La economía y las contradicciones del modelo chileno
Columna de opinión en El Mostrador

Publicada por El Mostrador el 6 de febrero 2023 

Por Gonzalo Durán, investigador Fundación SOL

La semana pasada se dieron a conocer un conjunto de cifras económicas que dan cuenta de la situación país y de las contradicciones del “modelo” chileno. 

El mismo día en que se publicó el Imacec de diciembre, la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) informaba las cifras de utilidades del sistema bancario. El Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec), es el termómetro que se utiliza para medir el pulso de la economía, y en diciembre registró una variación negativa de 1% a 12 meses. Este dato coincide –en parte– con las diversas predicciones que han hecho economistas y agencias nacionales e internacionales sobre la situación económica del país para el 2022, en cuanto a la tendencia “a la baja”. Una variación negativa de un 1% significa que la torta del PIB se achicó en un período en el cual la población creció. Esto al menos en las grandes cifras. 

Los bancos, cuya actividad se caracteriza por un buen funcionamiento contracíclico, por su parte, informaron utilidades por casi $5,5 billones durante el 2022 (esto es, $5.5497.133.000.000). Ello equivale a $15.061 millones por cada 24 horas, y representa un incremento de casi un 44% comparado con el año 2021. Fue un año fantástico para la banca; de hecho, la rentabilidad sobre el patrimonio fue de casi un 20%. Este indicador es muy estudiado en finanzas y da cuenta de la velocidad a la cual se recupera la inversión inicial. Una rentabilidad de un 100% indica que la inversión se recupera totalmente en el plazo de un año. Un 20% es fantástico, si consideramos que la rentabilidad “normal”, de mercado, suele estar en torno al 5% o incluso menos (depende de los sectores, y en tiempos de inflación elevada es mayor, pero en el promedio difícilmente supera el 10%).  

¿Cuál es la fuente de las utilidades de la banca y de las ganancias empresariales?

Pocas veces se reconoce o se pone de relieve que el trabajo humano es la fuente de toda riqueza, y que son las trabajadoras y los trabajadores quienes dan vida a esas enormes ganancias, a partir de su actividad laboral directa, en este caso en la banca, y a través de las transferencias de valor que generan entre sectores e incluso de los impuestos a los hogares. 

Una de las grandes contradicciones del actual modo de vida es que, a cambio del valor generado por la fuerza de trabajo, las trabajadoras y los trabajadores suelen recibir una compensación insignificante. Un estudio realizado en conjunto con Michael Stanton el año 2021 permite arribar a una estimación general para la economía chilena, siguiendo esta óptica. Si representamos la proporción salarios/ganancias en horas de trabajo, se obtiene que, de cada 8 horas de trabajo en Chile, solo 3 se destinan a financiar salarios, en tanto que las 5 horas restantes financian íntegramente ganancias empresariales. Y lo más probable es que al día de hoy esa desproporción se haya intensificado, especialmente en la banca. Los trabajadores del mundo bancario, así, tienen razones más que suficientes para presionar por salarios que les permitan sortear bien la crisis. Sin embargo, se puede ir más allá.

¿Sabía que todos los meses, con su propio salario, usted les realiza un préstamo a las familias más ricas del país? Cada mes los grandes grupos económicos, incluidos los bancos que los integran y cuyas ganancias diarias ascendieron a $15 mil millones, reciben una inyección de dinero de propiedad teórica de las trabajadoras y los trabajadores a muy módico costo, con el cual pueden levantar sus proyectos de inversión y sus esquemas empresariales. Son las AFP las encargadas de aportar ese flujo en una correa de transmisión perfectamente legal, que es parte fundamental del “modelo chileno”. En la superficie se hace notar, tal como reza el dicho, que el dinero atrae más dinero. En este caso, el dinero obtenido por los trabajadores como salarios retorna a los Luksic, Matte, Angelini, Paulmann y otras fortunas del país en una suerte de impuesto privado, para movilizar una parte significativa de su excedente. Y, como es sabido, los resultados del sistema de AFP son sumamente insatisfactorios en su función previsional.

Pero estas noticias no son nuevas. Hoy la banca saca un particular provecho de la crisis. Otro día serán las mineras. Son solo destellos de un “modelo” que está lleno de contradicciones. Uno en el cual la clase trabajadora termina subsidiando con sus escasos recursos a las grandes fortunas del país. 

