Por Gonzalo Durán, investigador Fundación SOL
Hacia fines de abril del año 2010, el Instituto Nacional de Estadísticas daba a conocer el primer resultado oficial de la entonces llamada “Nueva Encuesta Nacional de Empleo” (la NENE). Junto con dar a conocer el dato de desempleo – un 9% para el trimestre enero/marzo 2010 – las autoridades informaban sobre los nuevos criterios adoptados por el INE para clasificar a las personas que tienen y que no tienen empleo.
La actualización de las preguntas en la encuesta de empleo fue un proceso largo que tomó casi 4 años antes de ser publicado y fue parte de los requerimientos hechos a Chile para ser miembro pleno del grupo de países de la OCDE. Con la actualización, nuestras estadísticas de empleo y desempleo pasan a tener los mismos criterios y metodologías utilizadas por los demás miembros de la OCDE y que emanan de las más recientes recomendaciones de Naciones Unidas. Por lo tanto, pasan a ser comparables.
Entre las principales novedades destacaron tres:
- El criterio de la ocupación: ¿quién se considera un ocupado?, una persona es considerada ocupada si tiene 15 años o más, trabaja a lo menos 1 hora a la semana y recibe una retribución a cambio. Este umbral mínimo para ser considerado un ocupado, de 1 hora de trabajo, es muy abierto y eleva el número de personas que pasan a contabilizarse como ocupadas, pero tiene la virtud de permitir visibilizar todos los tipos de empleo, incluyendo a quienes tienen una débil inserción laboral.
- El criterio de la desocupación: ¿quién es un desocupado?, quien tiene 15 años o más, no tiene trabajo, busca un trabajo de forma activa durante las últimas 4 semanas y se encuentra disponible para comenzar a trabajar en los próximos 15 días (en caso de encontrar algo).
- La tercera novedad fue la incorporación de una batería de preguntas para caracterizar la calidad del empleo y cuya información permitiría construir indicadores complementarios de desempleo (tal como sucede en Estados Unidos, en Canadá y en otros países). De este modo, el desempleo tradicional o desempleo abierto, se diferenciaría de otras medidas de desempleo más “exigentes”.
Han pasado más de 7 años de aquél momento y aún los Gobiernos de turno no cumplen con la tarea de informar sobre los indicadores más “exigentes” y que necesariamente deben complementar a la tasa de desempleo tradicional que calcula el INE. Esto es muy importante ya que permite estimar con mayor precisión cuál es la magnitud de personas que tienen problemas de inserción laboral y con ello tomar acciones al respecto. Esta información permite dimensionar la extensión de lo que antiguamente se llegó a denominar como población “sobrante” (Cademartori, Correa y Cademartori, 2014). Sin estos indicadores, sólo se obtiene una fotografía parcial y se subestima el problema de cómo se constituye el actual orden del trabajo en Chile.
La Fundación SOL, usando la base de datos pública de la NENE, construye todos los meses la llamada tasa de desempleo integral. El razonamiento es simple y la metodología está basada en los indicadores complementarios de desempleo que calcula la Oficina de Estadísticas del Trabajo de Estados Unidos y de Canadá, y sigue las recomendaciones de la Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo (CIET).
El desempleo integral considera:
- Desempleados tradicionales.
- Desalentados.
- El equivalente en puestos de trabajo de las horas de desempleo de una persona que se encuentra subempleada.
El segundo grupo – los desalentados – son personas que, al no buscar trabajo y no trabajar, se encuentran clasificados como población “inactiva” (y no como desempleados). Sin embargo, ellos tienen una particularidad. Los desalentados, como su nombre lo sugiere, no buscan trabajo porque se cansaron de hacerlo. Es decir, declaran en las razones de no búsqueda, razones de desaliento. La literatura que investiga su caso, los ha llamado trabajadores desalentados o desesperanzados (BLS). Otra condición que ellos tienen es la disponibilidad para comenzar a trabajar en caso de que les ofrecieran un trabajo. Las personas que comparten estas características son identificables por la encuesta desde el año 2010 y con ello pueden ser reclasificados: de inactivos a desempleados. Este es el segundo grupo que considera el llamado desempleo integral que complementa al desempleo abierto.
