Señor director:
En un artículo publicado el miércoles 5 de septiembre en La Tercera, la Segpres declaraba que “el aumento del empleo ha venido acompañado también de un incremento en la calidad de los puestos de trabajo” y que los empleos asalariados están históricamente relacionados con empleos de mayor calidad y formalidad. Esto, resaltando que se había logrado una cifra “histórica” de porcentaje de asalariados en relación al total de ocupados de un 65,6%.
Se puede comprender el retratar a los asalariados como empleos de calidad y formales, en la medida en que no tengamos los instrumentos adecuados para observar las características de tales empleos asalariados, pero esa no es la situación de este país. La Nueva Encuesta Nacional del Empleo que comenzó a regir oficialmente el 2010 y en la que se ocuparon millones de dólares del presupuesto nacional para su actualización, permite entregar análisis en detalle sobre la veracidad de tales supuestos.
A partir de ella es posible plantear lo siguiente: sólo el 14,2% del crecimiento de los ocupados desde enero-marzo de 2010 a mayo-julio de 2012 corresponde a un asalariado directo, y en el caso de las mujeres es sólo del 1,5%. Según la Nueva Encuesta Suplementaria de Ingresos (Nesi), un asalariado externo obtiene un 30% menos de remuneración que uno de planta. A su vez, para igual período de “récord histórico” de asalariados, existe 1,1 millón que están sin contrato (casi el 20% de los asalariados). Es decir, empleo asalariado no es igual a empleos de calidad.
Ya existe el instrumento que permite ahondar en los análisis de empleo acorde a las transformaciones contemporáneas del trabajo, el cual apunta a las dimensiones cualitativas de la fuerza de trabajo más que a los stocks cuantitativos. ¿Falta de prolijidad en los análisis o información incompleta?
Alexander Páez
Sociólogo Fundación SOL
Publicada el 7 de Septiembre de 2012