por Alexander Paez/Investigador Fundación SOL
Este 1° de mayo se recordó la huelga de cuatro días que se produjo en Chicago producto del incumplimiento de la ley Ingersoll en la cual se estableció la jornada laboral de 8 horas en 1886. Esta ley fue producto de una lucha encarnizada del movimiento obrero desde 1820, debiendo pasar 60 años para que existiera de forma nacional y obligatoria.
El día 3 estalló la lucha con los turnos de trabajadores rompehuelgas, en el cual hubo muertos y heridos ya que la policía sin aviso alguno comenzó a disparar contra la revuelta. Un periodista sobre ese suceso, que luego fue condenado a la horca, escribía “es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!”. Producto de ese enfrentamiento se convocó para el día siguiente a una reunión donde alrededor de 20 mil obreros se enfrentaron a 180 policías, quienes al explotar un artefacto explosivo y matar a uno de ellos comenzaron a disparar a la multitud hiriendo y matando un número indeterminado de obreros. Fue declarado estado de sitio, y muchos fueron torturados y encarcelados. Se estableció un juicio contra 31 responsables, de los cuales se concentraron en ocho y murieron en la horca cinco.
Miles de obreros fueron despedidos, detenidos, perseguidos y torturados. La mayoría eran inmigrantes, el último eslabón de la sociedad, aquellos que sostenían la economía estadounidense con su situación de miseria. Esto dio pie a que el movimiento a nivel mundial tomara como bandera de lucha la jornada de 8 horas como reivindicación fundamental. El movimiento obrero significaba al 1° de mayo como un acontecimiento central en la obtención de regulaciones civilizatorias al conflicto de empresario y trabajador.
Producto de la violencia política que produce este conflicto, nacen leyes que lo regulan. Esto quiere decir que la sociedad reconoce por medio del Derecho, que tácitamente existe un conflicto, una asimetría de poder. Por lo tanto, el conflicto trabajador-empresario, no es producto de una ideología política, sino el dato mismo del desarrollo económico capitalista. Tal es así, que diferentes ideologías (partidos políticos) lo han reconocido como tal.
Es así como en Chile en 1931 se crea el Código del Trabajo, que instaura la jornada laboral de 8 horas diarias y 48 horas semanales, más otra serie de regulaciones promocionadas por liberales y conservadores. Sin embargo, esto no fue inmediato, sino presionado por el movimiento obrero nortino liderado por Luis Emilio Recabarren, tanto desde dentro del Partido Democrático, como en laFederación Obrera de Chile (Foch), luego como diputado donde en 1921 presenta su proyecto de “Cámara del Trabajo” o “Tribunal de Conciliación”. Con esto intentó institucionalizar la regulación económico productiva como iguales entre empresarios y obreros en donde se proponía un “Tribunal de Conciliación” en cada provincia con representación proporcional de obreros y patrones, tema que fue funcionalizado por diputados liberales y conservadores en sus propias propuestas de Códigos del Trabajo, en 1921 y 1920 respectivamente.
Alessandri, una vez erigido candidato por los liberales pronunció en su discurso el espíritu de su política “De un extremo a otro del universo surge una exigencia perentoria, reconocida por todos los pensadores y por los más eminentes estadistas, en orden a resolver con criterio de estricta justicia y equidad los derechos que reclama el proletariado en nombre de la solidaridad, del orden y la convivencia social”. Enfrentado a la huelga carbonífera promulgó una serie de leyes y beneficios sociales para los obreros, como forma de conjurar el peligro de más levantamientos donde estuvo incluso la creación del Ministerio del Trabajo y Previsión Social.
El 1° de mayo fue un acontecimiento que como cuchillo abrió la senda de posibilidades de reivindicación de la época completa, y cuyo resultado fue el escenario que estableció la estructura sobre la cual el conflicto sería funcionalizado. Esto puede inspirar muchos debates políticos, incluso partidistas ¿Existe “nuestra propia jornada laboral (nuestro 1° de mayo)” como bandera de lucha? ¿Existen Recabarren que promulguen leyes para crear nuestros “Consejos de Trabajo Provinciales”? ¿Existe un Alessandri que promueva la justicia social como racional y eficiente para la misma producción?
90 años después de instaurada la jornada laboral de 8 horas, y de la construcción de la institucionalidad laboral que nos guía (con violentos cambios en la reforma de la dictadura de 1979), somos el país que más trabaja en el mundo con cerca de 48 horas promedio semanales (efectivamente trabajadas), el país con menor participación laboral femenina de América Latina con un 40% promedio, un país donde sólo el 28% de la población en edad de trabajar está plenamente regulado bajo el Derecho Laboral. El ideal buscado hace 125 años en el mundo, que da origen al Día del Trabajador, hoy no se ha cumplido. No estamos en el punto alto del movimiento obrero como hace un siglo, más bien estamos en la declinación con el 15% de tasa de sindicalización, y con sólo 1 de cada 10 trabajadores negociando colectivamente.
El gobierno actual es conservador, y el de Alessandri también lo fue, pero hoy se habla no de regularizar ni proteger al trabajo del capital, se habla de un 7,3% de desocupación, de la generación de más empleo. El Derecho Laboral, como regulación formal del conflicto está siendo obsoleto bajo la realidad económica actual. La actual orientación del sistema de partidos, por medio del parlamento, no da cuenta del conflicto estructural existente. La realidad lleva más bien a un proceso creciente de desalarización (que afecta al 72% de la población en edad de trabajar), que se confunde teóricamente con una falta de centralidad e importancia del trabajo. Lo que material y fácticamente ocurre, es más bien lo contrario, la sociedad y sus mecanismos de regulación de conflictos no dan la talla, el sistema político no observa la realidad ni la establece programáticamente como prioritario.
Este 1° de mayo, más que nunca, por la desintegración de las condiciones de los trabajadores (y no la desintegración del trabajo), y su falta de regulación del conflicto el grito dado por el periodista estadounidense obtiene más sentido ¡Es la necesidad la que nos hará gritar!
Columna publicada en El Ciudadano