Publicado por El Ciudadano el 25 de julio de 2016
No cabe duda de que la situación de las y los trabajadores del país es compleja, muy compleja. Empleos precarizados y salarios que no permiten satisfacer, al menos, las necesidades mínimas, junto con el permanente fantasma de la pérdida de los puestos de trabajo, son las características principales de un escenario que aflige día a día, y que contiene cualquier intención de avanzar – al menos – hacia un nuevo modelo de relaciones laborales.
Además de la incestuosa relación entre el poder económico y la casta política, que a través de sus instituciones y representantes han logrado crear un manto que ha logrado ocultar el tema de trabajo en el debate nacional. En palabras del sociólogo e investigador de la Universidad de Chile, Lucas Cifuentes, esto es consecuencia de “operación muy clara, porque era un objetivo necesario el destruir la relación entre la política, la ciudadanía y el trabajo”
Así una de las herencias más palpables de la instalación, desarrollo y reproducción del modelo neoliberal en Chile, dictadura y transición mediante, ha sido el convertir al trabajo en una suerte de espacio de control social, donde los trabajadores tuvieron que ceder su espacio protagónico en el debate público en favor de los representantes del poder político y económico.
Hecho que quedó reflejado, por ejemplo, en la discusión de la Reforma Laboral en el Congreso, donde el debate se centró en la protección de los intereses de los grandes grupos empresariales y no en las demandas de los trabajadores, a través de la concomitancia con los parlamentarios del bloque binominal.
Gonzalo Durán, economista e investigador de la Fundación Sol, señala al respecto que “queda claro que tenemos, por una parte, a los poderes económicos detrás y por otro, la correa de transmisión en la élite política que actúan como voceros de estos grupos”.
Similar caso, se dio en la tramitación “express” del salario mínimo, donde la presión ejercida, bajo el argumento de “proteger el crecimiento” primó por sobre la realidad de las chilenas y chilenos que deben hacer múltiple piruetas para poder llegar a fin de mes.
En ambos casos, según Durán, se visibiliza que lo que está en disputa es, finalmente, la distribución del ingreso, elemento fundamental en el actual escenario laboral. En este sentido señala que “Hoy la mitad de los trabajadores gana menos de 305 mil pesos líquidos, el 70% gana menos de 450 mil pesos y, por otro lado, tenemos una élite dominante que se queda con un tercio de la torta, un 33% de los ingresos totales de Chile. Ciertamente, la reforma laboral y la discusión del salario mínimo son mecanismos fundamentales a la hora de disputar la distribución de los ingresos”.
Lucas Cifuentes, cree que, a pesar de las actuales condiciones, la situación laboral actual en el país se encuentra en un proceso de renovación dado que “hoy existe una coyuntura que no se termina de cerrar, que se dinamizó con la discusión de la reforma laboral, pero que es una coyuntura que se viene abriendo hace muchos años”.
“Las últimas movilizaciones de sectores de trabajadores mostraron ciertas condiciones de precariedad e injusticia que se viven en el mundo del trabajo, como es la situación de los subcontratistas del cobre o de los portuarios que no tenían media hora para almorzar. Junto con demostrar que el mundo del trabajo en Chile es del siglo XIX, también ha mostrado que los marcos jurídicos institucionales que supuestamente regulan la relación del capital con el trabajo, no solamente es proempresario sino que está totalmente desanclada de la realidad laboral de Chile” recalca Cifuentes.
Una institucionalidad que favorece los intereses de unos pocos, pero puede que comiencen a surgir algunas grietas.
El modelo y sus barreras
“Cuando vemos las cifras, hay casi 11 millones de endeudados, mucho más de lo que son los trabajadores, que llegan a los 8 millones. Y eso no es casual, es porque el valor de la fuerza del trabajo en el país es extremadamente baja”, lo que explica, según Gonzalo Durán, la, hasta el momento, incapacidad para articular cualquier organización fuerte de parte de los trabajadores.
