Link de las votaciones
Columna Fundación SOL: “Sueldo Mínimo irrespeta una vida digna”
Por Gonzalo Durán, Economista Fundación SOL
Por mandato legal, julio es el mes cuando comienza a regir el nuevo valor del sueldo mínimo. En teoría la discusión para determinar su monto podría ser permanente (como en Inglaterra con la Low Pay Commission), pero lo que sucede en la praxis es que durante junio – y a veces en mayo – el tema aparece en la escena pública.
Este año la pauta la marcó el discurso del 1° de mayo y una solicitud ascendiente a $250.000, esto es, un 37,3% superior al monto actual. La reacción por parte del Gobierno y algunos economistas, fue casi impulsiva y se remitió al ya clásico refugio aritmético de que los aumentos serán iguales a la “inflación más productividad”, es decir, 3% más 2% igual 5%.
Revisando años pretéritos, la historia se repite. Por ejemplo, en 2003, la CUT negoció establecer un sueldo mínimo de $138.600, equivalente a un 31% mayor al monto vigente de aquellos tiempos. Al final, primó la fórmula de la inflación esperada más productividad y el resultado fue un ajuste nominal de 5,4%.
Un aspecto interesante es constatar cómo año tras año, la fórmula predice bastante bien el pulso y resultado de las negociaciones. El procedimiento, no obstante, tiene un error de arrastre no menor: asume que el sueldo mínimo se encuentra en un nivel de equilibrio tal que permitiría proveer los recursos materiales para una vida digna. Desde luego, ello no es cierto.
Este hecho, muestra una faceta bastante conocida en el mundo del trabajo “a la chilena“, cual es, la cara del autoritarismo o la primacía de ciertos preceptos económicos “incontrovertibles” que funcionan como traje a la medida de las elites, por sobre los intereses y necesidades de los trabajadores.
Efectivamente, del mismo modo como la negociación colectiva en Chile ha sido desnaturalizada de su objetivo matriz (el de distribuir ingresos), por la escasa cabida que tiene de la voz del actor sindical, el sueldo mínimo ha sido irrespetado en su razón de ser: permitir una vida digna para el trabajador(a) y su grupo familiar.
Para contextualizar lo anterior, un buen ejercicio es probar el poder adquisitivo del actual sueldo mínimo ($182.000) potenciado por gratificación del 25%. En términos líquidos (después de imposiciones legales) el monto a pagar es de $182.000. Ello cubre: Arriendo de una pieza ($90.000) + 1 kilo de pan al día ($27.000) + 2 pasajes de micro/metro al día para una persona ($36.000) + pago de la cuenta de la luz ($10.400) + 10 litros de leche ($5.500) + 5 litros de parafina ($3.100) + Pago mensual en una escuela particular subvencionada con financiamiento compartido (digamos, $10.000).
Vemos, entonces, que el precio mínimo impuesto al trabajo apatronado se encuentra desacoplado del nivel mínimo necesario para una vida digna que permita la reproducción material. Si consideramos que la actual línea de pobreza se ubica en $73 mil, el sueldo mínimo cubre el 62% de una línea de pobreza “familiar”. En estos días de salario mínimo, es importante que la voz y los intereses de los trabajadores vuelvan a ser centrales en el debate. Si no, vamos a acostumbrarnos a la práctica compulsiva de todos los años y a ser testigos de cómo la calidad de vida de los que viven de su trabajo se pasa constantemente a llevar.
Columna Rodrigo Casto, LyD: “Alza no es la forma de lograr un ingreso justo”
Como todos los años, la discusión en torno al nivel del salario mínimo se ha tomado parte de la agenda económica. Por una parte, la CUT propone un aumento de $ 182.000 a $ 250.000, mientras que la ministra Matthei, con fundamentos empíricos, descarta esa alza a la luz del efecto negativo en el empleo.
En este contexto, cabe tener en mente otras consideraciones. El gobierno implementará un ingreso ético familiar que busca enfrentar las principales necesidades de los hogares más vulnerables y de esta manera suplementar en parte importante el salario que se obtiene del trabajo.
Ahora bien, aunque el empleo viene creciendo, y en muchos sectores nos acercamos a un eventual pleno empleo, su crecimiento no se explica por un aumento en los puestos de trabajo con contrato indefinido. Luego, no se puede asegurar que las relaciones laborales que se están gestando permitan un mayor aprendizaje, perfeccionamiento y productividad en el mediano y largo plazo.
Un aspecto que no se debe olvidar es que un aumento del salario mínimo no sólo tiene efectos negativos sobre el empleo, sino que también sobre la desigualdad de salarios.
Por un lado, el aumento del salario mínimo reduce la probabilidad de obtener un empleo para los trabajadores con un salario cercano al antiguo mínimo, como jóvenes, con educación media incompleta y otros grupos con baja calificación laboral. De la misma manera, un aumento en el salario mínimo genera una redistribución de ingreso dentro del grupo más vulnerable, desde los que pierden su empleo con el aumento del salario mínimo hacia los que ven subir su salario y al mismo tiempo mantienen su trabajo. Con todo, y si se considera la propuesta de la CUT, la pérdida de empleos de los grupos más vulnerables podría fluctuar entre 11% y 18%.
Si lo que se busca es mejorar los niveles de ingreso de los trabajadores que hoy ganan el mínimo, lo que se debe hacer es evitar aumentar la probabilidad de que queden desempleados a través de otro aumento artificial de su salario. Dado que el aumento del salario no es la forma de lograr un ingreso justo, existen otras políticas públicas tanto o más efectivas para aumentar los ingresos de los trabajadores más pobres.
En el corto plazo, una mejor capacitación laboral y la focalización de los subsidios del Estado en las familias donde predominan trabajadores con menor calificación siguen siendo los mejores instrumentos. Asimismo, se debe considerar una categoría adicional de salario mínimo para los jóvenes entre 18 y 25 años. La negociación en este grupo debería congelar el salario mínimo. De esta forma, los jóvenes competirían en mejores condiciones por los escasos puestos de trabajo, y aumentan las probabilidades de que consigan un empleo donde podrán adquirir la experiencia necesaria para aumentar su calificación laboral en un plazo menor.
En el largo plazo, la forma de contribuir a una mejora sostenible en los salarios es a través de mejoras continuas en la productividad del trabajo, las que se logran con mayor crecimiento económico y con mejoras en la calificación promedio de la fuerza laboral.
Columna publicada en blogs del diario La Tercera.