Junto a los desalentados, también se deben incluir las horas de desempleo que tienen algunas personas que, estando ocupadas, trabajan involuntariamente a tiempo parcial. Quien trabaja a tiempo parcial de forma involuntaria se denomina subempleado por insuficiencia horaria y son identificables por la encuesta desde el año 2010. Un ejemplo extremo de este fenómeno ayudará a entender. Supongamos el caso de una persona que necesita urgentemente trabajar y sólo le ofrecen un trabajo de 1 hora a la semana con muy bajos ingresos. Como esta persona no encuentra otra alternativa, decide aceptar y con ello pasa de ser un desempleado a un ocupado (debido a que cumple el criterio de la ocupación al trabajar al menos una hora con remuneración). Pero por sus características de empleo, se trata de un “subempleado”. Es muy importante reconocer este fenómeno pues de lo contrario, bastaría con crear miles de empleos de 1 o pocas horas a la semana y el desempleo podría eliminarse completamente, pero de forma totalmente artificial. Una forma de incorporar este fenómeno en el indicador de desempleo es generar una equivalencia entre las horas que esa persona no trabaja y un puesto de trabajo desocupado. Así por ejemplo, si se tiene el caso de dos subempleados que trabajan 22,5 horas por semana cada uno pero que quisieran trabajar a tiempo completo (45 horas), una presunción sería que sus respectivos medios tiempos de desempleo equivalen a un tiempo completo de desempleo, es decir a una persona desocupada. Esa es la regla que utiliza la Fundación SOL para calcular el llamado “desempleo equivalente por subempleo” que es el tercer y último grupo que se considera en el cálculo del desempleo integral.
Estos indicadores permiten complejizar el debate sobre el empleo y desempleo en el país estimulando de este modo una discusión mayor en búsqueda a transformar la realidad.
Entre 2010 y 2016 han pasado 6 ministros del trabajo y las siguientes han sido algunas de sus declaraciones titulares al momento de comentar las cifras de desempleo (éstas, cabe agregar, han sido el foco de las comunicaciones públicas en torno a los resultados coyunturales de la encuesta de empleo). En negrita, inmediatamente después del comentario de la autoridad se incluye el indicador de desempleo integral para relevar la magnitud del problema que se estaba (está) invisibilizando.
En diciembre de 2010, la entonces ministra del trabajo Camila Merino, declaraba: “Estamos muy contentos con la cifra de empleo. Se crearon 70 mil empleos en el último trimestre, y con esto estamos llegando, en los primeros ocho meses, a 385 mil empleos creados. Casi estamos duplicando la meta que teníamos de 200 mil empleos para 2010” (El Mostrador, 2010). Mientras el desempleo tradicional por el cual la ex ministra celebraba era de 7,1%, el desempleo integral era de 12,5%.
En septiembre de 2012, la entonces ministra del trabajo, Evelyn Matthei, señalaba que le sorprendía el bajo nivel de desempleo agregando que no sabe “lo que va a pasar con el desempleo pero hasta ahora no hay ningún indicio de que el empleo se vaya a afectar por la crisis, lo que es extraordinario y positivo para el país” (EMOL, 2012). En este período, la tasa de desempleo tradicional fue de 6,5% y la tasa de desempleo integral fue de 11,9%.
En octubre de 2013, el entonces ministro del trabajo, Juan Carlos Jobet, comentaba: “Estamos muy contentos con las cifras que entregó hoy el INE, las cuales confirman algo que se viene configurando en los últimos meses, y es que este es el gobierno del empleo” (La Tercera, 2013). En este mismo período, mientras la tasa de desempleo tradicional llegaba a un 5,7%, la tasa de desempleo integral registraba un 10,8%.
