Por Mónica Navarro, Fundación SOL
Precariedad laboral
Zara llegó a Chile en 1999. Pertenece al grupo Inditex, liderado por el español Amancio Ortega, el hombre más millonario de España, y el tercero del mundo según el ranking Forbes. La empresa no tiene sus antecedentes muy limpios: en 2011 fue multada por trabajo esclavo en Brasil, y en abril de 2013, la transnacional recibió nuevas denuncias desde Argentina, por esa misma causa.
En Chile, el único Sindicato de la filial –que agrupa a 450 trabajadores, correspondientes al 75% del total de empleados– acusa prácticas antisindicales, acoso laboral, jornadas abusivas y pésimas condiciones de trabajo. “Hemos presentado distintas denuncias ante la Inspección del Trabajo y la Seremi de Salud, sobre algunos hechos que podemos constatar. Las vía de evacuación están permanentemente obstaculizadas; hay gente de bodega que no tiene baño, y se han visto químicos derramados en los sectores donde hacen las descargas”, señala Carmencita Verdugo, presidenta del Sindicato. “Todos los días nos envían fotos brutales. Brutales en el sentido que tú tienes una buena imagen de Zara pero en la trastienda hay otra cosa. Estamos hablando de decretos supremos que no se están cumpliendo”, agrega.
Tales son algunos de los problemas de seguridad e higiene que día a día le informan a Carmencita los socios del sindicato, desde las distintas tiendas y depósitos de Zara Chile. Pero las demandas van más allá: el bajo valor de los salarios, la ambigüedad en algunos contratos laborales, y las abusivas jornadas, marcan un alto nivel de precarización en el tipo de empleo que ofrece Zara, principalmente a mujeres jóvenes y estudiantes, según comenta Carmencita, quien ingresó a la tienda en 2003 mientras estudiaba. En términos de remuneraciones, asegura que antes era un poco mejor, ya que una persona entraba ganando un proporcional al salario mínimo más comisión por ventas. “Ahora le están ofreciendo a la gente 20 horas a la semana proporcionales al ingreso mínimo mensual, pero sin comisión”, señala. Es decir, 93 mil pesos al mes –si se calcula la proporción por 20 horas semanales en base al actual ingreso mínimo de $210.000–.
Por otra parte, existe el problema de las múltiples funciones que desempeña el personal, pasando por distintos puestos de trabajo en una misma jornada. Valentina Doniez, investigadora de Fundación Sol, comenta al respecto: “La polifuncionalidad es factor de precariedad ya que muchas veces las empresas lo utilizan como un mecanismo para intensificar el trabajo, por lo tanto, genera mayor presión para el trabajador. Por otro lado, uno de los principales problemas es que muchas veces esta polifuncionalidad no está bien establecida como dice la ley, en cada función que se tiene que desarrollar, sino que se entiende como un pozo sin fondo en el que el trabajador estaría disponible para cualquier cosa que necesite el empleador”, señala.
Según Carmencita, en los contratos de trabajo hay personas que figuran simplemente como “dependientes”, no se les especifica ningún cargo. Luego, una vez en la tienda, le designan distintas labores. “La empresa tiene poco personal, y éste tiene que hacer de todo. El trabajador de Zara tiene que cumplir un millón de funciones y tiene una carga impresionante de trabajo. Hay vendedores que hacen labor de almacén, pero que también se les ocupa para labores de bodega. Un mismo trabajador puede estar en la caja y en un minuto puede estar doblando la ropa, y luego le pueden decir ‘oiga sabe que un cabro chico vomitó ahí’ y lo mandan a limpiar el suelo”, dice la dirigenta.
