El domingo 30 de septiembre, por cadena nacional, el Presidente Sebastián Piñera presentó elpresupuesto 2013 de la nación, con énfasis en el aumento de recursos para educación. Como forma de preparar el camino, ese mismo día en la mañana, en El Mercurio, se publicaba una “columna” del Presidente llamada “Educación, una batalla que vamos a ganar”. Fue un despliegue comunicacional importante del gobierno que coincidía, además, con el inicio oficial de la campaña por las elecciones municipales de fines de octubre. En tal columna, el presidente plantea que “nunca antes una generación había tenido tantas oportunidades de educarse, crecer y desarrollar sus talentos como la de ustedes”.
Es así como el principal argumento de la avanzada comunicacional es develar los éxitos del gobierno en la gestión del modelo, tales como el crecimiento económico a pesar de la crisis europea y la lenta recuperación de Estados Unidos —repetido varias veces durante la presentación en cadena nacional— y el crecimiento del empleo. Por lo tanto, ninguna reforma —especialmente tributaria y laboral— debe tocar tales cimientos. Y se mencionan, sin datos comparativos, el aumento “vigoroso” de los salarios, que contribuyen, en conjunto, a un crecimiento sano de la economía que debemos proteger “sin ser irresponsables”. “En medio de este mundo en crisis, la economía chilena está sana, sigue creciendo, creando empleos y oportunidades, mejorando los salarios, reduciendo la pobreza y las desigualdades con mucha fuerza y vigor”.
Ante tan auspiciosas noticias, no deja de llamar la atención que el jueves 27 de septiembre, El Comité Permanente de la Conferencia Episcopal, hiciera pública su carta llamada“Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”. El texto de 19 páginas, trata variados temas, sin embargo, es uno solo su tronco argumentativo central, que se expresa elocuentemente en este párrafo:“La competitividad ha sido más promovida que la solidaridad social y ha llegado a ser el eje de todos los éxitos. Se ha pretendido corregir el mercado con bonosy ayudas directas descuidando la justicia y equidad en los sueldos, que es el modo de dar reconocimiento adecuado al trabajo y dignidad a los más desposeídos. Hoy escandalosamente hay en nuestro país muchos que trabajan y, sin embargo, son pobres” (p.6).
La Iglesia ataca con vigor, precisamente, lo que el gobierno muestra como éxito y centralidad dentro de las bondades del modelo y cuestiona también la noción del Estado como simple ente subsidiario, descuidando funciones de integración social.
¿Qué está pasando que existe esta desavenencia tan grande entre miembros de la élite? Quizá en este punto, sería bueno recordar a viejos estudiosos del mundo del trabajo, tales como el sociólogo francés Robert Castel quién, a propósito de las profundas transformaciones realizadas por el neoliberalismo, llamó a la enorme precarización y vulnerabilidad de masas de la nueva era como “Nueva Cuestión Social”. Al igual que la Cuestión Social de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, esta se caracteriza por una negación de la élite política y económica de los profundos problemas que vivía el país en esa época.
Mac-Iver —en pleno ascenso de la ola de huelgas de los trabajadores— declaró en 1903 que “la cuestión social no existe en Chile”. O, al igual que hoy con la Carta de la Conferencia Episcopal, la Iglesia Católica por medio de la Encíclica “Rerum Novarum”, promulgada por el papaLeón XIII en 1891, atacaba con igual fuerza las “injusticias del capitalismo”.
Al igual que hoy, esto también ocurrió en pleno boom económico, llamado por historiadores como el “ciclo salitrero”. Este ciclo, al igual que el actual, se caracterizó por ser un modelo de exportaciones primarias basadas en el nitrato, que logró elevar sustantivamente, en un periodo corto, el PIB de Chile a principios del siglo XX. Con una alta vulnerabilidad externa y un impulso de crecimiento breve que se agotó dramáticamente, dejando al desnudo la incapacidad de generar un movimiento autopropulsado, basado en una producción interna de alto valor agregado y una inserción internacional que no dependiera de los precios externos de los commodities.
Era una época donde todavía existían amplios sectores de trabajadores que ni siquiera veían dinero en sus manos, ya que los empleadores acaparaban también los bienes necesarios para existir. Dentro de las manifestaciones del Día Internacional de los Trabajadores en 1906, la Sociedad Obrera de Valparaíso hizo llegar al Presidente de la República, como conclusiones de su acto “que el Gobierno tome las medidas del caso sobre el acaparamiento de los artículos de primera necesidad por algunas casas comerciales”.
