Columna de opinión publicada en El Desconcierto el 10 de marzo de 2024
Por Florencia Hernández (OTD), Michel Riquelme (OTD) y María José Azócar (Fundación SOL)
Poco sirven políticas de inserción laboral que son un mero llenado de cupos. Para hacer una contribución sustantiva es necesario incorporar un enfoque procesual, transformador y comunitario que aspire a recomponer el tejido social dañado por el entrecruce de violencias (cisnormadas, patriarcales, de clase, etc.) que sustenta al mundo del trabajo en Chile.
El Día Internacional de la Mujer tiene una estrecha relación con la lucha que han dado movimientos de mujeres y feministas por mejorar sus condiciones laborales. Luego de la pandemia, esta reflexión ha adquirido una especial preocupación, pues como lo han declarado autoridades de diversas instituciones, la pandemia “generó un retroceso de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral” de las mujeres (CEPAL, 2021 – ver aquí).
Si bien los números efectivamente nos dicen que la pandemia destruyó miles de empleos y que esta destrucción impactó con especial fuerza a las mujeres, es importante tomar ciertos resguardos respecto a las narrativas que promueven la idea de que el camino al “progreso” se retomará cuando se recuperen los empleos perdidos. En esta columna queremos reflexionar sobre dos principales problemas de esta narrativa.
Primero, cuando se consideran las experiencias de las mujeres trans en el mundo del trabajo, importa mucho la manera como normas binarias definen quién es un hombre y una mujer en base a fantasías que suponen que las características físicas de hombres y mujeres son innatas, inmutables y estables a lo largo de la vida. Esta lógica cisnormada de entender las identidades y los cuerpos tiene consecuencias directas en las oportunidades que tienen las mujeres trans para acceder a cursos de formación, empleos y reconocimientos.
La cisnorma actúa siempre en relación con otros sistemas de poder -por ejemplo, el patriarcado- y es esta interrelación de violencias la que explica por qué históricamente en Chile una buena proporción de mujeres trans no ha llegado a completar estudios universitarios ni se ha insertado en los mismos trabajos que las mujeres cisgénero.
Como lo constatamos en la investigación “Calidad del Empleo de la Población Trans, Travesti y No Binarie en Chile” (Fundación SOL, Asociación OTD, 2023 – ver aquí), es muy común encontrarse con relatos de generaciones adultas de mujeres trans que fueron primero expulsadas de sus hogares, luego obligadas a desertar del sistema escolar dadas las violencias diarias recibidas en las escuelas, y finalmente enfrentar un mundo laboral que las segrega a trabajar en áreas específicas como aseo y limpieza u oficios de arte y trabajo sexual, que están lejos de ser empleos de calidad y bien remunerados.
Por otra parte, siguiendo las conclusiones de un estudio apoyado por la Organización Panamericana de la Salud*, sólo un 18,25% de las mujeres trans y transfemeninas mayores de 18 años en Chile ha alcanzado grados profesionales en comparación al 32,2% de la población cisgénero. Además, un 13,3% indica no tener ningún sistema previsional de salud versus el 3,5% para la población cisgénero. Finalmente, un 20,36% de las mujeres trans encuestadas en ese estudio indicó no tener trabajo, en comparación al 7,2% de la población cisgénero para el mismo periodo.
Ante esta situación, cuando se promueven narrativas que invitan a pensar en un futuro donde se recuperen las tendencias de inserción laboral pre-pandémicas para las mujeres, inevitablemente estas narrativas construyen un imaginario de posibilidades y esperanzas para un grupo específico, dejando intactas las vidas de, por ejemplo, mujeres trans que siempre han vivido en crisis, estemos o no viviendo una pandemia.
Segundo, discursos que invitan a recuperar empleos perdidos de las mujeres suponen que basta llenar cupos laborales con mujeres para retomar la senda de los avances en materia de género. Aquí, de nuevo, las experiencias de las vidas de las mujeres trans nos sirven para ilustrar los problemas de esta mirada simplista de las desigualdades de poder.
Demandas históricas que ha hecho la comunidad trans en Chile y en otros países se relacionan con una política integral de reparación que, entre otras cosas, garantice el acceso a cupos laborales reservados para personas trans. En países como Argentina, se implementaron estas políticas de acción afirmativa, sin embargo, como ha quedado constatado por informes realizados por la Asociación de Trabajadores del Estado (ver aquí), del grupo de personas trans que accedió a un empleo en el Estado, la mitad cuenta con estudios secundarios completos y un 41% cuenta con estudios superiores. En otras palabras, el Cupo Laboral Trans en Argentina estaría beneficiando a unas poquísimas personas de la comunidad trans: quienes han tenido las ventajas de obtener certificados académicos.
Es precisamente por esta situación que para organizaciones trans como OTD la implementación de cuotas laborales no asegura por sí mismo un cambio en las relaciones de poder que definen al mundo laboral. Un cupo laboral trans debe ir siempre de la mano de garantías de vivienda, salud, pensión y oportunidades de educación para que se pueda intervenir en el entramado de relaciones que impide la inserción laboral de todas las personas de la comunidad trans.
La situación actual en Chile es de una profunda precarización de la clase trabajadora en su conjunto. Desde hace décadas que los salarios se han mantenido especialmente bajos y en su mayoría las personas se insertan en empleos endebles e informales. Como hemos visto en esta columna, la experiencia de las mujeres trans respecto al mundo del trabajo nos invita este 8 de marzo a prestar especial atención a narrativas de futuros que sugieren que basta recuperar los empleos perdidos durante la pandemia para retomar el camino al progreso en materia de género.
Estos discursos funcionan con una lógica de cruel optimismo al no decir nada respecto a la calidad de los empleos que se buscan recuperar, la insuficiencia de los salarios y la violencia diaria que viven las personas trans al enfrentar prácticas de malgenerización y estigma en sus lugares de trabajo.
Por otra parte, poco sirven políticas de inserción laboral que son un mero llenado de cupos. Para hacer una contribución sustantiva es necesario incorporar un enfoque procesual, transformador y comunitario que aspire a recomponer el tejido social dañado por el entrecruce de violencias (cisnormadas, patriarcales, de clase, etc.) que sustenta al mundo del trabajo en Chile. Ante esto, la auto-organización, movilización y articulación de alianzas desde los movimientos es central si aspiramos a provocar los cambios que queremos.
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*Estudio de tamaño poblacional de poblaciones clave de Hombres que tienen Sexo con Hombres (HSH) y Trans Femeninas en Chile. Informe Final – diciembre 2021. Financiado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS)