Publicada en El Mostrador el 14 de noviembre 2011
Por Karina Narbona, investigadora Fundación SOL
Los sub-indicadores del informe de bienestar de la OCDE muestran que Chile tiene el record de la peor calidad del empleo de todos los países miembros de esa organización. Y en materia de ingresos: una nota “0”, lo que tiene sentido si se considera que el 76% de los chilenos gana menos de $350 mil pesos mensuales.
En Chile 6 millones 200 mil personas presentan serios problemas de inserción laboral, encontrándose integradas al trabajo de manera transitoria y sin las protecciones clásicas del contrato formal indefinido, o bien directamente desempleadas.
En los años 80, el sociólogo alemán Peter Glotz usó la expresión “sociedad de los dos tercios” para describir los dilemas laborales de Alemania ante el advenimiento del neoliberalismo, advirtiendo el riesgo de la emergencia de una sociedad donde dos tercios de la población esté integrada (un tercio de ricos y un tercio de clases medias con seguridad relativa) y un tercio sea marginada y pobre.
Hoy el término se sigue usando, pero para designar un efecto más perverso del liberalismo económico: un tercio queda integrado, un tercio precario y un tercio desempleado. Es decir, se invierte la tendencia y dos tercios van a parar a las filas de la insolvencia material.
Hay quienes incluso se han atrevido a formular una mutación a la “sociedad de los cuatro quintos” o “sociedad de los 20/80”, aquella que condena al 80% de la población a la precariedad. El término, lejos de la pretensión de crítica virulenta, fue acuñado por los 500 ejecutivos más tops del mundo reunidos en el Fairmont Hotel de San Francisco, en 1997. (Domenech, 2005:1-7).
Lo cierto es que no faltan expresiones para retratar este fenómeno. Noam Chomsky, en una entrevista sobre el movimiento Occupy Wall Street, plantea que lo que se observa es una toma de conciencia sobre la “plutonomía y el precariado”. Plutonomía es una sociedad en que los muy ricos controlan toda la economía, y, mediante sus decisiones, fabrican marginados. El precariado, ha sido bien explicado por el sociólogo Robert Castel (1997; 1998; 2010), como la nueva cuestión social del siglo XXI, que es la instalación en la precariedad de amplias capas de la población, de variada composición social, debido a la desestabilización de los puestos de trabajo antes seguros, la entrada de trabajadores en forma permanente a empleos desechables y el aumento de inintegrables para el mercado laboral. Es, en otras palabras, una era de la vulnerabilidad de masas.
Ahora bien, la cuestión social que se esboza a nivel mundial por distintos teóricos, activistas e incluso empresarios del primer mundo, en Chile tiene una clara avanzada. Y cómo no, si somos el primer experimento ultraliberal del planeta. Con ello, la tendencia a la precariedad laboral y a la sociedad 20/80 queda echada. Veamos las cifras ocultas del empleo en Chile:
Considerando los datos que analiza Fundación SOL con la base de la Nueva Encuesta Nacional de Empleo del INE (NENE), el 59% de la variación de los ocupados dentro de los últimos 18 meses ha sido trabajos “por cuenta propia” – principalmente jornada parcial y de baja calificación - , “personal de servicio doméstico”, “familiar no remunerado” o “empleadores de microempresas de menos de 5 personas”. Por otro lado, el incremento de los asalariados, ha sido en un 100% por trabajadores tercerizados. Además, el subempleo ha llegado a su segundo nivel más alto desde que es posible medirlo (enero-marzo 2009), con casi 750 mil personas.
Entre otros datos que no se suelen destacar, están los sub-indicadores del informe de bienestar de la OECD, que muestran el no tan decoroso record de la peor calidad del empleo dentro de ese club y, en materia de ingresos, una nota “0” como país, lo que tiene sentido si se considera que el 76% de los chilenos gana menos de $350 mil pesos mensuales (Encuesta Nacional de Empleo, Trabajo, Salud y Calidad de Vida, 2011).
Por último la mirada de la crisis del empleo se refuerza con el Índice de Inserción Laboral que publica Fundación SOL. Considerando los trabajadores estables, los inestables y las personas que presionan por tener un empleo sin tener éxito (en sus dos modalidades: desempleo abierto y desempleo oculto), el resultado de este índice en el último trimestre julio-septiembre 2011, es lapidario. Sólo 2 millones 900 mil personas que componen este grupo (30%), tiene una inserción laboral protegida y estable. Los 6 millones 200 mil, que equivalen al 70%, restante, están en una situación de “inserción endeble” con empleos informales, desprotegidos e inestables, o bien desvinculadas del mercado laboral por falta de opciones.
Sin embargo, dentro del núcleo protegido, si se considera que un 57% de ellos gana menos de $300.000 (extrapolando datos de CASEN, 2009), nos encontramos ante un panorama desolador, ya que buena parte de los estables debemos contarlos en realidad dentro de los precarios que no logran la satisfacción de sus necesidades básicas. Todo lo anterior, genera que la imagen de la “sociedad 20/80”, donde 4 de cada 5 personas vive de allegado en este mundo, no sea en absoluto lejana, incluso la superamos.
¿Y cuál es nuestra receta chilena?: rienda suelta al mercado, privatización de los bienes públicos (como la educación), economía rentista e improductiva, flexibilidad laboral exacerbada, aniquilamiento estructural de los sindicatos, y 4.459 familias, entre las cuales están los principales accionistas, altos ejecutivos y directores de los 114 grupos empresariales del país, que cuidan que nada cambie (en impuestos, educación, salud, en trabajo, etc.) para reproducir la vulnerabilidad de masas. Plutonomía pura.
El problema para ese grupo selecto, y que sólo unos pocos de sus filas han captado - como Buffett a nivel mundial, y en Chile Fantuzzi y Lamarca - es que todo eso se devuelve. Es el efecto boomerang que advierte Castel sobre las “cuestiones sociales”: éstas ponen en entredicho la cohesión social necesaria para que todo funcione, una crónica de la muerte anunciada. Así las cosas, sólo se le puede decir a ese grupo privilegiado: ¡afírmense!, que esto va de vuelta.