Publicada en Radio Universidad de Chile el 10 mayo 2020
Por Valentina Doniez, Andrea Sato y Francisca Barriga
Este domingo 10 de mayo se celebra en muchos hogares chilenos el tradicional “Día de la Madre”. Es un momento en que muchas personas estarán festejando a las madres de distintas edades y situaciones socioeconómicas. También se presenta como una oportunidad para preguntarse sobre algunos aspectos más invisibilizados en nuestra sociedad en torno a las labores de cuidado y maternidad que hoy cumplen las mujeres, no sólo por ser quienes tienen la capacidad biológica de gestar, sino también por la construcción de roles sociales asociado a las tareas maternales.
Días antes tenemos un verdadero bombardeo publicitario donde se van mediatizando imágenes y significados que naturalizan una serie de características asociados a los roles de género y específicamente la construcción de madres “modelos”. En las publicidades las madres son adoradas; ellas son abnegadas y preocupadas de todos los detalles, especialmente de la salud (como en ese comercial donde un hombre adulto con diabetes va a revisar su piel a pedido de quien parece ser su esposa). Además, es una mujer a quien le importa mucho la “belleza”, por eso perfumes, maquillajes y cremas son regalos favoritos. También gustan de la moda, la cocina, en fin, el hogar y la familia. Se pone énfasis en artículos que colaboren a la ejecución más eficiente de tareas domésticas, como la juguera último modelo o el horno que no necesita precalentado. En ese marco se va significando a La Madre que puede tener el almuerzo listo sin que se le corra el labial.
Es difícil no ver lo importante que es para la industria catalizar todas estas emociones y significados relacionados al amor abnegado de madre que se representa en el cuidado sin descanso al núcleo del hogar. Según las principales empresas del retail “Desde su primera celebración en Chile, hace más de cuatro décadas, el Día de la Madre se convirtió en la segunda fecha más comercial del año después de Navidad”, movilizando en su celebración a cerca del 84% de la población.[1] Por tanto, esta fecha es relevante: 1) por la cantidad de dinero que moviliza y 2) Por la centralidad que cobra el estereotipo de madres en esta fechas.
En los hechos, las mujeres están mayoritariamente dedicadas al hogar. Según el estudio de Fundación SOL “No es amor, es trabajo no pagado”, donde se utilizan cifras de la Encuesta de Uso del Tiempo del INE, las mujeres ocupadas dedican en promedio 41 horas a la semana al trabajo doméstico no remunerado, es decir, una jornada completa más de trabajo. En el caso de los hombres, en cambio, estos dedican 17 horas. La situación es aún más crítica para las mujeres madres con hijos/as pequeños (entre 0 y 6 años) ya que ellas declaran trabajar 71 horas en promedio a la semana.
Las madres preocupadas del cuidado de personas que no pueden atenderse a sí mismas, son el primer eslabón de las cadenas de cuidados que todos los seres humanos vamos a necesitar a lo largo de nuestras vidas, pero lo que cabe preguntarse es ¿Por qué estas mujeres que cumplen una laboral tan esencial para la vida humana, ni siquiera pueden dormir 8 horas diarias? ¿Por qué además de construir un modelo ideal de madre/mujer exigimos que la maternidad esté circunscrita al espacio privado? ¿Hoy día las madres tienen el tiempo y espacio para lograr desarrollar otras dimensiones de sus vidas que no sea la maternidad?
Estas labores de maternidad se multiplican en el tiempo de pandemia, ya que se desdibuja la línea entre el espacio púbico y el privado. En este caso, con los/as hijos/as en la casa todas las madres, tanto quienesdeben seguir saliendo de sus hogares, las que teletrabajan o que sólo estén dedicándose completamente al trabajo doméstico, han visto aumentar su carga global de trabajo diario y semanal, siendo complejo poder delimitar los espacios en el hogar y tratar de romper los roles preestablecidos. Hay que sumar a esto que gran parte de los varones, como lo demuestran las cifras, no realizan trabajo doméstico, por tanto, es una carga adicional de cuidado en hogares donde hay varones adultos que no se hacen parte de las tareas domésticas.
Otra repercusión de esta crisis ha sido la profundización de la precarización de trabajos principalmente feminizados. Múltiples han sido las denuncias de las trabajadoras de casa particular, quienes en la práctica deben hacer en muchos casos quienes entregan trabajo emocional para cuidar a los hijos de otros hogares. Por una parte, ponen en el debate publico la falta de seguridad que tiene este grupo ya que no pueden contar con un seguro de cesantía ni una política que les garantice un ingreso para protegerse en casa. Por otra parte, muchas deben seguir exponiéndose, ya sea para contar con ingresos o por obligación de sus empleadores que piden que se queden “puertas adentro”.
El reconocimiento del trabajo reproductivo como política pública, es parcial y muy reciente. Existen sólo bonificaciones “por carga” pero para el 60% más pobre y con montos insuficientes. Por otra parte, aquellas mujeres que dedicaron toda su vida a las labores domésticas y de cuidado en general no son contabilizadas dentro de los sistemas de seguridad social, y tienen que atenerse a políticas focalizadas por parte del estado. Este es el caso de las pensiones básicas solidarias. ¿Cómo es posible que estas mujeres, la mayoría madres que han trabajado por más de 40 años en sus hogares, que son celebradas año tras año en su día con flores, no tengan garantizada una pensión que les permita llevar una vida digna y autónoma?
Es innegable la necesidad de celebrar a nuestras madres, ojalá todos los días, por todo ese trabajo invisibilizado y que en muchos casos se esconde como funciones naturales que surgen del sentimiento puro de amor. Es posible que esa sea uno de los escollos para reorganizar de una manera más razonable el trabajo doméstico y de cuidados.
La disputa por la socialización de los cuidados, es la disputa por la reorganización social del Trabajo; la construcción de una maternidad abnegada, individual y aislada de las comunidades es la consecuencia de negar el valor social de la crianza para el entramado social. Hoy día las madres cuidan hijos/as y maridos, personas dependientes y postradas, todo bajo el mandato del amor incondicional. El maternaje es un territorio por conquistar para repensar un modelo que priorice los cuidados y la sostenibilidad de estos; el modelo de acumulación se basa en la doble y triple jornada de las mujeres que entre llantos y pañales hoy tienen que estar maquilladas para la reunión virtual.
Un abrazo cariñoso a todas las madres, las que decidieron serlo y a las que no, mucho cariños a las que resignifican el maternaje y el cuidado como lugar de resistencia, que se rebelan ante la construcción de madres ideales, las que se desvelan en las noches y se levantan pensando en la leche. Sabemos que son fundamentales y que el valor de su trabajo es incalculable, que el amor puesto en esta tarea siempre sea para la construcción de un mejor vivir y no para la apropiación del capital.
[1]http://www.revistamujer.cl/2014/05/11/01/contenido/el-dia-de-la-madre-en-cifras.shtml/