por Patrizio Tonelli/Investigador de Fundación SOL
¿De qué trata la obra “Irredentos”?
Es una obra del 1918, escrita por Antonio Acevedo Hernández, que habla de una organización sindical que se moviliza para conseguir mejoras laborales dialogando con el gremio de los empresarios. El tema central consiste en que uno de los dirigentes sindicales es corrompido con dinero para que entregue información fundamental para el éxito de la huelga: de esa forma los empresarios consiguen hacer fracasar la huelga y quebrar el movimiento. La obra tiene un carácter didáctico y se origina a partir del fermento sindical, laboral y político que Chile estaba viviendo en esos años. El propósito originario del autor fue justamente el de intentar articular, por medio de la obra misma, una didáctica, una forma de educar, de instruir los propios trabajadores.
¿Cómo llegaste a esa obra?
Ya había trabajado otras obras de ese autor y por mi propia filiación política me parece seductor el tipo de teatro que desarrolla. Por eso, investigando sobre qué obra hacer de él llegué a este texto. Me costó mucho encontrarlo ya que estaba perdido y a punto de desarmarse en la biblioteca de la Universidad de Chile. Al leerlo me asombró la infinita vigencia de lo que está puesto en la historia.
¿En qué consiste esa vigencia?
La decisión de hacer esta obra de Acevedo Hernández nació simultáneamente al conflicto de Farmacias Ahumada y su huelga, completamente censurada por los medios de comunicación oficial. Pero, más allá de este hecho específico, la cosa que me impresionó es la capacidad de comunicar con cualquier espectador, llamándolo en causa, independientemente de la disciplina en la cual se desempeña, en su calidad de trabajador. Todos nos podemos reconocer como trabajadores y la obra trata justamente de una situación común a todas las comunidades laborales en las cuales la gente trata de articular acuerdos para exigir mejoras respecto de las condiciones en que su trabajo se desarrolla. Frecuentemente en Chile, cual sea el ámbito en que ese trabajo se exprese, vemos como desde arriba existen mecanismos, históricos y ancestrales, de dominación, de cooptación e intervención cuando los trabajadores intentan reivindicar sus derechos legítimos en búsqueda de mejorar sus condiciones laborales.
¿Por qué los trabajadores son “irredentos”?
El significado de la palabra “irredentos” es: “aquellos que no han conseguido aun la redención”: el autor establece aquí, utilizando un lenguaje religioso y “bíblico”, una relación entre irredentos y trabajadores alienados. Toda la obra está marcada por figuras bíblicas: la última escena en la Federación sindical es una alusión a la última cena, existe la figura del traidor, del Judas, y existe la figura del mártir, Jesús, que es el gran dirigente sindical. Es una herramienta que Acevedo Hernández utiliza instrumentalmente para poder fortalecer la lucha de los trabajadores, para generar un despertar de los trabajadores. En la obra hay un sentido último que es que si este despertar no viene de base, de los trabajadores mismos, hay algo que está haciéndose mal. El gran dirigente sindical, entonces, paga al final inmolándose, inmolando su propia dignidad, a fin de que los trabajadores logren despertar, tomar conciencia, y dice una frase muy hermosa que es: “A mí solo me enseñó a razonar el dolor y el dolor me impulsa a la solidaridad”.
¿Quiénes son los actores que ponen en escena la obra?
Son alumnos, algunos en formación y algunos ya egresados, de la Escuela de Teatro de la Universidad Mayor (TUM). Son estudiantes jóvenes, van de los 18 a los 26 años, muy curiosos e inquietos, con una mirada sumamente crítica de la realidad y que se comprometen de una forma muy sensible con lo que van haciendo.
Háblame del autor: ¿quién es Antonio Acevedo Hernández?
Es un dramaturgo chileno, muerto en la década del ’60, que siempre fue hostigado y marginalizado de la escena teatral nacional. Era un personaje muy interesante: no venía de la elite cultural del país, no tuvo acceso a la educación superior, no recibió maestría de ningún otro escritor, sin embargo sentía necesidad de narrar sus propias vivencias. Fundamentalmente era un trabajador que se dedicó a muchos trabajos en el campo, en la ciudad, en diferentes zonas del país, en diferentes sectores productivos. Y tenía un espíritu iconoclasta y romántico: vida y obra estaban juntos.
Con esta obra estás intentando incidir en la sociedad contemporánea
Como persona de teatro y como un ciudadano me parece fundamental poder vehicular esos temas por medio de mi trabajo, consiguiendo que esos ciudadanos que somos todos podamos tener una voz más pública y, de ese modo, establecer vínculos y asociaciones recíprocas con otros ciudadanos de otras disciplinas. Con el intercambio y el diálogo uno encuentra un punto de acuerdo donde en la suma se pueden constituir lazos enriquecedores que apunten a mejorar la situación de los trabajadores.
Este tema del debate, del intercambio, de los vínculos: tengo la impresión que aquí en Chile hace falta
Muchísimo. Siento que la ciudadanía está completamente desarticulada, intentando reagruparse de alguna forma, pero es una devastación importante que dejó la dictadura en este país. Mi objetivo primario, con este espectáculo, no consiste en ninguna cosa más que iniciar conversaciones, establecer ciertos debates y ciertos intercambios que permitan mejorar lo que uno tiene y enriquecer lo que uno podría en futuro seguir haciendo.
Pones en escena una obra del 1918 pensando en el hoy: ¿qué relaciones existen entre presente y pasado en tu opinión?
En términos exactos, las relaciones entre patrones y trabajadores planteadas por la obra no son idénticas, sin embargo decidí ponerlas en evidencia por dos razones. Por un lado la obra representa un testimonio de algo que pasó. Por otra parte, y pienso en los espectadores de hoy, si estamos viendo una demanda de trabajadores que llegó a esa altura, y hoy nos parece que eso es imposible, el propio valor testimonial confirma que eso que existió en el pasado tuvo y tiene una fuerza que es perfectamente posible traer al presente. Por lo tanto es un impulso para reflexionar que no es ambicioso ni utópico pensar en algo de esa envergadura, de esa dimensión. No porque experiencias pasadas hayan fracasado, aquellos anhelos y aquellas luchas van a ser imposibles, sino sencillamente son experiencias de las cuales hay que tomar lo mejor y lo peor y levantar algo nuevo que esté puesto en el hoy, en la actualidad.
Estas planteando un teatro con una fuerte conciencia social y civil: ¿Cómo evalúas la escena teatral chilena en este aspecto?
El teatro hoy se olvidó de la realidad, de la pugna entre una clase y otra, la desatiende y está muy encerrado en sí mismo. Es legítimo hablar del teatro por el teatro, pero también tenemos que salir a mirar la calle y hacer teatro para el país en que vivimos. A menudo veo obras que son muy hermosas pero no sé qué país están mostrando: es un lugar que podría ser cualquiera, con hombres y mujeres que podrían ser cualquiera, y eso es darle espaldas a la realidad. En dictadura era necesario, obviamente, siendo un momento en el cual las cosas no se podían decir, en que la vida estaba en peligro, y entonces el uso de la metáfora era cuestión de vida o de muerte. Pero ahora no: ahora la historia nos está pidiendo que nos pongamos más políticos que nunca. Y por algo hay que empezar.