Por Alexander Páez, Sociólogo Fundación SOL
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, conmemorado el 8 de marzo, el Gobierno destacó el crecimiento del empleo femenino, el que explica el 56% de la variación total de la ocupación de los últimos 22 meses (desde enero-marzo 2010 hasta noviembre-enero 2011). De hecho, la tasa de participación para las mujeres llegó a un histórico 47,7%, mientras la tasa de desempleo disminuyó en 0,7 puntos comparando con igual trimestre del año anterior.
Sin embargo, el gobierno, más que celebrar, debería ir más allá de las grandes cifras y preocuparse de la calidad de los empleos femeninos, sobre todo considerando que las mujeres históricamente han tenido que soportar desiguales condiciones tanto en el ámbito del trabajo remunerado como en las labores del hogar.
En este sentido, es importante considerar dos grandes problemas:
1) El trabajo de las mujeres se caracteriza por baja formalidad, estabilidad y continuidad laboral.
Sólo el 16% (1,15 millones) de la población femenina en edad de trabajar (15 años y más) tiene posibilidades de tener un empleo de calidad con contrato laboral indefinido, cotizaciones y seguro de cesantía. El 27,2% (1,8 millones) está en ocupaciones inestables, desprotegidas o informales, es decir, están insertas de forma endeble en sus puestos de trabajo, lo cual se ve reflejado en contratos definidos, ausencia de contrato laboral, subempleo, falta de cotizaciones y seguro de desempleo, etc.(Ver Infografía).
Incluso dentro del anillo formal, estable y protegido, podemos encontrar parte de las mujeres asalariadas que están bajo la modalidad de subcontratación, suministro de personal o enganche, que corresponde al 90% de la variación de asalariadas registradas en la actual administración. (Ver Infografía inferior). Esto es otro fiel reflejo de la débil inserción del trabajo femenino.
2) El emprendimiento femenino oculta ocupaciones de subsistencia.
El relato oficial nos dice que hay mujeres que “prefieren aventurarse” de forma solitaria en la producción de ingresos para el hogar (esto si suponemos que lo hacen de forma voluntaria y subjetivamente deseable). Estas son las trabajadoras por cuenta propia, a las cuales el relato oficial del trabajo las tilda como “emprendedoras”, que corresponden al 30% de la variación total de la ocupación femenina, donde el 83% son jornadas parciales y el 77% ocupaciones de baja calificación.
Si al trabajo por cuenta propia sumamos a quienes se desempeñan como personal de servicio doméstico y familiar no remunerado, podemos concluir que el 45% de la variación de la ocupación femenina de los últimos 22 meses, tiene poco que ver con la inversión privada o con los planes de empleo del gobierno.
Por tanto, podemos señalar que las mujeres tienen bajas probabilidades de contar con un empleo formal, estable y protegido, y que la incorporación al mundo del trabajo a través de emprendimientos, más bien responde a la lógica de subsistencia, vinculada a ocupaciones precarias, inestables y de baja calificación, como es el caso, por ejemplo, de una vendedora ambulante de media jornada o una jornalera agrícola temporera. En este sentido, no sólo estamos lejos del pleno empleo sino que también muy lejos de crear empleos de calidad para las mujeres.
Publicado en El Dinamo, 15 de Marzo de 2012