Por Valentina Doniez y Gonzalo Durán. Publicada en El Mostrador
A mediados de la semana pasada se dieron a conocer las indicaciones a la Reforma Laboral de un grupo de senadores de la llamada bancada “propyme”, integrada por Eugenio Tuma, Ignacio Walker, Andrés Zaldívar, Hernán Larraín y Andrés Allamand. Quizás por ser una semana marcada por las Fiestas Patrias este hecho pasó un poco inadvertido, pero marcó un notorio viraje de la Reforma hacia la derecha.
El espíritu detrás de estas indicaciones refleja el profundo sentimiento antisindical que corre por las venas empresariales en Chile, así como en varios de nuestros legisladores. Al igual que José Piñera, quien hace explícito este sentimiento en su libro La Revolución Laboral en Chile, hay una gran desconfianza de la actividad sindical, en especial de su “politización”.
No es de extrañar entonces que el Plan Laboral haya tendido a debilitar al máximo el sindicato, encerrando su ámbito de acción a la empresa, restándole fuerza a la huelga y haciéndole competir entre sí. Hoy, con la Reforma Laboral, desfigurada como está quedando, no se cambia un ápice esta lógica.
Sintomático es que el senador Walker haya puesto en su cuenta de Twitter: “Indicación que introdujimos en Senado para constituir sindicatos con al menos 25 trabajadores traerá alivio a cientos de miles de Pymes”. Al parecer, desde su óptica y la de varios políticos y empresarios, el sindicato y la negociación colectiva resultan nocivos para el desarrollo de las empresas de menor tamaño. Por esto siempre apelan a la casuística ¿qué pasaría si los trabajadores de una pyme que exporta mariscos frescos en Coquimbo se va a huelga? “No puede resistir”, nos dicen.
Con esta mentalidad no tendremos una acción sindical que logre fortalecerse y menos ampliar la cobertura de la negociación colectiva, como era uno de los objetivos explícitos de la actual Reforma Laboral. Así, es difícil que el sindicato pueda hacer frente a la extrema desigualdad en Chile, donde el 1% más rico se lleva el 30,5% de los ingresos del país, versus la mayoría que percibe menos de $5.000 pesos al día y deben vivir altamente endeudados. La realidad de los trabajadores, de acuerdo a la última encuesta NESI 2014, es que casi el 60% percibe menos de $360.000 líquidos.
A diferencia de lo que ocurre hoy con el modelo sindical chileno, la experiencia comparada muestra que el sindicato se ha fortalecido fuera de la empresa. Asimismo, no se conocen datos duros sobre sindicatos destruyendo pequeñas y medianas empresas. Algunos legisladores, más sensibles respecto de las condiciones de los trabajadores, pero tragándose la campaña del terror sobre el sindicato, hoy buscan estudios sobre el “impacto” del sindicalismo en las pymes. ¿Por qué no les pedimos a los centros de estudio de derecha que provean los datos empíricos respecto de si los sindicatos destruyen empresas? Podría ser interesante analizarlo, pero el argumento no debe provenir desde ahí.
Junto con esto, es preocupante que durante estos días estemos presenciando una abierta campaña de deslegitimación de la acción sindical. Ya no se trata solamente de una crítica a los contenidos de la Reforma sino que de ataques frontales a ciertos procesos de negociación colectiva, como en el BancoEstado, una empresa que algunos la creen “estatal” pero que se rige por las normas privadas.
Ha saltado a los medios la noticia de que el presidente del BancoEstado ha sido removido de su puesto por haber pactado un bono de término de negociación de cerca de 6,3 millones de pesos por trabajador, que representa 83 millones de dólares. La cifra, que parece exorbitante, debe ser puesta en contexto.
En efecto, si consideramos que la última negociación había sido en 2013 (con información de 2012 a la vista), existe un período de más de 25 meses en los que habiéndose generado más de 900 millones de dólares de utilidades, estas no se habían visto enfrentadas a un proceso de negociación colectiva. Considerando aquello, lo cierto es que lo conseguido por los bonos, equivale a menos del 10% de las ganancias de BancoEstado en dicho lapso. Recordemos que BancoEstado es parte de un sector de punta de la economía chilena, uno en el cual la ganancia diaria llega a más de 6 mil millones de pesos, es decir, $257 millones por cada hora que transcurre. Por otra parte, cabe señalar que, según el artículo 47 del Código del Trabajo, las empresas deberían repartir entre sus trabajadores al menos el 30% de sus utilidades.
Es relevante puntualizar que en el fundamento del Bono de Término muchas veces están los mismos empresarios, quienes presionan para que se reparta un monto por única vez para no tener que subir los sueldos base o algún estipendio fijo. Con esto solo se ha generado un círculo vicioso en que los trabajadores esperan este dinero como casi el único beneficio que podrán obtener de esta negociación colectiva a la chilena. Rayan en el cinismo, entonces, algunas opiniones de abogados de empresa que ahora le llaman “bono coercitivo”.
Esta campaña del terror contra el sindicato, de la cual llevamos décadas pero que ahora parece haber tomado un cariz más táctico contra la Reforma, nos dice que estos son los culpables de grandes males y urge tomar medidas contra ellos. Por eso, el senador Walker señala que es un “alivio” que solo con el 50% de trabajadores se pueda constituir un sindicato en las pymes. Uno podría añadir que los grandes empresarios también esperan que se les “alivie” de su carga.
Durante toda la discusión sobre la Reforma hemos escuchado cómo los sectores empresariales y de derecha han pretendido, a nombre de la libertad, “defender” a los trabajadores contra los sindicatos. Se preguntan entonces por qué se le quita al trabajador el “derecho” de negociar fuera de los sindicatos (en grupos paralelos) y el de obtener los beneficios negociados a través de la extensión unilateral de su empleador. Para ellos el empresario es el que decide, el trabajador el que acata y el sindicato el que no molesta.
Según esta perspectiva liberal, en Chile existe la tasa de sindicalización que los trabajadores quieren, ya que ellos han decidido “libremente” estar o no estar en el sindicato, sin aludir a factores institucionales ni a la cultura que ellos mismos han ido moldeando a su gusto en estos más de 40 años. La persecución violenta y el individualismo a ultranza que se incorporó en las relaciones laborales es un eficaz mecanismo de control de los trabajadores, al punto que asegura enormes tasas de ganancia para las clases dominantes. Es eso lo que está detrás del antisindicalismo. El cuco del sindicato es la posibilidad que tienen los trabajadores de organizarse y construir un poder que se enfrente a las prerrogativas empresariales, aquellas que nos tienen viviendo en un país donde solo unos pocos se benefician del “milagro chileno”.