Las cLa semana pasada se dieron a conocer un conjunto de cifras económicas que dan cuenta de la situación país y de las contradicciones del “modelo” chileno. 

El mismo día en que se publicó el Imacec de diciembre, la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) informaba las cifras de utilidades del sistema bancario. El Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec), es el termómetro que se utiliza para medir el pulso de la economía, y en diciembre registró una variación negativa de 1% a 12 meses. Este dato coincide –en parte– con las diversas predicciones que han hecho economistas y agencias nacionales e internacionales sobre la situación económica del país para el 2022, en cuanto a la tendencia “a la baja”. Una variación negativa de un 1% significa que la torta del PIB se achicó en un período en el cual la población creció. Esto al menos en las grandes cifras. 

Los bancos, cuya actividad se caracteriza por un buen funcionamiento contracíclico, por su parte, informaron utilidades por casi $5,5 billones durante el 2022 (esto es, $5.5497.133.000.000). Ello equivale a $15.061 millones por cada 24 horas, y representa un incremento de casi un 44% comparado con el año 2021. Fue un año fantástico para la banca; de hecho, la rentabilidad sobre el patrimonio fue de casi un 20%. Este indicador es muy estudiado en finanzas y da cuenta de la velocidad a la cual se recupera la inversión inicial. Una rentabilidad de un 100% indica que la inversión se recupera totalmente en el plazo de un año. Un 20% es fantástico, si consideramos que la rentabilidad “normal”, de mercado, suele estar en torno al 5% o incluso menos (depende de los sectores, y en tiempos de inflación elevada es mayor, pero en el promedio difícilmente supera el 10%).  

¿Cuál es la fuente de las utilidades de la banca y de las ganancias empresariales?

Pocas veces se reconoce o se pone de relieve que el trabajo humano es la fuente de toda riqueza, y que son las trabajadoras y los trabajadores quienes dan vida a esas enormes ganancias, a partir de su actividad laboral directa, en este caso en la banca, y a través de las transferencias de valor que generan entre sectores e incluso de los impuestos a los hogares. 

Una de las grandes contradicciones del actual modo de vida es que, a cambio del valor generado por la fuerza de trabajo, las trabajadoras y los trabajadores suelen recibir una compensación insignificante. Un estudio realizado en conjunto con Michael Stanton el año 2021 permite arribar a una estimación general para la economía chilena, siguiendo esta óptica. Si representamos la proporción salarios/ganancias en horas de trabajo, se obtiene que, de cada 8 horas de trabajo en Chile, solo 3 se destinan a financiar salarios, en tanto que las 5 horas restantes financian íntegramente ganancias empresariales. Y lo más probable es que al día de hoy esa desproporción se haya intensificado, especialmente en la banca. Los trabajadores del mundo bancario, así, tienen razones más que suficientes para presionar por salarios que les permitan sortear bien la crisis. Sin embargo, se puede ir más allá.

¿Sabía que todos los meses, con su propio salario, usted les realiza un préstamo a las familias más ricas del país? Cada mes los grandes grupos económicos, incluidos los bancos que los integran y cuyas ganancias diarias ascendieron a $15 mil millones, reciben una inyección de dinero de propiedad teórica de las trabajadoras y los trabajadores a muy módico costo, con el cual pueden levantar sus proyectos de inversión y sus esquemas empresariales. Son las AFP las encargadas de aportar ese flujo en una correa de transmisión perfectamente legal, que es parte fundamental del “modelo chileno”. En la superficie se hace notar, tal como reza el dicho, que el dinero atrae más dinero. En este caso, el dinero obtenido por los trabajadores como salarios retorna a los Luksic, Matte, Angelini, Paulmann y otras fortunas del país en una suerte de impuesto privado, para movilizar una parte significativa de su excedente. Y, como es sabido, los resultados del sistema de AFP son sumamente insatisfactorios en su función previsional.

Pero estas noticias no son nuevas. Hoy la banca saca un particular provecho de la crisis. Otro día serán las mineras. Son solo destellos de un “modelo” que está lleno de contradicciones. Uno en el cual la clase trabajadora termina subsidiando con sus escasos recursos a las grandes fortunas del país. 

Las contradicciones del “modelo” también se ven en el hecho de que el mundo del trabajo sigue fuertemente precarizado y sin buenas perspectivas, mientras los grandes agentes empresariales salen a flote e incluso resultan fortalecidos. 

