El pasado jueves 8 de octubre, en el debut de las clasificatorias para el mundial de Rusia 2018, la selección chilena de futbol logró un histórico triunfo sobre Brasil. En la cancha, la Roja de todos superó por 2 – 0 a los pentacampeones. Fuera de lo futbolístico, lo que llamó la atención de muchos, fue el elevado precio de las entradas.
Y es que ir al estadio en el sector “codos” (codo andes norte y sur y codo pacífico norte y sur, que antes correspondían a galería), cuesta casi $500 por minuto de partido ($44.000 por un ticket).
Ya en el análisis, dos de los protagonistas se refirieron al tema. De una parte, el Director Técnico, Jorge Sampaoli declaraba: “A mí me gustaría ver la cancha llena, porque el equipo lo necesita. No sé cuál es el diagnóstico, pero si es el precio de las entradas se tendrán que bajar”. Por su parte, Gary Medel complementó: “yo creo que deberían bajarlas para la gente del pueblo y así poder llenar el estadio”.
Los precios de las entradas dejan ver la enorme desigualdad que atraviesa nuestra sociedad y que repercute en cuestiones tan cotidianas como un partido de fútbol.
Justamente, a comienzos de octubre, el Fondo Monetario Internacional informaba que el Producto Interno Bruto por persona en Chile llegaba a US$23.564 ajustado por paridad de poder compra, siendo el más alto de América Latina. Esta información fue precisamente la que utilizó el Gerente de Comunicaciones de la ANFP, quien sostuvo que los precios son “un tema de mercado, si nosotros viviéramos en un país que no tiene un ingreso per cápita de 23.000 dólares, si viviéramos en una realidad económica distinta a la que estamos viviendo, si supiéramos que la gente no va a comprar las entradas a los precios que las estamos vendiendo, seríamos los reyes de los tontos de poner un precio inalcanzable de manera tal que el estadio esté vacío”.
El análisis de la ANFP, ciertamente no considera una cuestión que a estas alturas debiera ser elemental: en contextos de elevada desigualdad, mirar los promedios conduce a lecturas que inevitablemente serán más propias de la realidad de la parte alta de la distribución de ingresos, de una realidad más cercana a los ricos. Revisemos 7 datos que complejizan el diagnóstico de la ANFP:
- La mitad de los trabajadores percibe menos de $305.000 líquidos (Datos NESI 2014).
- El 60% de los trabajadores percibe menos de $375.000 líquidos (Datos NESI 2014).
- Los gerentes generales de grandes empresas, perciben una renta mensual equivalente a 178 veces el salario mínimo (Estudio Mercer para datos de Gerentes Generales, 2015).
- En Chile, el 1% más rico concentra el 33% de los ingresos devengados brutos (Estudio Banco Mundial, 2015).
- El 0,01% más rico de Chile percibe rentas mensuales sobre los $450 millones (Estudio López, Figueroa y Gutiérrez, “La Parte del León…”, 2013).
- El 50% de los chilenos, percibe menos de $5.000 al día (Datos CASEN 2013).
- Hay más de 10,5 millones de Chilenos endeudados, y sobre 3,5 millones en situación de morosidad (Estudio USS-Equifax, 2015). Además, el 28% de los chilenos declara que sus ingresos no le alcanzan para alimentarse y deben endeudarse (Estudio OCDE, 2014).
Este asunto nos permite reflexionar de forma crítica en torno a la realidad artificial sobre la cual se continúan cimentando ciertas decisiones que repercuten directamente sobre quienes viven del trabajo.
A propósito de los datos exhibidos, la inexorable conexión se encuentra en el sistema de crédito y el endeudamiento, que terminan siendo recursos obligados para la inserción social, en aspectos tan básicos como la recreación. Este circuito (bajos salarios -endeudamiento), emerge como un dispositivo clave para el disciplinamiento social.
En efecto, el cumplimiento de las obligaciones de pago exige, a lo menos, mantener un ritmo de ingresos constante, asunto que implica un sometimiento a las reglas bajo las cuales operan los espacios de trabajo. Por cierto, dicho ordenamiento, que somete, controla, disciplina y desposee, se plasma en lo que el Ministro del Trabajo de Pinochet, José Piñera, bautizó como el Plan Laboral de 1979. Su plena vigencia al día de hoy, refleja la ausente democratización del debate laboral, y ello, se ha forjado mediante el distanciamiento de la participación colectiva en los espacios de reproducción de la vida, como el trabajo, y la despolitización de los espacios de toma de decisiones.
De esta forma la fijación del precio de las entradas viene a ser un botón de muestra de la lógica bajo la cual se han construido dos países dentro de un mismo territorio, y es que pese a lo radical que puede sonar lo anterior, podemos observar como la consolidación de las fronteras de la desigualdad cada vez resultan más evidentes, pues no se trata solamente del precio de las entradas, si no de quienes pueden acceder a esta recreación en vivo y quiénes deben esperar las transmisiones en su hogar. Ambas circunstancias tienden a no depender de una decisión individual sino de los efectos generales de un modelo que constantemente se ha ido reforzando con el impulso de estrechas relaciones entre quienes se encuentran en los niveles de toma de decisiones y quienes buscan las máximas tasas de ganancia al mínimo costo.
El mismo “tema de mercado” que sirve de inspiración para la ANFP es el que implícitamente produce segregación de espacios sociales. Lo anterior, podría consolidarse si se concretan las intenciones del Canal del Futbol (CDF) en relación a tener los derechos de transmisión de la Selección Chilena con la consecuente mercantilización total de un espacio de recreación social como objeto de lucro.
Al final de cuentas, no solamente se trata de ir o no al estadio, sino también de la forma y criterios en que se toman decisiones vinculadas con dimensiones de la vida social como la educación, la salud, el trabajo, la recreación y otros. Hasta ahora ha primado, por parte de agencias privadas y públicas, la desfachatez de argumentar que los cambios al modelo deben ser “prudentes”, para no arriesgar un éxito que está lejos de ser la realidad de un país donde prima la despolitización y desigualdad.