Por Pablo Obregón y Miriam Leiva.
Las posiciones están alejadas: el Gobierno propuso aumentar el salario mínimo desde los actuales $182 mil mensuales a $193 mil. La oposición y algunos miembros de RN piden un piso de $200 mil y la Central Unitaria de Trabajadores, $250 mil.
Así las cosas, el proyecto del Gobierno ya fue rechazado en la Cámara de Diputados -con los votos de la oposición y la ausencia de varios parlamentarios oficialistas- y ahora el Ejecutivo insistirá en el Senado con la misma cifra.
¿Pero de quiénes hablamos cuando se trata del salario mínimo?
Del total de empleados que estaban en el mercado formal en 2010-un poco más de cinco millones-, 745 mil ganaban el mínimo o menos, según la Encuesta de Ingresos del INE. Esto equivale a un 15%, más del doble que en 2001. Ese año, Chile tenía un total de 3,8 millones de trabajadores en el mercado formal, y de ellos, un 7%; es decir, 278 mil ganaban el mínimo o menos.
Detrás de este aumento hay varias lecturas. La economista de Libertad y Desarrollo Cecilia Cifuentes explica que este fenómeno tiene que ver con que el sueldo mínimo ha crecido más rápido que la remuneración media (5% por encima de la remuneración promedio en la última década), lo que ha hecho que un número importante de personas que ganaban levemente por sobre el mínimo hayan sido alcanzadas por esta fijación salarial.
También está relacionado, agrega, con la incorporación de personas que estaban fuera del mercado laboral (inactivos) y que "pasaron de ganar cero a ganar poco" y con los trabajadores que antes se desempeñaban informalmente y que ahora lo hacen bajo la protección de un contrato, ya sea por jornada completa o parcial.
La economista de la Universidad Adolfo Ibáñez Andrea Repetto agrega otro factor: "La gente que gana menos lo hace básicamente porque tiene menos productividad y porque tiene poco poder de negociación. De hecho, uno de los roles del salario mínimo es el de darles poder de negociación a estos trabajadores; si no, ganarían aún menos", asegura.
Una visión distinta tiene el economista de la Fundación Sol, Gonzalo Durán: "Un dato claro que arroja la encuesta de empleo del INE es el asombroso aumento del empleo tercerizado (trabajadores externos). Este tipo de trabajo suele pagar sueldos mínimos y tener una alta rotación".
De los 498 mil trabajos formales que se crearon durante los últimos 25 meses, el 72% corresponde a este tipo de empleo. En el caso de las mujeres, la proporción sube a un 94%: "Teniendo esto en consideración, es dable pensar que ha subido la probabilidad que tiene un trabajador de ganar el mínimo", sostiene.
Según sus cálculos -y basándose en los datos de la Superintendencia de Pensiones- en 2011 las personas que ganaron el mínimo fueron 907.449.
¿Los trabajadores externos ganan, efectivamente, menos que los contratados directamente? Según cifras de la Encuesta de Ingresos del INE, las diferencias entre ambos grupos varían dependiendo de la rama de actividad. Las mayor brecha se presenta en la administración pública, donde los contratados directamente ganan 2,9 veces el sueldo de los subcontratados. Le siguen las actividades inmobiliarias (2,4 veces); servicios sociales y de salud (2,2 veces) y sector financiero (2 veces). En la actividad minera, esta proporción es de 1,6 veces.
Dura negociación
Históricamente, los gobiernos negociaban con la CUT el reajuste del mínimo antes de llevar una propuesta al Congreso. Este año, sin embargo, el presidente de la multisindical, Arturo Martínez, se restó de la mesa porque consideró insalvable la distancia entre la petición de la CUT y la propuesta del Ejecutivo.
El jueves, el proyecto del gobierno fue rechazado en la Cámara de Diputados, lo que no sólo tensó más las relaciones entre el oficialismo y la oposición, sino que también hizo que se encendieran algunas alarmas en un sector del empresariado.
Para Peter Hill, presidente de la Cámara de Comercio de Santiago (CCS), un reajuste desmesurado no sólo tendría un impacto directo sobre los costos de las empresas que pagan el mínimo, sino sobre toda la economía: "la mayor importancia que posee en la actualidad el salario mínimo es constituir un referente para todos los trabajadores. Si se acuerda reajustar en 10% el monto del salario mínimo, quienes ganan $300 mil, por ejemplo, sienten que deben ganar $330 mil (...) además, opera como un referente en las negociaciones sindicales, sobre todo cuando los porcentajes están fuera de la norma histórica".
A esto se suma que las gratificaciones legales a los empleados, por ejemplo, se calculan en base al sueldo mínimo (ascienden a 4,75 ingresos mínimos).
¿Está muy alto?
El sueldo mínimo en Chile equivale al 45% del salario promedio ($407 mil aproximadamente), similar a la media de los países de la OCDE, que es de 41%. Según Cecilia Cifuentes, si se toma en cuenta ese dato se puede concluir que los reajustes aprobados durante los últimos veinte años han sido razonables: "Los distintos gobiernos han sido responsables y el país no tiene un nivel de salario mínimo que parezca reducido".
Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el que se comparan los ingresos mínimos de distintos países del mundo ajustados por poder de paridad de compra, muestra que el sueldo mínimo chileno es del orden de US$ 400, el quinto más alto en América Latina.
