Entrevista a Marco Kremerman publicada en Rebelión el 24 de noviembre de 2017.
¿Funciona bien la economía chilena? ¿Hay algo que no pueda servir de ejemplo para las demás economías latinoamericanas? “Universidad” fue a conversar con Marco Kremerman, profesor de Economía en la Universidad de Chile e investigador en la Fundación SOL: www.fundacionsol.cl.
Sus estudios hablan de la “fragilidad” del modelo chileno, de lo poco que invierten en investigación y desarrollo, de los bajos niveles salariales y el alto endeudamiento de la población chilena.
Kremerman se refirió también a la reciente reforma del Código de Trabajo del gobierno Bachelet, cuyos efectos estima contradictorios, así como al esquema de pensiones que administran las AFPs. Es un modelo que se ha tratado de exportar a otros países de la región, pero sus resultados, en Chile, son dramáticos para quienes tratan de pensionarse, luego de 30 o 35 años de cotizar.
Lo que sigue es una transcripción editada de la conversación con Kremerman.
En Chile un 11,7% de la población se encuentra en situación de pobreza por ingresos (datos encuesta CASEN 2015). La misma encuesta reconoce que a nivel país, la mitad de los trabajadores percibe menos de $300.000 líquidos al mes como ingreso por la ocupación principal. Uds. discuten esta cifra. ¿Por qué? ¿Cuál estiman es una medición más adecuada?
Discutimos la medición de pobreza no porque haya falseamiento de la cifras sino porque el análisis es muy simples, se mide por ingresos totales. Esto tiene tres componente: los ingresos autónomos, los que una persona consigue por sí mismo; los diversos subsidios monetarios que le da el gobierno; y el alquiler imputado. Esto es la clave. Se trata de un ingreso que se imputa a las familias que viven en casa propia, que no existe, es el supuesto precio del alquiler de esa casa. Si vemos solo los ingresos autónomos, sin considerar los otros ingresos, pasamos del
Nosotros hicimos otra simulación para afinar el análisis. Si consideramos una canasta alimenticia de mejor calidad, con una dieta que con un equilibro calórico de mayor calidad, más balanceada y lo analizamos con los ingresos autónomos, la pobreza llegara 42%, afecta a 7,3 millones de personas. Entonces estamos hablando de un Chile totalmente distinto. Por eso decimos que el modelo es muy frágil.
¿Cuáles son las características de este modelo económico, cuál es la base del aparato productivo chileno y cuánto difiere hoy del heredado de la dictadura?
Las características del modelo económico chileno, aunque parezca redundante, sigue siendo extractivista, de exportación de commodities con poco valor agregado, como el cobre, que representa unos 50% del total de las exportaciones del país.
La segunda características es el rentismo. No se trata de grandes corporaciones con una estrategia a largo plazo. En Chile, los grandes conglomerados no están vinculados a una política de Estado. El Estado les da subsidios, asiste a los grupos económicos y estos se comportan bajo la lógica de ganar la mayor cantidad de dinero posible al más corto plazo. En Chile no se ha invertido un ápice en investigación y desarrollo, estas inversiones representan solo el 0,4% del PIB.
Podríamos decir que los grupos económicos en Chile no necesitan trabajo calificado, ganan mucho dinero sin innovar. Por lo tanto, pueden mantener bajos salarios.
Por eso el modelo ha funcionado sobre la base de la contención salarial. Según la última encuesta, la mitad de los trabajadores gana menos de 350 mil pesos líquidos y solo un 20% más de 650 mil pesos líquidos.
La matriz productiva del país no puede crear empleos de calidad. Chile se registra una creación neta de 1,35 millones de empleos desde que se viene realizando un nuevo tiempo de encuesta desde 2010, pero el 70% de ese empleo es tercerizado. Otra parte importante es empleo por cuenta propia o empleo familiar, no remunerado.
Pero las empresas necesitan vender sus productos. Entonces o exportan o abren el escenario del endeudamiento. Y eso es lo que han hecho: financerizar la masa productiva. Por eso es que, con salarios tan bajos, la dinámica interna sigue dinamizando la economía. En Chile hay 8,3 millones de personas ocupadas y hay 11,3 mayores de 18 años endeudas; tres millones más que personas que trabajan. De este total, 4,4 millones están morosas, no pueden pagar las deudas que han contraído.