De los casi 2 millones de empleos que se han recuperado desde el peor momento de la pandemia, un 97% clasifica como empleo informal y endeble, es decir, con altas probabilidades de ser precario. Y en Chile ha dejado de ser una realidad que los empleos se aglutinan abrumadoramente en las empresas de menor tamaño; la categoría más masiva es la gran empresa y, si consideramos también a la mediana empresa, la participación conjunta llega a un 46,1%. Y hay que considerar que muchas empresas pequeñas son en realidad subdivisiones de una gran matriz o unidad económica. 

Por otro lado, no solo se mantiene el hecho de que los salarios no suelen cumplir con el criterio de suficiencia vital en Chile. A partir de los últimos datos disponibles, se puede ver que quienes compran la fuerza de trabajo, las empleadoras y los empleadores, han aumentado sus ingresos en el último tiempo, y en contraste, quienes la venden, las asalariadas y los asalariados, los han disminuido considerablemente. En efecto, de acuerdo a los datos de la Encuesta de Ocupación y Desocupación del Gran Santiago realizada por la Universidad de Chile, entre noviembre de 2020 y noviembre de 2022 los empleadores vieron un aumento de sus ingresos, por hora y sobre inflación, del 5%, al tiempo que las asalariadas y los asalariados vieron una disminución de los ingresos, por hora y sobre inflación, de casi el 20%, es decir, las empleadoras y los empleadores se enriquecieron y las asalariadas y los asalariados se empobrecieron. 

Puede decirse que estas contradicciones son inherentes al sistema capitalista. Pero ellas a veces se muestran con mayor intensidad. En el presente, los sectores más ricos de este país podrán celebrar. Los banqueros, en particular, en solo las dos primeras semanas del año ya se habrán embolsado $210 mil millones de ganancias. Serán unas vacaciones doradas. Mientras, la clase trabajadora, muchos y muchas sin vacaciones, tendrán que seguir poniendo el hombro para sostenerse a duras penas, viendo cómo engorda el bolsillo ajeno. ontradicciones del “modelo” también se ven en el hecho de que el mundo del trabajo sigue fuertemente precarizado y sin buenas perspectivas, mientras los grandes agentes empresariales salen a flote e incluso resultan fortalecidos. 

De los casi 2 millones de empleos que se han recuperado desde el peor momento de la pandemia, un 97% clasifica como empleo informal y endeble, es decir, con altas probabilidades de ser precario. Y en Chile ha dejado de ser una realidad que los empleos se aglutinan abrumadoramente en las empresas de menor tamaño; la categoría más masiva es la gran empresa y, si consideramos también a la mediana empresa, la participación conjunta llega a un 46,1%. Y hay que considerar que muchas empresas pequeñas son en realidad subdivisiones de una gran matriz o unidad económica. 

Por otro lado, no solo se mantiene el hecho de que los salarios no suelen cumplir con el criterio de suficiencia vital en Chile. A partir de los últimos datos disponibles, se puede ver que quienes compran la fuerza de trabajo, las empleadoras y los empleadores, han aumentado sus ingresos en el último tiempo, y en contraste, quienes la venden, las asalariadas y los asalariados, los han disminuido considerablemente. En efecto, de acuerdo a los datos de la Encuesta de Ocupación y Desocupación del Gran Santiago realizada por la Universidad de Chile, entre noviembre de 2020 y noviembre de 2022 los empleadores vieron un aumento de sus ingresos, por hora y sobre inflación, del 5%, al tiempo que las asalariadas y los asalariados vieron una disminución de los ingresos, por hora y sobre inflación, de casi el 20%, es decir, las empleadoras y los empleadores se enriquecieron y las asalariadas y los asalariados se empobrecieron. 

Puede decirse que estas contradicciones son inherentes al sistema capitalista. Pero ellas a veces se muestran con mayor intensidad. En el presente, los sectores más ricos de este país podrán celebrar. Los banqueros, en particular, en solo las dos primeras semanas del año ya se habrán embolsado $210 mil millones de ganancias. Serán unas vacaciones doradas. Mientras, la clase trabajadora, muchos y muchas sin vacaciones, tendrán que seguir poniendo el hombro para sostenerse a duras penas, viendo cómo engorda el bolsillo ajeno.