El pasado miércoles 31 de agosto se publicaron las cifras coyunturales de empleo y desempleo. De acuerdo a los datos de la Encuesta Nacional de Empleo, los desocupados llegaron a 619.657 personas, con lo cual la tasa de desempleo fue de 7,1%, la más elevada en los últimos 5 años para igual período de comparación.
Pero, ¿quién es un desempleado?, se suele entender como aquella persona mayor de 15 años que no tiene trabajo y que se encuentra buscando activamente uno, además de estar disponible para comenzar a trabajar en caso de que le ofrecieran un trabajo o bien en caso de comenzar una actividad por cuenta propia.
Según el estándar de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), adoptado actualmente por nuestro sistema de estadísticas del trabajo, el ocupado es la persona que trabajó a lo menos durante una hora a la semana y que recibe o recibirá un pago a cambio, el cual puede ser en dinero o en especie. En consecuencia, quien trabaja un domingo, entre 18:00 y 19:00 y luego no vuelve a trabajar en todo el resto de la semana se considera estadísticamente un ocupado. Previo a que Chile ingresara como miembro pleno a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la condición de ocupado la dirimía una pregunta de auto-clasificación en la cual se reportaba sobre la actividad a la cual se le dedicó más tiempo: si el encuestado trabajaba la mayor parte del tiempo, entonces era registrado como un ocupado. Con la nueva forma de contar ocupados y desocupados, el volumen de ocupados cambia, pero lo más importante es que el cuestionario se enriquece sustantivamente y permite recoger y caracterizar distintas formas de inserción laboral, de exclusión laboral y de calidad del empleo. Se abren así una serie de nuevos conceptos y sub-clasificaciones las que necesariamente deben tenerse en cuenta al momento de realizar los análisis.
De esta forma, desde marzo del año 2010, es posible distinguir entre el llamado desempleo abierto, el desempleo clandestino o desempleo oculto y la situación de los subempleados y el desempleo a tiempo parcial, aunque poco y nada se ha hablado de esto en los análisis oficiales.
Siguiendo el análisis que se hace en el texto La Humanidad Sobrante: una indagación sobre el desempleo, de los autores Cademartori, Correa y Cademartori, los desocupados son, en términos sistémicos, una forma de población excedentaria o, como diría Malthus, una población sobrante o humanidad sobrante. Políticamente, esta idea tiene una importancia sustantiva ya que opera en los hechos como un eficaz dispositivo de control de la demanda de trabajo por parte de quienes compran fuerza de trabajo ajena. La humanidad sobrante es lo que Marx denominó Ejército Industrial de Reserva y le confiere al empleador una mano de obra disponible y presta para ser empleada en cuanto lo estime conveniente. Con este ejército de sobrantes, los capitalistas pueden controlar el precio del trabajo y resguardar márgenes de ganancias por la vía de no aumentar remuneraciones, con la amenaza latente para quienes están contratados de que hay un fuerte contingente de personas esperando a reemplazarlos si no saben valorar lo que tienen. Si a este cuadro se le añade un débil actor sindical, la posición para quien se vale del trabajo ajeno es inmejorable.
¿Cuál es la real extensión de la humanidad sobrante de la cual se sirven los capitalistas en Chile y que los Gobiernos de turno no han de reconocer?
Una forma de arribar a una estimación cuantitativa es calcular el desempleo abierto, el desempleo oculto y el desempleo equivalente por subempleo, usando para todo ello los mismos datos recogidos por la Encuesta Nacional de Empleo.
Los subempleados (underemployed workers), corresponden a quienes trabajan en jornada parcial (o menos) pero que desean y están disponibles para trabajar más horas. Esta condición de subutilización es común en la industria del retail, donde grandes cadenas ofrecen trabajo de media jornada o de fines de semana. Un subempleado no es quien trabaja en jornada parcial por llana preferencia (ya sea para compatibilizar su tiempo con otra actividad como los estudios o cuidado de la familia o por otra razón). En el caso de los subempleados, hay involuntariedad. Ellos prefieren trabajar más horas y están disponibles para emplearse en ese formato, pero no encontraron o no encuentran esa opción en el mercado. En cierta forma, este tipo de trabajadores son también desempleados, pero desempleados de tiempo parcial. Para ilustrar mejor este punto, pensemos en el caso de un trabajador de supermercado que quiere trabajar tiempo completo pero que sólo le ofrecen trabajo de 20 horas para los fines de semana. En este caso, la mayor parte de la semana no tiene empleo.
Los desalentados por su parte, son los rechazados que nadie quiso contratar y que tampoco lograron auto-emplearse. La literatura los conoce como “trabajadores desesperanzados o desanimados” (discouraged workers) y en rigor son personas que no tienen trabajo y que no están buscando uno por razones de desaliento. Existe desaliento por motivos de edad (“cree que por su edad no le darán empleo”), por calificación inadecuada (“cree que ningún empleo o actividad se adapte a su calificación”), o por simple cansancio (“se cansó de buscar”). Los desalentados tienen la característica de que no se encuentran buscando trabajo pero están disponibles para trabajar. Como el buscar trabajo es un requisito para ser considerado desocupado o desempleado, este grupo de personas, que es identificable en las encuestas, hoy es clasificado como población inactiva (ni ocupada ni desocupada). Algunos autores como Cynthia Pok, han sostenido que se trata de desempleados que se encuentran “ocultos en la inactividad”, de ahí entonces se deriva la idea del desempleo oculto o clandestino.
Tomando en cuenta las cifras publicadas por el INE, junto a los 619.657 desempleados, se contabilizan 722.249 subempleados y 72.245 desalentados. El perfil de los subempleados es de extrema vulnerabilidad, de hecho, según la última Encuesta de Ingresos, la mitad de los subempleados percibe menos de $110.000 líquidos como ingreso de la ocupación principal. ¿Es posible asimilar un subempleado a un desempleado?: no directamente, pues en estricto sentido se trata de un ocupado, aunque de pocas horas. Ahora bien, siguiendo la metodología de Fundación SOL, se puede asumir que cada subempleado equivale a medio desempleado (número de puestos de trabajo con jornada normal que sería necesario crear para eliminar totalmente el subempleo visible). También se lo llama desempleo equivalente por subempleo. En este caso, los 722.249 subempleados equivalen a 361.125 desempleados.
Finalmente, tomando en cuenta la estimación clásica de los desempleados, la estimación de los desempleados equivalentes por subempleo y de los desempleados ocultos en la inactividad (o los desalentados), la llamada humanidad sobrante sube de un 7,1% a un 12%. Este es un dato alternativo que Fundación SOL viene publicando mensualmente desde el año 2010 bajo el nombre de tasa de desempleo integral y que ha registrado solo pequeñas variaciones en estos seis años, sin bajar nunca de los dos dígitos.
Esta estimación ha sido convenientemente ignorada aún cuando la información está disponible y es de sencillo procesamiento. Las autoridades, sin importar su color político, han mantenido un discurso grueso sobre la situación del empleo, siendo cómplices pasivos o activos del cuadro de precariedad y exclusión que tiene al mundo del trabajo en una ingente crisis material. El mundo empresarial, como es de esperar, no escatima en recursos retóricos a la hora de alegar por el “exceso” de derechos laborales, que también llama “rigideces del mercado laboral”, haciendo de suerte de voceros de quienes no pueden encontrar trabajo, cuando ellos mismos promueven la facilitación del despido y las formas de inserción laboral endeble.