Por Alexander Páez/Investigador de Fundación SOL
El día jueves 16 de junio se realizó la movilización más grande desde la vuelta a la democracia, con más de 100 mil personas copando la Alameda, de similar magnitud al plebiscito de 1988. Fue convocada en virtud de una “defensa” de la educación pública, de la enorme desigualdad en la calidad y de una crítica al lucro en la educación. No sólo participaron estudiantes, sino también profesores, familias enteras, apoderados, trabajadores que podían escaparse un rato de sus obligaciones. 100 mil personas no pueden ser sólo una minoría y su motivación por movilizarse no puede ser sólo por la educación.
Paralelamente se destapa el escándalo en La Polar, que justamente tiene entre su cartera de clientes a muchas personas que sólo ganan el salario mínimo o un salario que no les permite reproducir su existencia doméstica. El “escándalo”, en términos simples, dice algo así: La Polar es una sociedad anónima, es decir, los dueños son accionistas, y las acciones se transan en la bolsa.
Se especula sobre la deuda que las personas tienen y de pasada se valoriza la empresa (ganan los accionistas). Dado que es una sociedad anónima, el directorio es también dueño de acciones. Los gerentes y directivos de La Polar, desde 2008, vendieron cerca de $ 9.600 millones en acciones. O sea, casi 55 mil salarios mínimos. Es decir, el sueldo mensual de más de 2.000 trabajadores por cerca de 2 años. Notable como opera la magia financiera.
Sólo entre el gerente general, el de productos financieros, el gerente informático, de negocios y la gerenta encargada del modelo que se utilizaba para calcular las provisiones, que son socios de Inversiones Siglo XXI DOS, entidad dueña de acciones de La Polar, vendieron por sobre $ 4.600 millones. Esta crisis a ellos no les afecta. Sin embargo, si alguien saca una camisa de la tienda, cae preso, o si se pide aumento en 10 mil pesos del salario mínimo se recalca “que es mucho”.
Esas deudas se repactaron sin consulta alguna a usted, esto es, si la estufa cuesta $90 que ya incluye un precio de venta (por lo tanto, ya lucran) al comprarlo a crédito costará $100 con la repactación deberá $120, y con los intereses producidos por la misma, terminará en $150. Es decir, lucro sobre lucro, por lo tanto, menos salario para usted. Este aumento desorbitante del precio de la deuda hace imposible el pago de la misma.
Usted ya no podía pagar la estufa a $90, menos podrá pagarla a $150.Esto se supo, y obviamente los inversionistas no quieren participar de una plata que en estricto rigor no existe. Por lo tanto, el precio de las acciones cae. Hasta el momento, todo se trata de sus salarios, no hay actividad productiva alguna, todo es circulación y especulación de los miserables ingresos que la población endeudada tiene, no agrega riqueza al país. Lo único que agregó valor fue su trabajo, por medio de la especulación de su salario.
Al parecer, podría desencadenar una cadena infinita de no pagos, que sería similar a la gran crisis del 2009 llamada “subprime” de EEUU, que todavía tiene a Grecia, España y Portugal a punto del colapso social. La crisis de La Polar es tan relevante que el Senado convocó para el 22 de junio una sesión especial con el fin de “recabar mayores antecedentes sobre las situaciones que han demostrado las debilidades del sistema bursátil, bancario y de pensiones”. La deuda bancaria de la Polar asciende a 298 millones de dólares. Saque sus propias conclusiones.
Parte de las 100 mil personas del jueves, son universitarios y familias endeudadas producto del lucro y la privatización de facto de todo el sistema universitario. Cerca del 40% de los que ingresan no terminan sus estudios, y el 60% que sí termina, no halla segmentos productivos en el “mercado laboral” para obtener el retorno necesario. El caso del 40% es dramático: al no obtener una credencial, sólo terminarán con una pesada mochila, donde tanto el peso de la deuda, como de la frustración, será catastrófico. La tan ansiada movilidad social no será lograda.
El salario, lo que se gana por extenuantes jornadas de trabajo, no alcanza ni para comprar la estufa, ni para comprar alimentos, ni para la educación. Se tiene que acudir al crédito, a la deuda. El Ministro de Hacienda recalca que subir a $185.000 “es mucho”. Cristina Bitar el 23 de mayo en el diario La Segunda declara que “los resultados en términos económicos son sencillamente sobresalientes: hemos recuperado el crecimiento que no teníamos desde hace 15 años y, con ello, Chile es nuevamente un país líder”, y el éxito viene producto de un “nuevo impulso a un modelo que se viene aplicando desde hace más de 30 años”. El presidente Piñera recalca como logros el alto crecimiento económico proyectado a 6%, y los más de 500 mil empleos generados durante su gobierno. ¿Y las 100 mil personas en las calles? ¿reclaman sólo por derechos, sólo por las privatizaciones, sólo por la destrucción ecológica?
Muchos artículos, hablan de la motivación por ampliación de ciudadanía. Otros, de un malestar producto del modelo neoliberal, y quizá sea sólo el más viejo de todos los males: el salario no alcanza para sostener las condiciones de vida de la mayor parte de la población. Las promesas sobre las cuales se sostenía un salario miserable, tales como la educación y el consumo, son cortinas de humo llenas de un saco de endeudamiento. Es el tema material y estructural por antonomasia el que está afectando de manera soterrada y semi inconciente. El futuro es incierto; que las olas de movilizaciones continúen, también, pero hay algo que deberá cambiar, porque es el núcleo duro del modelo el que está haciendo agua.
No se puede jugar con la reproducción de la unidad doméstica. La Concertación lo hizo durante 20 años, al generar la institucionalidad sobre la cual esto se legitimaría, haciendo un trabajo de joyería en desmovilización y discurso integrador. La educación y el consumo como elementos integradores y legitimadores, por un lado, y por otro, la extrema precariedad y desigualdad del mundo de la reproducción material que es excluyente, afectada convenientemente por la desmovilización del mundo popular que se arrastra desde la dictadura.
Las comparaciones con el mundo desarrollado y sus movilizaciones (el movimiento de los indignados sobre todo) tienen un mero sentido mediático. Acá, en la periferia, las cosas siempre son más urgentes.Seamos claros y directos al decirlo: el salario de hambre generó la necesidad para decir basta al robo de mi trabajo, de mis horas vitales entregadas a especuladores y rentistas. Y esto ¿qué consecuencias tiene? Eso es sólo para los luchadores; los demás, que reflexionen según lo aprendido en algún manual de “movimientos sociales” o de “crisis económicas”. Esto le queda corto al mero saber.
Columna Publicada en El Quinto Poder