Publicada en Radio Universidad de Chile el 25 de agosto 2016
Por Valentina Doniez, investigadora Fundación SOL
Estamos frente a un nuevo proceso eleccionario en la Central Unitaria de Trabajadores que definirá el Consejo Directivo Nacional del cual saldrá su nuevo presidente o presidenta. Se trata del principal referente laboral, que dice representar a más de 600 mil trabajadores del ámbito público y privado.
En esta ocasión, llama la atención el escaso ruido mediático que se ha producido en los meses previos a la elección, a diferencia de los procesos anteriores. Durante la elección pasada, en 2012, hubo numerosos reportajes que trataron el tema y dieron cabida a distintas voces, especialmente aquellas que planteaban algunas de sus principales objeciones: irregularidades en la elección del Tribunal Electoral, existencia de “sindicatos fantasma”, problemas en los pagos de cuotas para participar, entre otras.
Habiéndose conocido el padrón electoral con sólo 5 días de antelación, como señalan algunos dirigentes sindicales, esta semana resurgen las voces que impugnan la transparencia del proceso de elecciones de la Central y que apelan a la necesidad de nuevos mecanismos de democracia sindical.
El mecanismo a través del cual se eligen los principales líderes de la Central es complejo. A grandes rasgos, combina una lógica indirecta con un sistema de listas abiertas donde los cargos se eligen en base al sistema de cifra repartidora. Esto quiere decir que quienes votan no son todos los trabajadores y trabajadoras miembro de las organizaciones sindicales sino sus dirigentes que lo hacen de manera ponderada según la cantidad de afiliados a quienes representan. Por otra parte, los postulantes se organizan en distintas listas abiertas, es decir, los dirigentes pueden votar por cualquiera de sus miembros, con un máximo de dos preferencias para el caso de consejeros titulares y una para consejeros suplentes. Para definir los ganadores, se divide el número total de votantes en la cantidad de cupos que deben ser llenados, restándoselos a cada lista, partiendo por aquella que obtuvo más votos y así sucesivamente, determinándose la cantidad de dirigentes elegidos. El nombre del presidente/a es definido de manera interna por los consejeros titulares electos.
Si bien cabe señalar que, formalmente, este mecanismo podría ser calificado de democrático, es un síntoma que al menos 4 de las 6 listas hayan aludido al tema de la democracia sindical como parte de sus programas, reconociéndose como un déficit. Entre las propuestas aparece la elección universal, que fuera tomado como uno de los compromisos en el Congreso de la CUT el año 2008, pero que nunca se implementó por falta de acuerdo político. En esto tienen responsabilidad al menos quienes han liderado en los últimos años la Central, incluyendo a 3 de los cargos más importantes que van a la reelección.
Desde una mirada técnica, no parece existir una sola vía a través de la cual se exprese efectivamente la democracia en las organizaciones. De hecho, las elecciones son sólo un momento en la vida de una organización y no el único en el que se puede ver tensionado su proceso político interno. Los mecanismos formales en general no bastan para asegurar un funcionamiento democrático, sino que requieren también de la disposición de los dirigentes y una determinada forma de hacer las cosas, legitimada por los diferentes actores.
Descartando la existencia de recetas únicas, se puede esbozar tres núcleos problemáticos respecto al proceso eleccionario que estamos analizando: a) por una parte, los afiliados a los sindicatos no participan de manera explícita, perdiendo así un efecto de control o responsabilidad en la organización, tanto de parte de las bases como de los líderes, b) además, la cantidad de votos (la ponderación de cada dirigente) depende principalmente de la información que se tiene de la organización en base al pago de cuotas y secundariamente, a la información de registro, pudiendo “inflarse” en función de la capacidad de pago, c) finalmente, el padrón electoral se construye en base a un “pre-informe” construido por 3 personas: el Tesorero, el Secretario General y el Secretario de Organizaciones (cargos ocupados actualmente por Laura San Martin, Arturo Martínez y Guillermo Salinas, todos relacionados en casos de cuestionamiento interno).
Los últimos dos elementos favorecen las prácticas poco transparentes o arbitrarias a la hora de definir los marcos en los cuales se desarrollará cada elección dado que concentran el poder de decisión en unas pocas manos.
Es destacable que, dentro de todo, se genere un debate respecto de la democracia interna de la CUT, ya que da cuenta de una necesidad que parte primordialmente de los mismos dirigentes que la componen. De esta forma, la aspiración democrática es algo que distingue a las organizaciones de trabajadores frente a aquella de los empleadores, que se mantienen más bien cerrados a la reflexión pública.
De todas formas, sería necesario respetar la necesaria autonomía de las organizaciones sindicales frente a grupos o poderes externos. Esto quiere decir que no parece ser una opción viable que venga desde afuera un modelo de organización interna democrática como lo han pedido algunos parlamentarios. Son más bien las y los sindicalizados quienes deben construir una definición operativa de democracia interna para llevarla en ejercicio.
En momentos en que la acción política formal está tan desprestigiada, las organizaciones sindicales que potencian la participación e involucramiento de sus miembros pueden ser escuelas de democracia que transformen esa realidad.