Por último, uno de los asuntos más graves que están observando los trabajadores es el acoso laboral. “La empresa tiene una política de acoso laboral súper disfrazada”, señala Carmencita. “Es gente que exige, exige, exige, y cuando un trabajador reclama empieza el acoso: les cambian los turnos constantemente, no respetan los horarios para que la gente vaya a estudiar aun cuando tenemos un dictamen que dice que Zara respeta las jornadas de estudio. Pero si reclamas algo, ellos de un día para otro te hacen la cruz y empieza el acoso para que te aburras y te vayas, porque tienen una fila de cabros esperando trabajar”, agrega.
Las movilizaciones de diciembre
El 30 de octubre pasado comenzaba el plazo de 45 días para que los trabajadores de Zara negociaran colectivamente sus condiciones laborales con la empresa. Si bien, el contrato colectivo anterior tiene vigencia hasta fines de 2015 para los socios que participaron en ese proceso de negociación colectiva (año 2011), hoy sólo quedan cerca de 85 trabajadores de los que firmaron ese acuerdo. Por lo mismo, actualmente alrededor de un 70% de los socios del sindicato no se encuentran con contrato vigente, ya que entraron a la tienda de forma posterior, según explica la presidenta de la organización.
En total, son más de 270 trabajadores sindicalizados los que están sin contrato colectivo y que, recogiendo las distintas demandas, formularon un nuevo contrato. Para esto, se basaron en el Artículo 322 del Código del trabajo, que permite a quienes no tengan contrato vigente pasados dos años del acuerdo anterior.
La empresa, no obstante, rechazó el documento argumentando por un lado atemporalidad, ignorando el inciso del Código laboral invocado por el sindicato, y por otro, diciendo que muchos de quienes estaban negociando colectivamente sí tienen contrato vigente.
Frente a esto, los trabajadores se comenzaron a movilizar reclamando su derecho a negociación colectiva. “Hicimos intervenciones, entramos a las tiendas con batucadas, hicimos panfletos, y empezamos a empoderar a la gente. Hubo problemas en el mall y la empresa, por su lado, comenzó con su primer acto de represión sindical: grabar a la gente que se movilizaba dentro de la tienda, amenazándolas con despedirlas porque eso era ilegal”, dice Carmencita Verdugo.
Posteriormente, el sindicato llamó a votar la huelga para el día martes 10 de diciembre. El día anterior, las dirigentas se presentaron en las oficinas de la Inspección del trabajo para pedir los ministros de fe, de manera de validar la votación. Supuestamente no había problema, pero horas antes de votar a Carmencita le informaron que la empresa había presentado ante la Inspección Oriente diversa documentación acreditando que varios de los socios sí tenían contrato vigente, y por lo tanto, la institución había decidido no enviar los ministros, por lo que no se podría llevar a cabo la votación.
Según Carmencita Verdugo, aunque no era efectivo que tales socios contaban con contrato colectivo, el sindicato no alcanzó a constatarlo por falta de tiempo. “El fiscalizador de la Inspección Oriente nos dijo que le teníamos que mandar ahora la documentación porque no nos podía dar más plazo. A la empresa, en cambio, le dio el fin de semana entero para recopilar antecedentes”, denuncia la presidenta del sindicato.
Efectivamente, la actual legislación establece que los trabajadores con contrato vigente no podrán negociar colectivamente hasta un nuevo periodo. Sin embargo, lo que no entiende el sindicato es por qué la Inspección del trabajo dio lugar a ese reclamo de la empresa cuando las personas que negociarían finalmente, sólo tenía una supuesta extensión de beneficios y no contrato vigente. Y aún más, las denuncias de los trabajadores incluso dicen que tal extensión de beneficios no era efectiva y se había documentado de manera irregular.
El sindicato llevó el caso a tribunales, para que se investigue el actuar pro empresa de la Inspección del Trabajo. Hoy están a la espera de una resolución que probablemente salga en marzo. De serles favorable, podrán negociar sus condiciones colectivas, retomando el proceso que les fue impedido primero por la empresa, y luego por la Inspección del trabajo que se negó a validar la huelga. De serles adverso, tendrán que esperar hasta un nuevo periodo, en 2015.