Hacia fines de 2014, la entonces ministra del trabajo Javiera Blanco destacaba las cifras de desempleo (6,1%) y sus constantes caídas (Pulso, 2014). En este mismo período, si bien el desempleo integral también experimentó caídas, este llegó a un todavía preocupante 10,9%.
En agosto de 2015, con un 6,5% de desempleo oficial, la entonces ministra del trabajo Ximena Rincón sostenía “El país está enfrentando bien el proceso de desaceleración, pues su impacto en el empleo ha sido menor” (Gobierno de Chile, 2015). En este mismo período, la tasa de desempleo integral fue de 11,5%.
En agosto de 2016 la misma ministra, se vio envuelta en una polémica tras sus declaraciones. Frente a una subida en el desempleo – a 7,1% –, Ximena Rincón sostuvo “Hoy tenemos que mirar no sólo los datos de la encuesta del INE en este caso, sino que mirar los datos reales y los datos reales nos muestran que se sigue creando empleo en nuestro país y si uno lo compara con los datos del INE, la diferencia en la creación de empleo es alta. Estamos hablando de 5 veces más que los que nos muestra la encuesta y uno puede apreciarlo en los gráficos que tenemos” (EMOL, 2016). En medio de esta polémica, el desempleo integral se situaba en 12%.
En diciembre de 2016, la actual ministra del trabajo Alejandra Krauss, comentaba respecto a las cifras de desempleo: “La tasa de desempleo se ha mantenido relativamente baja en relación a sus parámetros históricos, lo que ciertamente es una noticia positiva para cerrar este 2016” (EMOL, 2016). La ministra comentaba la tasa de desempleo abierta de 6,2% pero en ese mismo período la tasa de desempleo integral llegó a 11,2%.
Los siguientes gráficos muestran la evolución, desde que se publica la nueva metodología en 2010, tanto de la tasa de desempleo tradicional (o desempleo “abierto”) como de la tasa de desempleo integral de Fundación SOL.
En general se observa que mientras la tasa tradicional de desempleo presenta niveles relativamente acotados, la tasa de desempleo integral en el total nacional nunca ha bajado de los dos dígitos. Ahí se identifica un fenómeno estructural de insuficiencia crónica del sistema que trasciende los gobiernos de turno y que ha sido permanentemente opacado. Por otro lado, desde la óptica regional, usando la medida tradicional, entre 2010 y 2016 se observa que no hay ninguna región del país con tasas de desempleo sobre el 10%. En cambio, usando el desempleo integral, en 14 de las 15 regiones (casi la totalidad) se detectan episodios – recurrentes en muchas de ellas – de desempleo con tasas sobre el 10%. Hacia fines de 2016, 8 regiones exhiben tasas de desempleo integral sobre los dos dígitos.
Al estudiar el desempleo integral queda a la vista la magnitud de personas que se encuentran con serias dificultades para acceder al mundo del trabajo remunerado. Este tipo de indicadores dan cuenta de que la micro flexibilidad que tienen las empresas – con facilidades para despedir masivamente (artículo 161) y contratar a bajo costo (subempleo) – es a costa de un deterioro profundo de las condiciones y opciones de trabajo de muchos chilenos y que contrario a lo que muestran las cifras gruesas, el país no se encuentra nada bien en la sensible dimensión del empleo y desempleo.
Las cifras complementarias de desempleo integral deben ser cuidadosamente analizadas y puestas en el debate público, de otra forma, seguiremos escuchando a las autoridades de turno, en la voz de ministros/as del trabajo y subsecretarios/as del rubro, celebrando cada final de mes lo bien que se comporta el mal llamado mercado del trabajo y copando los canales de construcción de sentido común sin la contraparte de una mirada alternativa y, por otro lado, en un carril paralelo, a la mayoría trabajadora no invitada a la “fiesta”, sumergida en relaciones de trabajo precarias como horizonte casi ineludible de vida….
________________________________ Nota:Para más detalles de la tasa de desempleo integral y un análisis sobre la calidad del empleo véase el Informe Mensual de Calidad del Empleo de Fundación SOL (IMCE).