Si bien el Chile de esa época era muy distinto, hoy, los datos parecen estar con la Conferencia Episcopal, más que con el gobierno. Veamos tan solo dos frases relevantes de la carta y los datos que la corroboran:
“La desigualdad se hace particularmente inmoral e inicua cuando los más pobres, aunque tengan trabajo, no reciben los salarios que les permitan vivir y mantener dignamente a sus familias”. (p. 8):1. Según Casen 2011, la brecha de ingresos autónomos entre el 10% más rico y el 10 % más pobre de los hogares es de 35,6 veces. El segundo valor más alto de la historia de la Encuesta Casen, sólo superado por el dato del 2009, año de crisis económica.2. Según Casen 2011, hay 497.331 trabajadores pobres y el 75 % tiene un trabajo asalariado. Si se ajustara la línea de la pobreza de acuerdo a las recomendaciones realizadas el año 2008, por el actual ministro de Hacienda, Felipe Larraín, tendríamos 1.173.525 de trabajadores pobres.3. El salario mínimo para una familia de 4 personas donde una trabaja (realidad de quienes ganan el mínimo), sólo cubre el 66 % de la línea de pobreza familiar. Y equivale al 29 % del ingreso per cápita mensual ajustado por paridad de compra en dólares, siendo técnicamente, un mini salario mínimo que no alcanza a reproducir la vida digna de quien trabaja.
4. Tomando datos de cuentas nacionales del Banco Central de Chile y cifras de empleo y remuneraciones del INE, se observa que, entre 1990 y 2009, los aumentos en productividad laboral han cuadruplicado los aumentos reales en remuneraciones develando la presencia de un excedente productivo que no ha sido remunerado y que debiendo ir al trabajador, terminó en las manos del empresario.
5. Según la Nueva Encuesta Nacional del Empleo, entre enero-marzo 2010 (cuando asumió el nuevo gobierno) y junio-agosto 2012 (últimos datos publicados) el 85 % de los nuevos empleos asalariados corresponden a contratos con empresas subcontratistas o suministradoras de trabajadores. Según la Nueva Encuesta Suplementaria de Ingresos 2010,los asalariados externos ganan un 30 % menos que si fueran contratados directamente por la empresa.
“Es natural que en este cuadro los menos favorecidos en el presente se sobre endeuden hasta lo inhumano para participar del producto del desarrollo, destruyendo por ese camino el bienestar familiar e hipotecando su futuro. Se trata de una nueva forma de explotación que termina favoreciendo a los más poderosos y aislándonos. (p. 7)”1 El 70 % de las ventas de las casas comerciales se hace mediante tarjeta de crédito (Informe Retail 2010, Revista Capital, N° 270, 26 de febrero de 2010).
2 El endeudamiento de los hogares es cerca del 60 % del total de Ingresos Disponibles, y cerca del 100 % de la masa salarial y representa el 40 % del PIB. (Informe de Estabilidad Financiera. Banco Central. Abril 2012).
3 El quintil de más bajos ingresos tiene una carga financiera (proporción del ingreso mensual que se destina a pagar deuda) del 39%, versus el 21,5 % del quintil de más altos ingresos. (Encuesta Financiera de Hogares 2009 (EFH 2009). Banco Central).
4 El 55 % del total de la deuda del 20 % de hogares más pobres corresponde a casas comerciales (EFH 2009), los cuales no tienen un ente regulador que las supervise y presenta las tasas de interés más altas del mercado. En los hogares con más altos ingresos representa sólo el 16,5% de su deuda total (EFH 2009).
De esta forma, no parece razonable que ningún gobierno, tampoco la oposición, ignore tales datos y el fuerte llamado de atención de esa institución milenaria que es la Iglesia. Así como en los albores del siglo XX anticipó el conflicto social y político, producto de las excesivas y desreguladas formas de explotación del trabajo, hoy nuevamente se pronuncia para hacer ver nuestra “Nueva Cuestión Social”, luego de 40 años de implementación de profundas reformas económicas, sociales y políticas que han producido un “lucro desregulado, que adquiere connotaciones de usura, (que) aparece como la raíz misma de la iniquidad, de la voracidad, del abuso, de la corrupción y en cierto modo del desgobierno”(p. 9).