Publicada en The Clinic el 25 de noviembre 2011
Por Marco Kremerman, investigador Fundación SOL
Las recientes movilizaciones estudiantiles han permitido visibilizar una realidad que todos conocemos, pero que tanto cuesta reconocer públicamente: El supuesto exitoso modelo chileno, se sustenta en una desigualdad vergonzosa y preocupante y el crecimiento económico (superior al 5% como promedio anual en los últimos 20 años) termina favoreciendo a sólo un puñado de familias, las […]
Las recientes movilizaciones estudiantiles han permitido visibilizar una realidad que todos conocemos, pero que tanto cuesta reconocer públicamente: El supuesto exitoso modelo chileno, se sustenta en una desigualdad vergonzosa y preocupante y el crecimiento económico (superior al 5% como promedio anual en los últimos 20 años) termina favoreciendo a sólo un puñado de familias, las cuales controlan los principales grupos económicos del país e irritan o forman parte de la clase política, que propone y dicta las leyes que van generando las reglas del juego que rigen nuestra sociedad.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), a fines de 2011, Chile alcanzará un Producto Interno Bruto por persona ajustado por poder de compra (lo cual permite hacer comparaciones con otros países) de 16 mil dólares, o sea, $8 millones al año y si pensamos en un hogar de 4 personas, estaríamos hablando de $32 millones al año, algo así como $2,7 millones al mes. ¿Cuántas familias chilenas registran este nivel de ingreso? Probablemente el 99% de quienes lean esta columna no pertenecen a este grupo. Entonces, ¿dónde va a parar el crecimiento de la economía?
Al revisar los datos de la encuesta Casen 2009, se puede concluir que en el 90% de los hogares chilenos se registra un ingreso autónomo (el que se genera por el trabajo principalmente) inferior a $1,2 millones (lo que equivale a 7.200 dólares por persona) y en el 70% ni siquiera se superan los $650 mil mensuales, vale decir, menos de 4 mil dólares por persona.
Es sólo en el último decil (10% de los hogares más ricos) donde se observa un ingreso mensual promedio de 17.700 dólares y por tanto, es el único grupo que pasaría a ser representativo de este Chile mentiroso que está detrás de las cifras agregadas, con las cuales nos comparamos con otros países y utilizamos para exportar nuestro modelo.
La tiranía de los promedios en nuestro caso aplica completamente y nos hace recordar la cita de Nicanor Parra: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona”.
Y tal como dice esta cita, no se trata sólo de un tema de brechas y de algunos multimillonarios que se distancian de una gran clase media que tiene un buen pasar, sino que más bien lo que nos dicen los datos y la realidad, es que la fortuna de unos y el PIB de 16 mil dólares que Chile ostenta, ha sido posible de alcanzar por la precariedad de gran parte de la población, que concentra bajísimos ingresos, a la
altura de los países más pobres, pero que a diferencia de estos, pueden “integrarse” y participar de los frutos del crecimiento a través del endeudamiento y el paseo dominical por el mall. Vaya integración
Por esto no es de extrañar la explosión de las movilizaciones, ni el descontento, ni los tirones de orejas que nos hacen recurrentemente los organismos internacionales como la OCDE, la OIT, la UNESCO e incluso el Banco Mundial y el FMI y cuanta sigla se le ocurra.
Tampoco parecen raras las conclusiones del Informe Latinobarómetro 2011, que señalan que con respecto al año pasado, Chile cae 26 puntos en su imagen de progreso, 24 puntos en la satisfacción con la democracia, 24 puntos en la confianza en el Gobierno de turno, 18 puntos en la situación económica personal futura, 14 puntos para la sentencia que las privatizaciones han sido beneficiosas para el país, 13 puntos para quienes creen que la economía de mercado es el único sistema para ser un país desarrollado y que la empresa privada es indispensable para el desarrollo del país y finalmente se registra una caída de 9 puntos con la satisfacción que los chilenos tiene con su propia vida.
Además, según este informe, entre 18 países de América Latina (la región más desigual del mundo), Chile es la nación donde se registra la peor valoración acerca de la distribución de los ingresos y sólo el 6% de las personas cree que esta es justa o muy justa, o sea, somos cola de ratón.
El modelito chileno ya no da para más. Al igual que una persona que sólo se preocupa de su apariencia física y descuida su vida interna, nuestro país centró sus esfuerzos (producto del lobby permanente de la elite) en la fachada, en verse lindo por fuera, en los indicadores macroeconómicos, pero descuidó la microeconomía y se inventaron teorías mezquinas para justificar la existencia de bajos salarios, la creación de empleos desechables, el retiro del Estado de la provisión de bienes públicos como la educación y la salud y el exiguo pago de impuestos de grandes empresas y de las personas más ricas del país.
Descuidar la microeconomía, en términos sencillos, se traduce en el hecho de que la gente lo está pasando mal y simplemente no le alcanza para llegar a fin mes y los que llegan, deben sacrificar su vida familiar y personal, trabajando más de 12 horas al día. Y en un país con tantos recursos naturales y tanta riqueza, esto simplemente quiere decir “Que está mal pelao el chancho”