Columna de opinión publicada en Cooperativa el 23 de octubre 2023
Por Gonzalo Durán, investigador Fundación SOL
El Senado rechazó el proyecto de ley para el cierre del gran comercio a las 19:00 horas, que buscaba mejorar la calidad de vida de miles de familias trabajadoras. Fue justo en vísperas de la conmemoración de los 4 años de la revuelta social del 18 de octubre.
El presidente de la Cámara Nacional de Comercio (CNC), en entrevista con El Mercurio, destacó que "lo que primó en la sala del Senado es que el comercio y cualquier otra actividad económica tenga la posibilidad de funcionar con libertad, respetando el límite de las 40 horas a las que nos tenemos que adecuar, pero que no se coarte la libertad de la economía".
El proyecto de ley pretendía adelantar el cierre de las tiendas comerciales, pero respetando el horario laboral establecido (por ejemplo, reduciendo los tiempos muertos, acabando con las prácticas que fraccionan la jornada laboral mediante largas pausas para comer, con la posibilidad de tomar 2, 3 ó 4 horas para almorzar, etc.). Según Mauricio Acevedo, portavoz de la Alianza de Trabajadores del Comercio, "hay registros que demuestran que las ventas entre las 20:00 y las 21:00 horas son marginales, ¿qué sentido tiene mantener este capricho que es el comercio abierto hasta las 21:00 o 20:30 horas? No tiene ningún sentido. La calidad de vida es un elemento fundamental para poder convivir, para poder formar de mejor manera a nuestros hijos e hijas".
Este episodio debería llevarnos a reflexionar sobre la falta de poder que ejerce el trabajo en contraste con el poder que ejerce el capital o el empresariado en Chile. No es un misterio que, bajo las reglas del capitalismo, las empresas buscan maximizar sus ganancias y que para lograr este objetivo, sus dueños y representantes apelan a la "libertad" de lucrar, dirigir y administrar que les confiere la propiedad privada de la empresa. Dado que las y los trabajadores tienen que vender su "fuerza de trabajo" para sobrevivir, y que el empresario puede comprar en el mercado ese tiempo de trabajo ajeno para funcionar, una vez que lo ha adquirido, puede hacer con él lo que considere necesario para cumplir sus objetivos de maximización de beneficios, siempre que cumpla con la jornada laboral estipulada en el contrato y actúe conforme a éste y otros derechos de las y los trabajadores, que reconoce sobre el papel, pero que a menudo trata de evitar o cercenar.
El presidente de la CNC apela precisamente a que no se recorte "su" libertad y a que la barrera de derechos de las y los trabajadores, sobre el papel y en la práctica, sea lo más fina posible para poder operar con plena flexibilidad, no importa si es a costa de las más insostenibles condiciones de vida de quienes sustentan la riqueza producida.
Ciertamente, la patronal ha sacado cifras alegres de la estrategia de llevar su libertad lo más lejos posible. Los resultados de las utilidades que obtiene en Chile, a pesar de las diversas crisis que ha enfrentado, siguen siendo formidables. Según cifras de la Comisión para el Mercado Financiero, entre 2018 y 2022 (incluyendo el período de la revuelta y la pandemia) y sólo considerando las operaciones en Chile y el segmento retail, Ripley acumula casi $200.000.000.000, es decir, unos $40.000.000.000 anuales en promedio. Falabella es el líder: $1.877.462.000.000, unos $375.000.000.000 de promedio anual (también solo en Chile y considerando negocios del retail). Podríamos seguir y detallar a toda la industria. Los resultados también son así de jugosos si nos fijamos en las rentabilidades sobre el patrimonio.
Mientras esto ocurre, las y los trabajadores están viendo unos resultados salariales que están al límite. Según datos oficiales provenientes de la última Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE, la mitad de las y los trabajadores de las grandes empresas del comercio, la mayoría de ellas transnacionales de origen chileno, percibe menos de $531.000 líquidos.
Los sindicatos y la negociación colectiva de amplia cobertura son un medio valioso para que la clase trabajadora responda al unilateralismo empresarial tan envalentonado en estos días. Como se ha señalado en un estudio estadístico de la economía chilena, a nivel nacional, de cada 8 horas de trabajo, 3 se destinan a pagar salarios y el resto es ganancia neta para las empresas. Pero los empresarios quieren más y defenderán cada porción horaria y de ganancia, buscando cualquier oportunidad para fijar su posición favorable o hacerla aún más favorable, lo que es más factible en un país donde los sindicatos son aún débiles.
La fuerza corporativa y el cierre de filas del empresariado en torno a su máximo beneficio inmediato se vieron en parte perturbados por la revuelta social y el espectro del descontento de masas. Pero hoy nada parece amedrentarlo. Como consecuencia, las y los trabajadores se encuentran en un escenario en el que es difícil imaginar cosas tan sencillas como poder llegar a casa a una hora decente de acuerdo con el equilibrio necesario para vivir. Este desgaste excesivo, tan normalizado en Chile, no se da en todas partes.
Por ejemplo, en Alemania, los centros comerciales y los supermercados no abren los domingos, ni los días festivos, el resto del mundo se adapta a esta barrera defensiva de la vida. Se trata de una conquista sindical, basada en organizaciones poderosas, que es a lo que deberíamos aspirar como urgencia colectiva para avanzar hacia la buena vida.