El Sindicato
En general, la gente no hace carrera trabajando en Zara. Según comenta Carmencita, la mayoría de los trabajadores son estudiantes, lo que presenta dos escenarios comunes: una gran rotación de personal, por un lado, y un grupo de trabajadores inexpertos en el tema de los derechos laborales, por otro. La actual administración del sindicato de Zara, se ha hecho cargo de esa situación.
“Acá despiden a diez en un mes, y entran diez más sindicalizados. Nosotros hemos tomado esta movilidad que tiene Zara también para nosotros, porque el sindicato realiza una labor formativa de cada uno de los que están ahí. Es casi una escuela sindical, no en términos de dirigencias sino frente al derecho laboral: las garantías, las maneras de ver el empleo, el derecho a que nos respeten una jornada, a que no te hagan trabajar tiempo extra si tú no estás de acuerdo. Les enseñamos a revisar sus liquidaciones de sueldo, a calcular los sueldos base. Hay que tener en cuenta que el trabajador de Zara es el cabro que, o está estudiando, o está haciendo la tesis. No tiene idea de la remuneración, no revisa su liquidación mensual, entonces es completamente vulnerado. No tiene idea porque no sabe del campo laboral”, dice Carmencita Verdugo.
Al respecto, Valentina Doniez, investigadora de Fundación Sol explica: “Para las organizaciones sindicales son un tremendo desafío los espacios laborales como Zara u otros del retail, ya que ahí se incorporan muchos jóvenes y hay alta rotación. Eso generalmente está asociado a una menor disposición del trabajador a sindicalizarse o a pensar sus derechos en esa empresa a más largo plazo, porque están ahí en un proyecto de paso y no generan suficiente identificación o compromiso con sus compañeros. Por eso es muy interesante el crecimiento del sindicato de Zara, porque han podido sobrepasar la falta de cultura sindical, haciéndola mucho más cercana”.
Hace cuatro años que la actual dirigencia se hizo cargo del sindicato. Desde entonces, cambiaron las políticas internas de la organización y la afiliación aumentó de 60 socios que tenía la administración anterior, a los 450 con que cuenta actualmente. “Había hartos reparos hacia la otra dirigencia, por eso no tenían un nivel de afiliación tan alto. Después subió, cuando como equipo plantamos otro paradigma que ya no consistía en ‘te vamos a regalar una cajita o una giftcard’, si no en una reivindicación de derecho real”, dice Carmencita.
Pese a esto, el acoso de parte de la empresa es alto y muchos socios, aunque se sindicalizan para estar más protegidos, no se enfrentan directamente a los jefes aún cuando viven graves irregularidades en sus puestos de trabajo. Algunos casos que ha señalado Carmencita son, por ejemplo, bodegueros a los que se les manda a arreglar enchufes, aún así cuando no están capacitados para esa labor y corren riesgos de electrocutarse; o el caso de los cajeros, que durante una jornada comparten caja sin que haya ninguna separación de gavetas entre un turno y otro, de modo que si existe alguna pérdida en efectivo, son amonestados todos quienes pasaron por la caja durante el día; o el caso de los vendedores, que los envían a descargar cajas cuando falta personal de bodega, sin zapatos de seguridad, sin cinturillas, etc., al igual que los distintos ejemplos de multifuncionalidad que se mencionaron anteriormente.
“Hay mucha gente que no se atreve a enfrentarse al empleador en el diario vivir y decirle ‘yo no puedo hacer esto’, porque tiene miedo de que, por ejemplo, no le suban las horas. Porque hay gente que quiere trabajar más horas pero no está la posibilidad, excepto que siempre estés disponible, excepto que nunca reclames”, dice Carmencita. “Todo es condicionante en Zara. Si tú quieres llegar a ser un coordinador tienes que aguantar todo, tienes que callar. Y después que llegaste a donde querías llegar… ¿cuánto duran los coordinadores? Un año y ya quedan hasta acá”.