Los índices de desigualdad son también muy elevados en Chile. Las encuestas de hogares subrepresentan el ingreso de las personas más ricas en Chile. Para tratar de remediar este problema existe otra fuente de información, como los servicios de impuestos internos. Con esos datos se puede determinar que el 1% de personas de mayores ingresos en Chile concentra 30% de los ingresos. Y eso nos sitúa como uno de los países más desiguales del mundo. En Chile el índice de Gini (un indicador de las desigualdades de ingresos) está cerca de 0,48 (cero indica igualdad absoluta, uno indica desigualdad absoluta). Pero cuando se incluye en la muestra estos registros administrativos, el Gini de Chile sube y supera los de Brasil o de Colombia.
El sistema de pensiones chileno, que en algún momento se trató de presentar como modelo para toda América Latina, se enfrenta a severas críticas aquí. ¿Cómo funciona este modelo?
Este sistema de pensiones existe en muy pocas partes del mundo, un sistema en el que la capitalización individual está en el centro, no existe la lógica del reparto en ese sistema, como en Costa Rica, Suecia o Uruguay. El sistema chileno es el primero que elimina el reparto y deja como pilar contributivo solo la capitalización individual, administrada por instituciones privadas.
En esa lógica, el modelo fracasó completamente porque las pensiones que paga hoy son muy bajas: en promedio, 215 mil pesos.
Datos muy recientes revelan que cerca de diez mil se pensionaron en septiembre pasado, personas que cotizaron durante 30 o 35 años. La mitad está obteniendo una pensión inferior a los 238 mil pesos, cuando el salario mínimo en Chile es 270 mil pesos. ¡Personas que cotizaron toda una vida sacan menos del 90% del salario mínimo!
Esto hace que, de las personas que están pensionadas, la mitad está sacado una “tasa de reemplazo” inferior al 20% (la “tasa de reemplazo” es cuanto obtengo de pensión en comparación con mi último salario).
No hay ninguna posibilidad de que las pensiones mejoren sobre esta base. La contracara de esto es que las AFP están administrando 203 mil millones de dólares, que representan cerca de 75% del PIB chileno. Desde que nacen las AFPs, en 1981, han ganado cinco billones (millones de millones) de pesos (8.300 millones de dólares). Invierten un 60% de ese capital en Chile y el resto en el exterior.
La rentabilidad de las AFP ha sido de 26%, porque tienen un negocio cautivo que es la comisión, que no depende de la rentabilidad. En cuatro años recuperan todo lo invertido. Pero el secreto de sus ganancias es ese mercado cautivo. En los años 80 las AFP consiguieron una tasa de rentabilidad de 12,36% como promedio real; en los 90 esa tasa bajó a 10,36%; en los 2000 fue de 6,25%; y, del 2010 en adelante, cayó a 3,96%.
Una de las características del modelo laboral de la dictadura fueron las diversas formas de debilitamiento del poder negociador de los sindicatos. ¿Cuál es el estado actual en este sector y que consecuencias tiene para el nivel de ingresos de los asalariados?
Tanto para disminuir la desigualdad como para aumentar los salarios lo más eficaz es la negociación colectiva centralizada y un derecho a huelga efectivo. De esa forma se puede distribuir mejor los ingresos.
El Plan Laboral creado por José Piñera en 1979, el mismo que ideó las AFP y hermano del expresidente Sebastián Piñera, fue precisamente desactivar todas esas herramientas. Primero, encerrando la negociación colectiva en la empresa. Segundo, debilitando el derecho a huelga, permitiendo el reemplazo de trabajadores cuando estaba en huelga. Con la reforma de Bachelet al Código de Trabajo se elimina el reemplazo, pero se crean otras figuras que vuelven a poner el reemplazo sobre la mesa, como el funcionamiento de los “servicios mínimos”. Se crea también el concepto de las “adecuaciones necesarias” (los no sindicalizados pueden reemplazar a los huelguistas); y el terceo tiene que ver con la posibilidad de las empresas mandantes que subcontratan parte de su producción de cambiar a su contratista si los trabajadores de esa empresa va a la huelga.
La reforma se aprobó en 2016 y se empezó a implementar en abril pasado. El único elemento positivo de esa reforma es que, antes, las empresas podían extender unilateralmente los beneficios de los trabajadores sindicalizados a los no sindicalizados. Hoy no se puede hacer eso por iniciativa propia, tiene que negociarse. En contrapartida se estableció un quorum mayor que antes para formar sindicatos.
Lo cierto es que tenemos un mundo sindical muy atomizado. El porcentaje de trabajadores sindicalizados no alcanza el 15% y el porcentaje que negocia colectivamente es menos del 10%.
El Frente Amplio incluyó algunas reivindicaciones en esta materia en su programa, entre ellas la que reivindica la negociación colectiva por rama de producción y un derecho a huelga efectivo. Será, probablemente, uno de los temas de negociará con Alejandro Guillier para darle su apoyo en la segunda vuelta.