Y agrega que “cuando hablamos de que en Chile tenemos tan bajo nivel de salario, lo que hay detrás de eso es mantener a la fuerza de trabajo disciplinada. Es una especie de fuerza de trabajo amansada, que no se rebele… con el crédito ellos se mantienen controlados y eso es bastante coherente con los intereses dominantes para mantener el sistema”.
En este sentido, Nolberto Díaz, vicepresidente de la Central Unitaria de Trabajadores, la actual situación laboral tiene directa relación con que “los trabajadores somos víctimas de un modelo económico, político y cultural que lo que hizo fue no permitir la construcción de sindicatos, el avance de la solidaridad, incentivar el camino individual para resolver los problemas”.
Al mismo tiempo, señala Díaz que “No es un panorama fácil, pues en la propia centroizquierda existen querellas y divisiones. La cosa no es sana, no es buena para nosotros en estos días”.
Al respecto, Cifuentes sostiene que la gran barrera es de carácter “institucional” dado que ésta “se mantiene casi intacta de la aparición del plan laboral, y está pensada para un momento en que la relación de poder entre el trabajo y el capital era totalmente favorable hacia el empleador. Estaba pensado para un control político dentro de las empresas y fuera de ellas”.
Sin embargo, el sociólogo cree que “las relaciones de poder entre el trabajo y el capital están sufriendo fisuras. Los trabajadores han generados capacidad de poder que se manifiestan en negociaciones y movilizaciones. Hechos que se representan en el resultado de ciertos fallos judiciales, que eran impensados antes”.
A esto debe añadirse que, según Durán, existe un permanente bombardeo para incidir en el ánimo de los trabajadores, a través de una política comunicacional desarrollada a través de los medios tradicionales y que se refleja “Cuando se nos dice que existe temor de perder el empleo, es una señal que se transmite por los medios hegemónicos que no es el momento de hacer transformaciones que modifiquen estos equilibrios de poder, no es el momento de tener un salario mínimo decente, no es el momento de tener un sistema de relaciones laborales con una negociación por rama. Pero la pregunta que hay que hacerse es ¿para quién no es el momento?”
El desafío de la autonomía
“Tenemos sindicatos pulverizados, hay más de 11.500 organizaciones sindicales pero todas muy pequeñas; y por otro lado hay una gran segmentación, que impide tener un sindicalismo unitario, como el de antaño. Hay allí una conexión muy directa con lo que son los partidos políticos de turno, falta entonces autonomía del movimiento sindical, que tenga agenda propia, que sean representantes de la clase trabajadora y no del gobierno de turno” señala Gonzalo Durán frente al desafío que se presenta para los trabajadores en medio del actual contexto laboral.
El riesgo de la coptación de las organizaciones sindicales por las políticas, las que con las lógicas que rigen a los partidos políticos tradicionales en Chile sólo apuntan a dirigir el movimiento de los trabajadores hacia los intereses existentes.
Al mismo tiempo, fomenta la institucionalización de las organizaciones de trabajadores, acomodándolas a las estructuras del modelo que se mantiene vigente. A la larga pasas de ser un actor crítico en el debate a uno más de la comparsa.
Esto, según Lucas Cifuentes se hizo evidente en el contexto de la Reforma Laboral y estableció la necesidad de iniciar un proceso de autonomía ya que “Hoy los partidos de izquierda, al interior de la Nueva Mayoría, no les interesa un pepino el tema del trabajo ni el sindicalismo, por lo que no les interesa representar dichos intereses; por lo que las promesas y mensajes bienintencionados solo quedaron en eso”.
Y agrega, críticamente, que “a esto se suma que vemos que el mundo de la representación sindical más tradicional, como la CUT, juegan un rol, lamentablemente, que más que pujar o hacer una crítica fuerte tratan de legitimar este resultado. Esto te da cuenta de una falta de autonomía”.
Al respecto, Nolberto Díaz, sale al paso, en tono cercano a la complacencia, señalando que “La barrera siempre ha sido alta y se avanza menos de lo que hemos aspirado. En esta etapa hemos avanzado, menos de lo que aspirábamos, pero hemos avanzado”.