Publicada en The Clinic el 29 de julio 2015
Por Marco Kremerman, investigador Fundación SOL
En 1931 se crea por primera vez el concepto de Sueldo Mínimo en Chile y ya en 1937 se instala el concepto de Sueldo Vital, el cual se definía como aquel estipendio mínimo que permita satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores para la mantención adecuada de sus fuerzas vitales. El actual Salario Mínimo […]
En 1931 se crea por primera vez el concepto de Sueldo Mínimo en Chile y ya en 1937 se instala el concepto de Sueldo Vital, el cual se definía como aquel estipendio mínimo que permita satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores para la mantención adecuada de sus fuerzas vitales. El actual Salario Mínimo ($241.000), al descontar el pago de las leyes sociales, solo alcanza para 1 kilo de pan al día, 2 pasajes diarios y, con lo que sobra, para arrendar una pieza por $129.680.
¿Cómo es posible que después de 80 años la política de salario mínimo haya retrocedido a tal grado que ni siquiera apunte a satisfacer las necesidades vitales? ¿Por qué se asumió como natural que cada vez que se abre la discusión sobre el bajo valor del trabajo en Chile, la respuesta hegemónica sea la misma: “si usted sube el Mínimo, se nos vendrá el desempleo encima”? ¿Por qué asumimos que para llegar a fin de mes se debe recurrir a los subsidios y la deuda, pero ni se nos ocurra meternos en la esfera de la producción, promoviendo salarios decentes?
A partir del 1 de julio de 2015, el nuevo Salario Mínimo que se debe aplicar a los contratos de trabajo en Chile es de $241.000 brutos para quienes tienen entre 18 y 65 años. Es decir, $16.000 mensuales más al mes que el sueldo mínimo anterior, $9.900 de los cuales, sólo se encargarán de compensar los aumentos de IPC. Por tanto, para el bolsillo de muchos trabajadores, el aumento real, para su poder de compra, se verá reflejado en $6.100 mensuales brutos y $4.880 líquidos, con lo cual alcanzaría -a modo de ejemplo- para ir una vez al mes en micro a La Vega y comprar $3.600 en frutas y verduras (descontando el valor de los pasajes ida y vuelta).
Este año no hubo debate ni tramitación parlamentaria, ya que el 2014, a partir de un acuerdo entre el Gobierno y la CUT, se pactó un reajuste escalonado en el tiempo, que culminará en Enero de 2016, cuanto el Mínimo llegue a $250.000. Los mecanismos de compensación que se establecieron en esta negociación, fueron dos:
i) La creación de una Comisión Asesora Salarial que establecería una propuesta sobre el mecanismo futuro que se utilizará para reajustar el Salario Mínimo y las políticas que se podrían implementar para que ningún trabajador que gane el Mínimo viva en un hogar que quede por debajo del umbral de pobreza por ingresos.
ii) La presentación de un proyecto de Reforma Laboral, que después de 36 años desmantele (por fin) los pilares del Plan Laboral de 1979 creado por José Piñera, el cual tenía como objetivo central desorganizar a los trabajadores y despolitizar a los sindicatos, impedir la negociación colectiva por sector productivo y reducir el derecho a huelga a su mínima expresión.
Con respecto al primer punto, prontamente deberían conocerse algunos resultados de la Comisión Asesora Salarial, sin embargo, es difícil que las recomendaciones transiten hacia el fortalecimiento del espacio de la producción, vale decir, subir considerablemente el bajo valor del trabajo que existe en Chile, en este caso vía aumentos en el Salario Mínimo.
Con relación al segundo punto, lamentablemente, el proyecto de Reforma Laboral, a pesar de los titulares y la declaración de buenas intenciones, más que alterar, termina consolidando el Plan Laboral de 1979 y no aborda su núcleo central: la negociación colectiva por rama o sector productivo. El nuevo ministro de Hacienda, sostendría en una entrevista efectuada en el Programa Tolerancia Cero, que “Chile no está preparado para la Negociación por Rama” (lo que se omite es que el 95% de los países de la OCDE si la tienen, y que países vecinos, como Uruguay, Brasil, Argentina, también).
De esta forma, teniendo una negociación colectiva confinada a la empresa y con una presencia anecdótica, nuevamente el piso mínimo salarial que se fija por ley para los contratos en Chile, termina siendo determinante en la formación de los salarios y pasa a jugar un rol central para definir el tipo de sociedad que estamos construyendo. Veamos que nos dicen las cifras al respecto:
1) En Chile, de acuerdo a la Encuesta CASEN 2013, el 74% de los trabajadores dependientes del sector privado gana menos de $357.000 líquidos, lo que se ubica en las proximidades del Salario Mínimo. El Salario Mínimo no solo afecta a las personas que lo reciben como pago directo, sino también a distintas capas de trabajadores, a través del pago de gratificaciones, el sueldo base, horas extras o simplemente a través de la presión general que ejercen estos sueldos sobre toda la estructura salarial.
2) Al considerar el total de trabajadores dependientes que se desempeñan en el sector privado (incluye servicio doméstico y asalariados de empresas externas en el sector público y se realizaron los ajustes por horas trabajadas), se puede concluir que en Chile se registran cerca de 1,1 millón de personas que ganan el Salario Mínimo o menos, entre los cuales un 40% ni siquiera recibirían la gratificación legal.
3) Si agregamos a todas las categorías ocupacionales (cuenta propia, asalariados públicos y empleadores), el número de trabajadores que ganan el Salario Mínimo o menos ajustado por horas, sube a casi 1,7 millones de personas, vale decir, 1 de cada 4 ocupados.
4) 1 de cada 3 trabajadores dependientes en el sector privado que recibe el Salario Mínimo o menos es contratado por grandes empresas (aquellas que tienen 200 o más trabajadores). De hecho, al sumar mediana (entre 50 y 199 trabajadores) y gran empresa, se puede concluir que aquí se ubican casi el 50% del total.
La situación de los salarios en Chile, transluce algo que es más estructural. Se trata de una de las principales correas de transmisión del despojo cotidiano que sufren los millones de trabajadores en Chile, los que apremiados, recurren al crédito. En este circuito – el del infravalor del trabajo -, hay tres momentos de despojo: los sueldos contenidos que impulsan ingentes ganancias empresariales, el crédito fácil para mantener un estándar de vida mínimo (crédito que trae más ganancias para el empresariado) y el disciplinamiento social (que permite mantener el statu quo a favor de los grupos dominantes).
Mientras este círculo vicioso siga atravesando la realidad de la producción en Chile, las remuneraciones de gran parte de los trabajadores y el Salario Mínimo, seguirán ajustados en la medida de lo que los grupos dominantes consideran posible.