¿Es normal que una persona gane 100 veces más que otra?
Por Gonzalo Durán y Marco Kremerman Economistas Fundación SOL @lafundacionsol Recientemente, en una carta enviada a Mary Schapiro de la United States Securities and Exchange Commission (que vendría a ser la Superintendencia de Valores y Seguros en Chile) el Senador Robert Menéndez invoca la Ley Dodd-Frank para respaldar y solicitar la implementación del revelamiento de la brecha entre los salarios y compensaciones del Gerente General y el trabajador promedio. El senador Menéndez es enfático en señalar que el cálculo debe incluir a todos los trabajadores, también a los part time. La brecha CEO - Trabajador medio, es un indicador que junto al Injustice Index (Brecha CEO - Trabajador que recibe el mínimo) del Drum Major Intitute, constituyen dos importantes contribuciones que ponen el acento en la desigualdad que se origina en el mundo del trabajo, aquella que, muchas veces, no se quiere ver. Antiguamente, filósofos griegos como Platón y Aristóteles definieron que esta brecha no debería superar las 4 y 5 veces respectivamente. Según cálculos de Fundación SOL, en los países de la OECD, la distancia promedio entre el salario mínimo y máximo es de 32 veces. ¿Qué sucede en nuestro país? De acuerdo a los resultados del estudio "Total Remuneration Survey" de Mercer, en 2010, los gerentes generales de Chile habrían obtenido sueldos y bonos que promediaban los 376 mil dólares anuales, esto es, casi 91 veces el salario mínimo. En 2011, y de acuerdo a los datos de Seminarium - Denarius, los gerentes promedian un aumento real de sus compensaciones de 14,7% real. Con ello, la brecha aumenta en 12%, situando la distancia salarial en 102 veces. De esta forma, un gerente general promedio de una gran compañía chilena, el día 3 de Enero a las 15:30 horas, ya ganó todo lo que gana en un año, un trabajador que recibe el salario mínimo y labora 45 horas a la semana. Inclusive es más, las recientemente publicadas cifras de empleo y desempleo confirman que el fenómeno del subempleo persiste y exacerba la brecha. La Oficina nacional de estadísticas de Europa (EUROSTAT), define subempleo como el trabajo part-time involuntario, es decir quienes trabajan medio tiempo, pero quieren trabajar tiempo completo. La evidencia ha mostrado que en el sector moderno de la economía (que es donde la aristocracia trabajadora logra los mayores sueldos), se ha producido una sustitución de trabajo de tiempo completo por trabajo de tiempo parcial, buena parte de ellos, involuntarios. Esta estrategia empresarial busca minimizar costos y de paso aumenta la brecha salarial mencionada en un comienzo. En particular en el caso de empresas como Cencosud, el ratio CEO-Salario Mínimo puede llegar a 150 veces. Casi un 50% más de la ya escandalosa relación 1:102. ¿Es tolerable para una sociedad presentar este nivel de desigualdades? Cuando el obispo Goic en el año 2007 propuso un sueldo ético de $250.000, el sacerdote jesuíta Fernando Montes, actual rector de la Universidad Alberto Hurtado,  señaló que junto con hablar de un salario mínimo ético también era necesario hablar sobre un salario máximo ético. El mismo Alberto Hurtado, único santo chileno, en un país de matriz católica, menciona en su libro Moral Social, que de ninguna forma se debe comprometer la satisfacción de las necesidades del trabajador y su familia y por tanto el salario debe partir desde ese piso, vale decir, no pueden fijarse salarios ni tasa de ganancias excesivas, si otros trabajadores no pueden reproducirse a través del fruto de su trabajo. Luego de muchos años de crecimiento económico y la promesa del “chorreo”, parece más sensato repensar seriamente nuestro particular modelo. Así como existen restricciones para conducir a altas velocidades porque puede afectar la vida y la libertad de otras personas, también deberían existir restricciones a los altos salarios y ganancias, en la medida que terminan afectando la libertad y las condiciones de vida de muchos trabajadores y su grupo familiar al no poder satisfacer sus necesidades de subsistencia. Pagar salarios mensuales de $10, $20 o $30 millones al mes para los altos ejecutivos y fijar altas tasas de ganancia en la planificación presupuestaria (es cosa de ver los resultados del sector bancario, Isapres, AFP, Retail, Minería y otros sectores), genera fuertes incentivos para oponerse a un Sistema Tributario distinto, negociar equilibradamente con las PYMES proveedoras o subir los salarios de los demás trabajadores. Finalmente unos ganas a costa de otros. ¿O acaso queremos seguir construyendo un país en donde un cajero/a de supermercado, un operar de call center, o una persona que realiza el aseo en una oficina ganen 100 veces menos que un gerente general? Publicado en La Tercera