Por Karina Narbona
Investigadora Fundación SOL.
Todos los años, a propósito de la conmemoración del 1° de Mayo, el trabajo aparece excepcionalmente en el discurso público. Desde las autoridades, se celebran los avances cursados hasta el momento. Para la ciudadanía en general, significa un alto para descansar de aquello que justamente se celebra. Así, el 1° de Mayo figura como una interrupción de la rutina a propósito de un tema que comúnmente está ausente en las noticias, los estudios, la agenda política y la conciencia social. Y es que el trabajo ha sido borrado del imaginario, al menos en la arena pública. Se habla del trabajo en la vida privada, pero no se liga a los grandes problemas del país. La capacidad de sensibilizarnos respecto a la forma en que la sociedad se asegura su reproducción y respecto a aquello que ocupa gran parte de nuestro tiempo, marcando nuestra experiencia de vida, se ha perdido.
Aunque sea en el limitado contexto de una conmemoración, es obligatorio hacer un diagnóstico del mundo del trabajo en nuestro país, sin temor a encarar sus yagas, en medio del enfoque aspiracional de desarrollo que circula en estos días.
Se pueden identificar 5 rasgos del trabajo en Chile que son dignos de nuestra más sentida preocupación: (1) precario, (2) desgastante, (3) mal pagado, (4) desigual y (5) arbitrario.
1) Respecto al primer rasgo, en un sentido sencillo, refiere a la situación de desprotección y vulnerabilidad en que se encuentra gran parte de la población trabajadora. Consiste en el padecimiento de una “libertad negativa”, porque – se dice– existe mayor “libertad” para moverse entre distintos escenarios y con menores “ataduras” institucionales, pero no se cuenta con estándares mínimos que aseguren un nivel de vida aceptable el día de mañana. Si se mira el tipo de empleo creado y no sólo el volumen, se puede notar una presencia alarmante de formas de empleo poco protegidas o precarias. Dentro de la variación de ocupados entre el trimestre enero-marzo 2010 y Diciembre 2011-Febrero 2012, el 25% son trabajos “por cuenta propia” (principalmente, el caso de trabajadores de jornada parcial y de baja calificación), “personal de servicio doméstico” o “familiar no remunerado” y el 75% corresponde al trabajo asalariado, pero donde prima la modalidad de trabajado subcontratado o suministrado (el 61% de los asalariados). Considerando el empleo realmente protegido, esto es, con contrato indefinido, cotizaciones de salud, previsional y seguro de cesantía, solo un 53% de los asalariados cumple con esta condición.
2) El trabajo en Chile además es altamente extenuante. El tiempo que dedicamos al trabajo es excesivo, el volumen de horas trabajadas es de 2.100 horas anuales, similar a los países asiáticos (Unión de Bancos Suizos, 2010). Además, el 30% de los asalariados full time trabaja en promedio 56 horas a la semana, superando con creces el tope de 45 horas de la legislación (Fundación SOL en base a NENE, 2011). Pero el trabajo es desgastante también por la constante presión que se ejerce sobre los trabajadores bajo la lógica hiperproductivista de las empresas. Las políticas laborales en boga hacen que gran parte del salario dependa de una constante alza en el rendimiento, sobre todo en las grandes empresas (ENCLA, 2008), y, por otro lado, cada vez se exigen más tareas al trabajador, estando presente la polifuncionalidad en el 72% de los contratos (ENETS, 2009-2010). Bajo estas presiones y con altos costos personales, la productividad laboral se ha elevado en un 90% durante los últimos 20 años (datos de Fundación SOL en base a Cuentas Nacionales del Banco Central, 1990-2009).
3) A pesar de que se dice que estamos cercanos al desarrollo, los sueldos en Chile son particularmente bajos. De hecho, obtienen nota cero en la escala de la OCDE (OCDE, 2011). Y no es de extrañar: el 76% de los trabajadores en Chile recibe un ingreso líquido inferior a $350.000 pesos (ENETS, 2009-2010).
4) En el rasgo “desigual” del trabajo es donde hay que prestar mayor atención, porque no es una “externalidad” de la estructura laboral, es su esencia: la forma en que está organizado el trabajo permite que unos ganen a costa de otros, lo cual se refleja directamente en los datos. A pesar de la considerable alza en productividad laboral (del 90%), los salarios han aumentado sólo en un 20% para el período 1990-2009, es decir, el 70% restante ha ido a engordar las ganancias de las empresas, sin que los trabajadores puedan disfrutar del valor que producen. Una forma de medirlo es con el índice de injusticia salarial. En 2010, la distancia salarial entre el promedio de sueldos y bonos de los gerentes generales de Chile (376 mil dólares anuales) y el sueldo mínimo, llegó a 91 veces; en 2011, la distancia salarial llega a 102 veces, es decir, la brecha aumenta en 12%.
5) Finalmente, es sustancial considerar el rasgo de “arbitrario” del trabajo, que refiere a cómo el orden laboral se transforma en un orden externo al trabajador, dado su escaso poder de injerencia. En efecto, las instancias que la sociedad moderna ha creado para permitir a los trabajadores incidir colectivamente, que son el sindicato y la negociación colectiva, en Chile están gravemente disminuidas. No más del 15% de los trabajadores están sindicalizados y menos del 10% está cubierto por instrumentos colectivos, los cuales además tienen resultados salariales sumamente exiguos, que no superan de 1% real como promedio para los últimos 10 años. Sin duda nuestra institucionalidad laboral, asentada en base a reglas impuestas en la dictadura militar a través del Plan Laboral de 1979, ha procurado eternizar este verdadero sistema feudal en la empresa.
Así, si se miran estos 5 rasgos del trabajo, la conmemoración del 1° de Mayo adquiere un sentido distinto al que probablemente se le otorgue. No debiese ser una instancia gubernamental para sacar cuentas alegres respecto a lo que registra la agenda de corto plazo, tampoco debiese ser un día vacío de significado para la población, todo lo contrario: debiese ser una ocasión para recordar que los 365 días del año se nos va la vida en el mal trabajo, reconocer la enorme deuda que Chile tiene con sus trabajadores y reivindicar una real transformación social.
Fuente: Comunicaciones Pastoral Social Caritas
Santiago, 27/04/2012