El país que lidera el salario mínimo en la región es Argentina, con US$ 896. En segundo lugar está Paraguay, con US$ 559, y lo siguen Ecuador y Venezuela, con US$ 490 y US$ 481, respectivamente. Brasil y México tienen los más bajos, con US$ 286 y US$ 170, respectivamente.
A nivel mundial, el salario mínimo más alto lo tiene Australia, con US$ 1.597, seguido de Austria y Bélgica.
Algunos países han optado por derogar o flexibilizar esta fijación salarial. En Singapur y China no existe regulación sobre el tema, mientras que en Japón cada región determina condiciones salariales distintas.
Vivir con el mínimo
Eva González se dedica a instalar las alarmas de la ropa de una de las principales multitiendas del país y gana el sueldo mínimo. Vive con tres personas más en una vivienda social en el paradero treinta de Santa Rosa: "si no fuera por el apoyo de mi mamá, no me alcanzaría. Pago $30 mil de luz, $10 mil de agua y $14 mil de teléfono. Ahí ya se fue la mitad del sueldo y no he contado el supermercado".
Olga Rodríguez, en tanto, trabaja en una empresa de aseo y también gana el mínimo. En su caso, vive con sus dos hijos en el segundo piso de una casa que comparte con la familia de su hermano: "dividimos los gastos, así que nos alcanza (...) pero como tenemos nuestras cosas, no tenemos ni un subsidio".
Según un estudio de Libertad y Desarrollo, si en 1990 el 51% de los ingresos que percibían las familias más pobres provenía del trabajo y sólo el 6% de los bonos estatales, en 2009 (año de la última encuesta Casen) el fruto del trabajo representó el 26% de los ingresos y los subsidios, el 21%.
Además, mientras en el 10% más pobre trabaja menos de una persona por hogar; en el 10% más rico, trabajan dos.
Las cifras de empleo que mira el Gobierno
Mientras en el Congreso se discute el reajuste al salario mínimo, el mercado laboral comienza a dar sus primeras señales de enfriamiento.
Según fuentes de Gobierno, desde hace unas semanas se comenzaron a monitorear cifras como el número de trabajadores que cobran el seguro de cesantía mensualmente. Si bien estas cifras sólo dan cuenta de lo que ocurre con los empleados del mercado formal -no incluye independientes-, tienen la ventaja de que se publican con menos rezago que las cifras del INE.
Según los expertos, si bien los números todavía no dan para hablar de un cambio de tendencia, sí hay indicios de que vale la pena tener en cuenta: en diciembre de 2011, 119 mil personas cobraron el seguro y en abril de 2012, 152 mil. Esta última cifra es mayor a las 129 mil personas que cobraron el seguro en abril de 2011 y a las 133 mil que lo cobraron el mismo mes de 2010.
¿Se enfrió el mercado?
Para el decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, Manuel Agosín, las señales de enfriamiento del mercado laboral son débiles, pero hay que estar atentos con algunos datos, como la desaceleración de la demanda y el menor ritmo de creación de puestos de trabajo.
"No es apresurado hablar de un plan de contingencia. Tal como vimos en 2008, las cosas pueden cambiar en días, puesto que la volatilidad en los mercados es cada vez mayor".
A esto hay que sumar que las estadísticas siempre se publican con rezago, por lo cual el deterioro real del mercado laboral sólo se observará en los meses siguientes. Tal como señala la economista de Libertad y Desarrollo Cecilia Cifuentes, el último dato de empleo -el trimestre móvil febrero-abril- todavía toma meses en que la actividad estaba muy dinámica, por lo tanto hay que ser cautos y no desterrar los planes anticrisis.
El plan que no fue
El Gobierno propuso hace unas semanas, para enfrentar una eventual crisis y despidos, permitir que las empresas pactaran con sus empleados media jornada de trabajo a cambio de un 50% del sueldo más un 25% con cargo a la cuenta individual del seguro de cesantía por un plazo máximo de siete meses. Ante el rechazo, la propuesta fue desechada.
Sin embargo, el profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, Alejandro Micco, considera que la potencial contracción de la demanda externa hará caer la generación de trabajo, y que "para que el ajuste no sea vía desempleo, se deben ver medidas como en esta línea".
Cecilia Cifuentes da una visión similar: "El plan era muy positivo, porque el mensaje que les transmitía a los trabajadores era que si la empresa entraba en problemas, sólo iban a ajustar su ingreso en 25% y no en un 100%. Lo que pasó en 2009 es que el consumo se desplomó porque la gente detuvo decisiones de compra por temor a perder su empleo, lo que terminó agravando la crisis en una profecía autocumplida".
El modelo que proponía el Gobierno es similar al que ha permitido a Alemania mantener bajas cifras de desempleo. Desde 2003, ese país aplica un instrumento que faculta a las empresas para reducir las jornadas de trabajo en períodos de menor producción. Así, la empresa paga menos, el trabajador mantiene su contrato y la diferencia por su salario la paga provisionalmente el Estado (máximo 24 meses).
Actualmente, más de siete millones de alemanes trabajan bajo ese esquema, el que tiene defensores y detractores: una encuesta del diario El Mundo entre españoles desempleados menores de treinta años mostró que un 49,6% está a favor de implementar esta fórmula y sólo el 37,6% está en contra. Para los sindicatos, en cambio, este mecanismo no crea nuevos puestos de trabajo, sólo redistribuye los ya existentes creando una ficción de pleno empleo.
Publicado en El Mercurio Domingo, 24 de Junio de 2012