábrica. Además, tienen múltiples factores de riesgo vinculados a su salud física y psicológica, problemas que están muy asociados a la falta de cobertura de derechos sociales a la cual se ven sometidas.
Muchos de los problemas físicos están asociados a la postura que exige el trabajo, a lo que se suma la falta de mobiliario e iluminación adecuados para el mismo, lo que se acentúa con los años.