Publicada en El Mostrador 19 abril 2020
Por Benjamín Sáez, investigador Fundación SOL
La vejez en Chile se vive con pensiones por debajo del nivel de subsistencia, con un sistema de salud deficiente y con altos niveles de endeudamiento. Viviendo, además, en hogares complejos y diversos, las personas mayores se encuentran dramáticamente expuestas a una pandemia, que como ha mostrado la experiencia internacional, refleja con crudeza las características económicas y sociales de los países.
De acuerdo a la versión más reciente de la encuesta CASEN (2017), en Chile hay cerca de 3 millones y medio de personas sobre los 60 años de edad. Se trata de uno de los grupos más vulnerables a los efectos del COVID-19, pero también, uno de los grupos más expuestos al riesgo en un sentido amplio. Con sus bajas pensiones (a merced de los mercados financieros), un alto nivel de endeudamiento y la necesidad de trabajar para subsistir, la retirada de los servicios sociales universales y gratuitos, ha dejado a las personas mayores al amparo de su propia billetera. Durante los últimos 30 años, la calidad de vida en la vejez ha pasado a depender cada vez más directamente de la capacidad de pago.
Esta situación, con un sistema como el de las AFP es simplemente catastrófica. De acuerdo a datos de la Superintendencia de Pensiones, de las 7.548 mujeres que se jubilaron en febrero de 2020, la mitad obtuvo una pensión autofinanciada de vejez menor a $29.887 pesos.
Como señala el último Informe de Deuda Morosa de DICOM-Equifax y la USS, el segmento sobre los 60 años es el grupo etario donde más ha aumentado la morosidad. Se trataría en la actualidad de cerca de 660 mil personas mayores de 60 años con deudas impagas. El informe advierte que sólo entre septiembre y diciembre de 2019 el total de personas morosas sobre los 60 años creció en 30.821 casos. El monto promedio de la mora de las personas sobre 60 años supera el millón setecientos mil pesos.
Así las cosas, los hogares juegan un rol cada vez más preponderante en el cuidado y la protección de las personas mayores de edad. Trabajo que es desempeñado sobre todo por mujeres cuidadoras. Prácticamente la mitad de las mujeres (48,9%), independientemente de su vínculo con el trabajo remunerado, realizan tareas de cuidado en un día de semana tipo. Dedicando un promedio de 3 horas y media al día, en el desempeño de estas tareas.
Según CASEN 2017, en Chile hay cerca de 5 millones 800 mil hogares. De ellos, más del 40% (2.429.044) se componen por una o más personas mayores. Para esta enorme cantidad de hogares, el Coronavirus implicará enormes esfuerzos desde el punto de vista del cuidado, tanto en términos del esfuerzo económico por el gasto en salud, como de la necesidad de movilizar los trabajos de cuidado.
En definitiva, la vejez en Chile se vive con pensiones por debajo del nivel de subsistencia, con un sistema de salud deficiente y con altos niveles de endeudamiento. Son por lo tanto los hogares quienes deberán enfrentar en los próximos meses un shock sanitario y económico histórico. Con un estallido social congelado y sin cambios prontos a la institucionalidad, tendrán que sostener gran parte del cuidado con sus propios recursos o aumentando su endeudamiento.
En un contexto de colapso de los servicios de salud, como el que se avizora, la situación más preocupante es la de los hogares donde viven personas mayores solas. De acuerdo a la encuesta CASEN 2017, hay aproximadamente 460 mil personas mayores que viven solas y tendrán grandes dificultades para enfrentar la crisis. En su mayoría se trata de mujeres. Cerca de 300 mil mujeres mayores de 60 años se encuentran viviendo actualmente en hogares unipersonales.
En 725 mil hogares a nivel nacional, las personas mayores comparten el hogar con un núcleo en fase de inicio de familia (hijos/as menores a 6 años) o de expansión y crecimiento (entre 6 y 12 años), lo que implica una carga importante de cuidados, así como una concentración relevante de grupos de riesgo. Además, con las cadenas de suministro y transporte a medio andar, las tareas reproductivas (labores domésticas y de cuidado) serán cada vez más costosas en términos del tiempo socialmente necesario y del esfuerzo y riesgo físico.
Del total de jefas y jefes de hogar mayores de 60 años (2.104.365), 773.089 se encuentran ocupados/as, lo que equivale a un 36,7% del total. Se trata de un conjunto de personas mayores con responsabilidad directa en la mantención económica de sus hogares, con lo cual la decisión entre el autocuidado de la cuarentena y la necesidad de generar ingresos podría ser de vida o muerte.
Viviendo en hogares complejos y diversos, las personas mayores se encuentran dramáticamente expuestas a una pandemia, que como ha mostrado la experiencia internacional, refleja con crudeza las características económicas y sociales de los países. El Coronavirus hace estallar la basura bajo las alfombras de los sistemas de salud.
Se requiere más que nunca de medidas que alivien la carga económica de los hogares, mediante la condonación de deudas, asegurando la continuidad del salario y los puestos de trabajo, apoyando las tareas y necesidades de cuidado en los hogares, entre otras medidas inmediatas.
Estamos ad portas de enfrentar una de las crisis más severas de la vejez en Chile y esto requiere acciones urgentes, de auto-organización y solidaridad. Pero es también esta crisis un momento esencial para cambiar el rumbo y revertir la dramática privatización actual de la seguridad social y los servicios de salud.