Por Karina Narbona/Investigadora de Fundación SOL
El afamado gurú empresario Michael Porter, en su entrevista al diario El Mercurio el día domingo 15 de mayo, se refirió al preocupante “Estado de Sitio” por el que atraviesa el capitalismo, señalando que ha crecido el escepticismo en torno al actual sistema económico.
Él, como muchos otros líderes empresariales, se plantea recomponer el encanto perdido. Su objetivo es “proporcionar un marco para pensar de manera más productiva la relación entre las empresas y la sociedad”, de manera de hacer comprender que “el capitalismo de mercado es el mecanismo más poderoso para crear prosperidad”.
Esta reflexión no es nueva, refleja el reacomodo ideológico que ha tomado lugar en la elite para justificar su posición; es un aprendizaje gremial de incorporar elementos de la moral y del bien común, ajenos a la obtención de ganancias en sí mismas, para persuadir a las mayorías. En este sentido, se habla de las empresas como creadoras de “valor social”.
Sin ir más lejos, en Chile el banquero Mauricio Larraín, máxima autoridad del grupo Santander en Chile, expresaba recientemente en su entrevista en La Tercera que “los empresarios merecen un respeto y valorización de la sociedad mayor del que hoy día tienen”, señalando que su descrédito actual se debe al hecho de que las empresas no están comunicando lo suficiente sus bondades al exterior y, también, a la existencia de algunos casos “puntuales” de abusos.
Lo mismo se observa en el plano político cuando con tanta parafernalia un gobierno de derecha saca a relucir la importancia de la agenda social. Las coincidencias en esta materia no son difíciles de encontrar en la Concertación: lo importante en su administración fue mantener la casa ordenada con Hacienda, resguardando la libertad de empresa, y haciendo sentir en paralelo el lado “humano” de los programas del gobierno.
Se trata de un esfuerzo generalizado de las cabecillas políticas y empresariales por alterar la imagen de sí mismos y del modelo que sostienen, modificando el vocabulario utilizado y valiéndose de nuevos principios morales para ser reconocidos, influyendo así en las coordenadas de sentido de las personas, templando su conflictividad y difuminando el cuestionamiento acumulado.
No obstante, llama la atención que, con toda esta campaña publicitaria en torno a un capitalismo más “social”, “renovado” y “beneficioso para todos”, hayan movilizaciones tan masivas como las que se han observado en el último tiempo en torno a la educación e Hidroaysén, que parecen corroborar la hipótesis pesadillezca de Porter de que “las empresas hoy están siendo percibidas como creadoras de ganancias a expensas de la comunidad”.
La desfachatez en el caso de Hidroaysén quizás fue demasiado grande y rebasó todo esfuerzo publicitario, además es, al igual que la educación, visto por la gente como un problema “social” más que “político”, por lo que se hace más cercano.
En cuanto al mundo del trabajo, por ser el escenario donde se crea y distribuye la riqueza de una sociedad, ha sido el más duramente golpeado por la propaganda y contenido. Hoy parece generalizado el lenguaje de “comunidad” para referirse a las empresas y de “colaboradores” para hablar de los trabajadores, se señala hasta el cansancio que “no hay conflictos inherentes entre trabajadores y empresarios” y que “los empresarios son también trabajadores, su empleador es el mercado”.
Este martes 25 de mayo en la presentación del estudio de Call Centers hecho por la Dirección del Trabajo, un empresario del rubro usó la frase más típica para referirse a la nueva visión humanista de la gerencia“las personas son el principal activo de la organización”. Más adelante, agregaría en relación a los derechos de los trabajadores que “hay que dejar de hablar de protección, sino de colaboración” y que “no tenemos malas intenciones, sino muchas necesidades”.
No obstante dichas expresiones, que generan bastante pudor cuando se trata de una industria tan expansiva y con trabajo tan precario como los Call Centers (donde el salario no supera los $250.000, la vigilancia y el ritmo de trabajo son asfixiantes y las prácticas antisindicales son pan de cada día) el pretendido oscurantismo del gerente se topó con la respuesta explosiva de los trabajadores; éstos, hicieron una fuerte interpelación a los empresarios y a la propia Dirección del Trabajo, cuya directora, María Cecilia Sánchez, salió en defensa de las gestiones hechas hasta el momento y del “salario ético” que supuestamente propone el presidente – en realidad un subsidio estatal, el llamado “ingreso ético familiar” .
Estos actos de contestación, visibles o no, indican que el descontento de la gente sobrevive (más o menos articulado o denso) a pesar de la buena presentación de las empresas, y sucede en simultáneo en múltiples lugares.
Con todo, tal como plantean los investigadores franceses Luc Boltanski y Eve Chiapello en su libro El Nuevo Espíritu del Capitalismo, “las personas nunca están lo suficientemente alienadas como para perder la capacidad de establecer una distancia crítica”, no son una tabula rasa, ni seres del todo manipulables, de manera que se da una distancia entre el esquema oficial dibujado por las cúpulas y la subjetividad de los que día a día son pasados a llevar.
A pesar de la embestida de ideas y políticas destinadas a mantener las cosas como están, con su cariz de armonía social, la línea de falla continúa existiendo y urge no perderla de vista.
Columna publicada en RadioBio Bio.cl