Con un importante retraso, el día martes 19 de junio el Gobierno ingresó el proyecto de ley que propone un reajuste al salario mínimo de $9.000, pasando de $182.000 a $191.000. Dado que la semana siguiente es distrital, es altamente probable que se deba zanjar la discusión durante los próximos días, a menos que no exista acuerdo entre la Cámara de Diputados y el Senado y tenga que pasar a una Comisión Mixta.
Resulta impresentable que se destinen menos de 72 horas para debatir y decidir una política trascendental para los trabajadores de Chile, que afecta directamente a más de 700 mil asalariados y cerca de 3 millones de personas (tomando un hogar promedio de 4 personas, donde una trabaja).
El ritual del reajuste de todos los años, nuevamente se repite, y durante los días previos las autoridades comenzaron a hablarnos de la crisis económica que se nos viene y por qué no es recomendable subir considerablemente el salario mínimo ante tal incertidumbre. Y nos enfrentamos a lo de siempre, tanto en gobiernos anteriores, como bajo la actual administración: no es el momento de subir el salario mínimo porque viene una crisis, porque estamos en crisis, o porque la economía se está recuperando y no es prudente colocarle piedras en el camino. Finalmente, nunca es el momento.
El problema más grave, es que todos los años, citando evidencia empírica de los años 70’ y 80’ y ajustándose a los rígidos supuestos de la teoría económica clásica de que existe información y competencia perfecta en los mercados, se le comunica a Chile y a sus trabajadores que un aumento del salario mínimo puede provocar desempleo y que las autoridades “que velan por el bien común”, no quieren poner en riesgo el empleo de los trabajadores de menor calificación y a las pequeñas empresas.
Sin embargo, lo que no se comunica es que Chile tiene unminisalario mínimo y que existe una deuda de arrastre con los trabajadores. Los diputados y senadores no cuentan con la información completa para que en menos de 72 horas tomen una decisión informada y dado que la clase política no ha hecho la pega, lo que termina sucediendo es que se “lanzan” números sin un diagnóstico claro.
Con la propuesta de $191.000 (o con el aumento propuesto ayer en la tarde a $193.000) si utilizamos el Índice de Kaitz ajustado, recomendado por Catherine Saget, especialista de la OIT en salario mínimo, en donde se mide su poder de compra (salario mínimo, dividido por PIB per cápita), estaríamos enfrentándonos al valor más bajo de este salario en los últimos 23 años, incluso más bajo que en 1989, alcanzando un 29% del PIB per cápita chileno. La literatura nos dice que cuando éste representa menos del 30% del PIB, se produce un peligro inminente para la economía y técnicamente existe un minisalario mínimo.
En el año 2001 y 2002, el índice de Kaitz ajustado alcanzó su valor más alto, llegando a 43%, justo en el rango intermedio de lo recomendado por la literatura. De ahí en adelante ha perdido poder de compra (en relación al tamaño de la economía chilena) permanentemente y con la propuesta del Ejecutivo hemos tocado fondo como país: nuestro minisalario mínimo, sólo cubriría el 65% de una línea de pobreza familiar, totalmente desalineado con el concepto de Sueldo Vital que estaba en su génesis y además hemos bajado los estándares de acuerdo al tamaño de la economía chilena en relación a 1989, o sea, estamos peor que hace 23 años.
De esta forma, hoy Chile se ubica recién en el 7° lugar entre los 10 países de Sudamérica, si ajustamos el salario mínimo por paridad de poder de compra, para hacerlo comparable y medir qué se puede comprar con el salario mínimo en cada país. Nuestro minisalario mínimode US$ 466 (valor ajustado por paridad de poder de compra) sólo supera a Bolivia, Uruguay (donde existe un Consejo de Salarios y finalmente se paga mucho más que el mínimo) y Brasil. O sea, deberíamos estar en el primer o segundo lugar en Sudamérica y estamos en el séptimo.
Por otro lado, si vemos datos de los países industrializados, cuando tenían el mismo PIB per cápita que hoy tiene Chile, el valor hora del salario mínimo nacional sólo representa un 54% del valor hora del salario mínimo promedio de estos países en los años 70’ principalmente. Nuevamente las cifras no cuadran.
En resumen, antes de atemorizar a la población con la crisis y el desempleo, resulta fundamental establecer el diagnóstico adecuado y que los parlamentarios decidan si seguiremos teniendo unminisalario mínimo que aumenta el ejército de “trabajadores pobres” y endeudados, o si por primera vez se debatirá en serio, con perspectivas de mediano plazo y con políticas concretas para apoyar a las micro y pequeñas empresas y llevamos el salario mínimo a un valor de equilibrio para saldar la deuda de arrastre con los trabajadores.
Un país que ha crecido 5% como promedio anual los últimos 22 años y que, según proyecciones del FMI, en 2 años más tendrá un PIB per cápita ajustado por paridad de poder de compra de US$ 20 mil, no puede seguir estirando el elástico con quienes producen la riqueza de nuestra nación, ni sostener la tesis de que “cualquier trabajo es mejor que no tener nada”. Esa es la excusa perfecta para seguir creciendo y que el engranaje siga funcionando, pero perpetuando la desigualdad en la distribución de los ingresos y precarizando y desnaturalizando el valor y el sentido del trabajo. La discusión de fondo finalmente, es ¿cuánto vale tu trabajo?
Publicada en El Mostrador 21 de Junio de 2012