Nota publicada en Radio U. Chile el 10 de septiembre de 2018
Para nadie es un misterio que la instalación del modelo neoliberal fue uno de los cuchillos más filosos de la dictadura cívico militar chilena. Y, quizás, su razón última. El experimento se consolidó con éxito en un país bajo una severa represión que impidió la resistencia, luego de un gobierno socialista que había sido el corolario de un proceso de ascenso de los movimientos sociales durante buena parte del siglo XX.
Fue el propio Milton Friedman quien acuñó el concepto del “Milagro de Chile”, para hacer referencia a la radical liberalización de la economía chilena durante el periodo de dictadura. El economista de Chicago viajó a Chile para reunirse con Augusto Pinochet y zanjar las líneas que debían “salvar” a la economía nacional.
“Hace unos cuarenta años atrás, Chile, como muchos otros países, incluyendo el mío, se encauzó en la ruta equivocada, por buenas razones y sin maldad, ya que fueron errores de hombres buenos y no malos. El mayor error, en mi opinión, fue concebir al Estado como el solucionador de todos los problemas, de creer que es posible administrar bien el dinero ajeno”, señaló en su visita realizada en 1975, mismo año en que los Chicago Boys hicieron su entrada al régimen.
Naomi Klein, periodista y escritora canadiense, hace referencia a la imposición del modelo (en Chile y en Latinoamérica) en su libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. En él da cuenta de la necesidad de implantar medidas de shock para generar impactos sicológicos (y físicos) que permitieran la imposición del modelo con mayor facilidad: “Friedman soñaba con eliminar los patrones de las sociedades y devolverlas a un estado de capitalismo puro, purificado de toda interrupción como pudieran ser las regulaciones del gobierno, las barreras arancelarias o los intereses de ciertos grupos (…) Friedman creía que cuando la economía estaba muy distorsionada, la única manera de alcanzar el estado previo era infligir deliberadamente dolorosos shocks: sólo una ‘medicina amarga’ podía borrar todas esas distorsiones y pautas perjudiciales”.
Ernesto Águila, académico de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, coincide con la tesis de Klein. A su juicio, las violaciones a los derechos humanos y la imposición de un modelo de las características que tuvo el chileno son dos factores que no se pueden disociar. “Es impensable la destrucción de los derechos sindicales, y la implantación del Plan Laboral, sin la destrucción del movimiento sindical chileno. Sin la represión de los movimientos sociales, de los partidos, de los sindicatos, sin el control de los medios de comunicación, no se podría haber hecho la reforma previsional que se hizo, ni la reforma en la salud. El vínculo entre represión, violación a los derechos humanos e implantación de un modelo económico social con el grado de profundidad y radicalidad neoliberal, son dos fenómenos tremendamente vinculados. La Constitución fue hecha para proteger el modelo y está pensada para que la soberanía popular no pueda afectarlo, porque se dan cuenta de que no es muy popular. Eso hay que asumirlo así porque no existe otra explicación posible. Se ha tratado de aislar el fenómeno de las violaciones a los derechos humanos con la modernización económica y social del país”.
La implementación de políticas de extrema liberalización de importaciones, la apertura comercial al exterior y las reformas financieras de la década del 70’ generaron impactos que se tradujeron en elevadas cifras de desempleo, quiebra de empresas nacionales y reducción de los sueldos. Los fuertes impactos económicos y sociales podrían haber tenido consecuencias severas en otro contexto, pero la represión de libertades tanto individuales como colectivas hacía del terreno uno fértil para la implementación de dichas medidas.
Así también lo reafirma la historiadora e investigadora de Fundación SOL, Andrea Sato. Según señala, la dictadura –a través de la violación sistemática de los derechos humanos- rompe con un proceso de acumulación de poder de los sectores más populares de la población: “La dictadura viene a cortar con el proceso de acumulación de poder popular, coartando no solo la organización de trabajadores y trabajadoras, sino que también instaurando modelos que iban a mantener no solo las condiciones de la dictadura durante su duración, sino que se mantuvieran independientes del gobierno que quedara. Hoy observamos en claves autoritarias el legado de la dictadura más allá de las violaciones a los derechos humanos. Esto se ve en la instauración de un modelo de relaciones laborales que desmoviliza y despolitiza al mundo sindical, una ley de subcontratación que no permite el acceso a los mismos derechos colectivos que los demás, y la implantación de un modelo de AFP que tiene como objetivo el enriquecimiento de distintos grupos económicos en desmedro del trabajo de los trabajadores, que son quienes generan la riqueza. La dictadura viene a cortar ese proceso de organización permanente y de acumulación de fuerza de los sectores populares para instaurar una institucionalidad, a partir de medidas del terror y la violación a los dd.hh., que viene a proteger lo que se va a instaurar”.
Todo indica que Milton Friedman parece no haber entendido la conexión entre la radical liberalización de la economía chilena y la consolidación de un régimen autoritario. En 1991, una vez terminada la dictadura, esbozó duras críticas en contra de Augusto Pinochet y su administración política: “No tengo nada bueno que decir sobre el régimen político que impuso Pinochet. (…) Fue un terrible régimen político. El verdadero milagro de Chile no es lo bien que le fue económicamente, el verdadero milagro de Chile es que una junta militar estaba dispuesta a ir contra sus principios y aportar un régimen de libre mercado proyectado por seguidores de los principios de un mercado libre”.
Andras Utthof, doctor en Economía, cree que la represión de los sectores de la población que no compartían intereses con los grandes capitales fue un hilo vital para la viabilidad de reformas que en otros lugares del mundo no habrían sido posibles en contextos democráticos. “Durante el régimen se suprimieron todas las fuerzas contrarias a quienes eran los dueños del capital. Los sindicatos y las fuerzas que podían tener la mano de obra organizada. Se implementó una política sin ninguna resistencia por parte de grupos que pudieran tener intereses distintos a los del capital. Eso creo que fue tremendamente significativo en la implementación de la flexibilidad laboral. Claramente no podría haberse instaurado este modelo sin un contexto de dictadura. Mucha gente ha pensado que si el modelo era tan bueno como decían, hagámoslo en otros países, y no lo han podido hacer porque tiene un costo de implementación muy alto que, en el caso chileno, se impuso y se redujeron gastos en salud, vivienda, y educación que en otros países no se hubiesen podido hacer. Una serie de medidas que en contextos democráticos no habrían sido aprobadas”.
Si bien han sido amplios sectores los que han intentado desmarcar las violaciones a los derechos humanos del modelo, como incluso lo hizo la Concertación a partir de mediados de la década de los ’90, la otra mitad del orden macro-económico actual nació de golpe. Una mañana de martes hace 45 años.